Читать книгу Bar - Caiman Montalbán - Страница 14

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Mi nombre, por si algo importa, es Lobo Tirado. Tengo mucho vello, por el pecho y la espalda, por el culo y las piernas, estoy lleno. Parece ser que al nacer ya era muy peludo y ese fue el motivo de que me tuvieran un buen tiempo en observación. Supongo que los muy cabrones esperaban que rugiese. Pero no hubo nada de eso. De todas formas mi aspecto fue lo bastante impactante como para ser fotografiado para una revista médica donde lucí mi velludo palmito en el apartado de curiosidades. Mi padre, un hombre muy hippie y muy original, fue el responsable del nombrecito que a modo de cruz he tenido que arrastrar durante mis tristes veinticuatro años. Me presento un poco tarde, como ven. Como en las visitas familiares de cuando era niño, con muermo. Con pocas ganas de chascarrillo, de pellizco en la jeta. Uff.

He alquilado un pequeño ático sin ascensor cerca del bar. Todas esas escaleras me proporcionan un poco de sudor extra. Me ayuda a meterme en la ducha, con lo que acabo arrastrando olor a tabaco y alegres penas de las que en un bar te impregnas, decía la canción.

De la ducha fui a meterme en un albornoz que se deshilacha. Las rebajas. Calenté la china, se me fue la mano y mezclé más de lo necesario con un tabaco un tanto seco. Cuando lo terminé de liar, lo encendí y di una primera y profunda calada. Puse la radio y tanteé, intentando esquivar la publicidad. Era una entrevista a no sé quién, puede que a algún médico.

—¿...Y qué puede decirme sobre el hígado?

—Bueno... que es una notable desventaja no tener un buen hígado, prefiero un millón de veces un buen hígado que un buen cerebro. Si tiene un buen cerebro y no tiene un buen hígado tendrá problemas con la salud. Si tiene un buen hígado y un cerebro de mosquito, su bestialidad borracha le hará feliz y le sobrará tiempo para ir de compras, verá la tele y disfrutará con sus ventosidades...

Seguí buscando en el dial.

—...¡Enhorabuena! Ha ganado el mejor premio, sus intereses serán ilimitados. Adminístrelo bien, no se deje engañar, movilícelo.

Dinero quieto es dinero muerto. Comer no es suficiente, no somos gallinas y nuestras almas no son huevos. Nuestras almas son ALGO GRANDE que mastican los dioses mientras juegan al golf con las estrellas por pelotas.

Así que debe enriquecerse, no importa cómo, los productos son variados, sumérjase en el arte, en lo bien hecho, en lo bien parido, rehuya la mediocridad, administre su tiempo, dispone de menos del que piensa, recuerde que no es inmortal. Un día no muy lejano cerrará los ojos y no los volverá a abrir y, si su alma no está tierna ningún dios la engullirá, caerá de nuevo sobre algún animalesco ser y quedará de nuevo encerrada por un tiempo, ni demasiado largo como para entender gran cosa, ni lo suficientemente corto como para que no duela...

Seguí buscando y encontré algo de música clásica. Por lo general prefiero rock and roll pero Los Ramones todavía agitaban sus grasientos pelos dejando bien pringados mis sufridos tímpanos. Me tumbé en el colchón. Sonaba Mozart y mis huevos afloraban de entre el albornoz dejándose acariciar por la suave brisa olor a refrito que producía la corriente: ventana-patio interior.

Pronto interrumpieron la sonata con una zorra pidiendo a su maridín que le comprara un coche en no sé qué concesionario de segunda mano. Saqué el brazo cabrón y apagué la jodida radio. Me levanté ofuscado y empalmado, no se por qué, empalmado de broma. Abrí una lata de aceitunas y las comí rápido, como si se tratara de una apuesta. De nuevo tumbado, escuchando mis sonidos gástricos, como un montón de ratones jugando con una balsa de plástico mojada. Y allí entre la vigilia y el sueño, intento mantenerme en esa frontera. Unos poemas pasan a gran velocidad. Como motos eléctricas. Sin ruido. Sin huella.

Bar

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