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Una colaboración simbiótica
ОглавлениеLos métodos de geodiseño pueden resolver múltiples problemas genéricos, bien definidos, bien entendidos, rutinarios para los cuales, ya existen modelos eficientes y soluciones algorítmicas. Normalmente requieren una operación en una única capa GIS, aunque tanto la operación como la capa GIS, pueden ser el resultado de modelos y análisis mucho más complejos. Un ejemplo podría ser la búsqueda de la mejor ubicación para un solo punto —por ejemplo un edificio— en una capa GIS, generada por un índice de ponderación de varios criterios de localización. Otro podría ser la búsqueda de la “ruta de menor coste” entre dos puntos de una red en la que cada nodo y enlace es un valor derivado de los datos de tráfico.
Sin embargo, la mayoría de los problemas en geodiseño son mucho más complejos. Con frecuencia no están bien definidos, bien entendidos o no están sistematizados, y no existen soluciones algorítmicas que sean lo suficientemente complejas para ser eficientes. A priori es casi imposible desarrollar cadenas y redes de soluciones parciales que generen resultados de proyecto satisfactorios. Es aquí donde reside el desafío del geodiseño.
La complejidad es aún mayor si necesitamos evaluar alternativas de proyecto. Es relativamente sencillo tener un proyecto y compararlo con un mapa de un modelo de impacto, pero resulta mucho más complicado cuando el modelo de impacto tiene características espaciales y temporales y, a su vez, interactúa espacial y temporalmente con varios aspectos del proyecto. Y la complejidad se agrava cuando uno tiene la obligación de evaluar los impactos del proyecto a través de varios modelos. De nuevo, solo se puede hacer un modelo cada vez, pero ¿qué ocurriría si los propios modelos interactuaran entre ellos? ¿Y cómo se pueden construir modelos de impacto en cadena o en red de modo que un impacto desencadene otros impactos de carácter espacial y temporal en los demás? Debido a lo complejo del proceso, el geodiseño no debería definirse como la forma científica de resolver problemas de proyecto a través de análisis espaciales. Desde mi punto de vista, geodiseño debería incluir todos los procedimientos para resolver los problemas ocasionados al proyectar el territorio con cualquier tecnología. Este libro está basado en este concepto.
Es más, en la definición de geodiseño, no se debería diferenciar entre “proyecto” y “planificación”, independientemente de cómo estos términos se definan por sí mismos. Visto desde la distancia, y no desde el reduccionismo del mundo académico, proyecto y planificación son nombres diferentes para una misma cosa y tienen mucho en común (como se muestra en los capítulos siguientes) y ambos comparten que, con frecuencia, exigen “ir más allá de la información proporcionada”. Gran parte de esta “información proporcionada” puede provenir de la geografía y otras ciencias relacionadas, sin embargo otras veces no ocurre así. La capacidad del ser humano de “ir más allá” es algo que todos compartimos, no es una característica de los datos o la tecnología. Si no admitimos esto, el geodiseño solo será aplicable a “problemas” rutinarios, los cuales ya están completamente comprendidos. Probablemente esto también es útil y, aunque no sea suficiente, es una capacidad del geodiseño.
Es el arte de decidir, de ir más allá de la información dada, lo que hace que el geodiseño sea una especie de “proyecto”. Los modelos de las ciencias del territorio pueden hacer proyecciones hasta cierto punto, pero si estas se dirigen a “un problema”, se requiere una solución de “qué/dónde/cuándo” que no está dentro del modelo. Este es el desafío de los “proyectistas” en la definición de Herbert Simon. Algunos de estos proyectistas sin duda serán geógrafos y otros científicos, sin embargo los proyectistas también necesitan teorías basadas en la geografía, en métodos y en modelos que ayuden a dar forma a los diseños y también a evaluar la eficacia de las soluciones propuestas. Esta necesidad mutua es la base de las relaciones simbióticas: una exitosa colaboración entre las profesiones del proyecto y las ciencias del territorio a través del geodiseño, sin tratarse de una unión absoluta.
Es primordial que el equipo de geodiseño encuentre el equilibrio apropiado entre la ciencia y el arte. De nuevo, parafraseando a Murray y Kluckhohn, en la medida en que el área de estudio sea como “todos los otros lugares”, los geógrafos probablemente dominarán. Sus teorías y la fiabilidad de sus métodos pueden explicar el presente y proyectar hacia el futuro, y sus métodos algorítmicos producirán mejores soluciones. Sin embargo, si el lugar es visto como “ningún otro lugar”, entonces los modelos basados en la ciencia lo explicarán peor y generarán soluciones poco satisfactorias. En este caso, la capacidad creativa generada a partir de otras experiencias de proyecto, tendrá más éxito. Este argumento favorece la aceptación de que el geodiseño no es ni un arte ni una ciencia, sino el arte de decidir en base a la ciencia. Requiere contribuciones integradas, tanto de las artes del proyecto como de las ciencias del territorio.