Читать книгу Bar - Caiman Montalbán - Страница 21
ОглавлениеEntiendo a los vampiros. Los primeros rayos de sol deslumbraban sin indulgencia mis descorazonados ojos, justo antes de cruzar el portal. Venía de una anquilosada fiesta en una discoteca frecuentada por mí. Nada reseñable aparte de un buen montón de chicas con ceñidos y cortos vestidos, tanto, que sus funciones cerebrales parecían limitarse casi exclusivamente a dirigir la poca tela y carne por buen cauce. Un curioso equilibrio consistente en no enseñar ni mucho ni poco. Eso deberían pensar ellas, en lo que a mi respecta casi todo el tiempo las veía desnudas. Tantas, tan hermosas, que no sabía donde relajar la vista, conversaciones tan sujetas a la pose que no acertaba cuál desoír. Así que la mayor parte del tiempo lo he ocupado en pedir una copa tras otra aplicándome a fondo. Sólo ese ejercicio y alguna mirada a los bien formados traseros me ha mantenido fiel al evento.
Pero ya estoy aquí, en casa, cansado, salido, borracho y de día, sin otra cosa que hacer que refugiarme en el sueño. Me acuesto pero no me duermo. La coca. En frente tengo esa vieja tele pensante pidiéndome guerra, pero no me atrevo a encenderla. Creo que todos deben estar ahí dentro follando y no quiero molestar. Vislumbro tras la opaca pantalla, docenas de veraniegos vestidos, subidos de muslos a ombligos por manos deseosas de ser ellas quienes ciñan todo ese buen numero de curvas. Todo dentro de baños fosforescentes, con lavabos y retretes que simulan ser solo lavabos y retretes, de color rubí sangre de pichón. Y mirando fijamente la pantalla me doy cuenta del estado del miembro que me hace varón o macho, a punto de penetrar mil frías vaginas de plata. Y una lluvia de culos y vientres terciopelo empiezan a caer desde el techo y rebotan en el suelo tres, cuatro, puede que hasta cien veces antes de quedarse quietos.
Entonces me dormí y soñé que mi chica (tenía chica), llegaba a casa después de una dura pero satisfactoria jornada laboral, y yo había cocinado una paella condimentada con marihuana. Comimos, bebimos, reímos, y ya, cayendo la tarde, nos duchábamos mientras hacíamos el amor.