Читать книгу Bar - Caiman Montalbán - Страница 17
ОглавлениеA poca gente parece importarle que pueda escuchar sus conversaciones. Eso me produce un extraño complejo entre mueble y hombre invisible los días buenos. Hay, por otro lado, quien percatándose de mis oídos y posibilidades interpretativas, aprovecha para mejorar su dicción e ideas, y termino escuchando conferencias que juraría dirigidas a mí, mientras el acompañante bosteza perplejo consumiendo un cigarrillo tras otro. Conversaciones torpes, pero con la nobleza de un potrillo recién nacido intentando ponerse de pie sobre un suelo implacable de tierra y placenta, han llegado a mis oídos. Otras, en cambio, con una fluidez entrecortada por el ansia de un orgulloso trote, útiles, puede, para suavizar las angustias del día. Pero se trata de guiones calculados, un engaño para el que escucha y para el que habla. Sin embargo, hay otras briosas, con el nervio de un pura sangre sin domar; pocos lo consiguen bebiendo. Yo conozco un par de tipos con lengua salvaje e ideas desbocadas. Sin beber son los mismos. Peces raros.
Entre los clientes hay unos mas habituales que otros. Uno de los de siempre, viene solo y se va solo. No sé su verdadero nombre. Para mis adentros le llamo hombre.
Cuando entra tiene cierto brillo, buena planta. A la quinta, eso empieza a cambiar, parece menguar dentro de su ropa y ésta le cuelga como harapos a la séptima. Entonces, haciendo palanca codo-barra puño-sien, se pone a esperar. Creo que, estúpidamente, a su alma, le han dejado caer demasiado plástico ardiendo y se le ha quedado pegada como una lapa. Supongo que intenta ahuecar todo eso. Solo habla para pedir sus copas o para preguntar lo que debe al final. Siempre siento ganas de responder que nada, que estamos en paz, pero no es cierto, él paga y yo pago, todos terminamos pagando.