Читать книгу Bar - Caiman Montalbán - Страница 11
ОглавлениеEl lavavasos me tiene quemado. Cuando no se atranca, los vasos salen llenos de jabón, si no salen llenos de jabón, salen sucios o alguno estalla dentro y al recogerlo, me corto, ¡cojones!. Y no he terminado de colocarlos en la estantería y ya me están dando la vara con las copas. Se trata de un viernes enloquecido donde todos tratan de dar salida a sus embotadas energías. Que si un gin-tonic, que si cuatro cervezas, que si dos vodkas con limón y un batido de chocolate, ¡joder!, ¡ya está bien!, no ven que estoy ocupado ¡gilipollas!. Paso de todo y voy a cambiar el disco por uno de Los Enemigos. Bien... ¡un poco de serenidad hermanos!, por orden, a ver... tú estabas primero, ¿no?, ¿que tú estabas primero?, ¡vale!, a mí me da igual, te lo aseguro, yo solo dirijo la manguera y no sé quién está más seco... ¿una cerveza?, ¿que no? que son dos, ¡está bien!, son quinientas, ¿no tienes suelto?, no tengo cambio... bueno... te cobro luego... a ver, ¿tú qué quieres?... el bourbon se ha terminado, que sí... ¡seguro!, ¿]B? ¿Un JB?... ¡Toma! son cuatrocientas. Me da un billete hecho una pelota, el muy cabrón, y yo desenvuelvo la pelota esperando encontrarme dentro un ojo de gallina o de conejo, pera no, eso son cosas mías... ¿Que si te puedo echar un chorrito de ginebra si no me importa?. ¡Cómo no!. Hacía tiempo que no me hacían este truco, es fácil, lo de tomar una copa a precio de refresco, dicen que más triste es robar. El truco consiste en que por un puto chorro de ginebra no te apetece decir no y argumentarlo, ¿Decir simplemente no?, no es mi estilo. Así que le echo un generoso y encabronado chorrazo.
—¡Gracias!
—Estamos para servir al cliente.
Un par de horas más tarde, todo más tranquilo. La primera avalancha de la noche ha pasado. Me sirvo una merecida cerveza y escucho a un muchacho de alborotadas pelambreras y sudada camiseta decir a su tambaleante amigo de aspecto sombrío:
—¡Coño Jonas! Si no consigues ver el lado cómico de las cosas vas dao. Los días tristes saben hacer su trabajo y tu chica te engaña, tú ni siquiera sabes eso, y consigues sonreír un poco; puede que lo hayas conseguido porque no lo sabes, porque ni siquiera lo sospechas, protegido por tu ignorancia, es una manera. El hecho de ser yo quien se lo hace con tu chica no me hace conocer el truco en toda su extensión. Ver el lado cómico de la vida no es algo racional. ¿Me estás escuchando?
—Si hijoputa, sigue, sigue...
—Verás... mi flaco sentido del humor me ha salvado unas cuantas veces la vida y creo que también la cordura, y tu chica no hace más que exprimirme los huevos, así que con ella no puedo contar para mejorar mi salud mental. Bueno... sí... te corres y liberas alguna tensión, pera terminas preguntándote si esas tensiones dejarías de tenerlas al dejar a tu chica...
—Al final te meto una hostia...
—¡Coño Jonás, que es una broma!. Anda pide otro par de birras que voy a mear.