Читать книгу Introducción a la historia económica mundial (2ª ed.) - Carles Sudrià Triay - Страница 53
2. Los condicionantes de la Revolución Industrial
ОглавлениеLa determinación de las condiciones que hacen posible la implantación de un proceso de industrialización es hoy todavía una de las cuestiones más polémicas de la historia económica. Y con razón, puesto que la comprensión de los factores que posibilitaron la aparición de la Revolución Industrial se considera de la máxima importancia en la planificación de estrategias de desarrollo para cualquier país.
Las preguntas que hay que hacerse son tres, todas ellas estrechamente relacionadas entre sí: por qué se produjo la Revolución Industrial, por qué ocurrió en Gran Bretaña y por qué ocurrió cuando ocurrió, es decir, en los años a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Durante mucho tiempo se intentó determinar las causas de la Revolución Industrial, es decir, qué transformaciones económicas habían puesto en marcha el proceso. La crítica posterior demostró que ninguna de las supuestas causas era por sí misma suficiente para poner en marcha la Revolución Industrial: las mismas causas, en otros momentos y otros países, no habían originado procesos similares. Se pasó entonces a hablar de prerrequisitos, factores no directamente causantes de la Revolución Industrial pero considerados necesarios para que esta pudiera producirse. También fueron rechazados, uno tras otro, por la crítica histórica.
Hoy casi nadie habla de causas ni de prerrequisitos, sino de condicionantes, entendidos no como factores concretos sino más bien como un conjunto de factores favorables, ninguno de ellos imprescindible, pero que en conjunto deben estar presentes en cantidad suficiente, deben conformar una masa crítica para que pueda iniciarse y consolidarse el proceso de desarrollo. La suficiencia o no de este conjunto de factores condicionantes explica por qué unos países se industrializan con facilidad y otros no.
Estos condicionantes no son solo de orden económico, sino también político y social. Para que pudiera darse la Revolución Industrial hacía falta que se hubieran producido mejoras en la producción agraria e industrial, en el mercado y en las estructuras políticas, transformaciones que, todas juntas, solo se daban en Gran Bretaña. Aparte de estos condicionantes, hay que citar igualmente una serie de ventajas que presentaba Gran Bretaña, o que tenía en mayor cantidad que los países potencialmente competidores. Algunas de estas ventajas eran de índole natural, como el hecho de ser una isla, lo que le permitía asegurar la defensa con unos gastos inferiores a los de los países continentales, o el hecho de tener un relieve no demasiado quebrado o de disponer de numerosos ríos navegables, lo cual facilitaba el transporte. Más importante era aún la riqueza minera, especialmente en carbón y hierro, por los productos en sí mismos y porque los problemas relacionados con la extracción de minerales y su transformación eran en la época el principal estímulo para la innovación tecnológica (Mokyr, 1990).
Desde el punto de vista económico, el principal condicionante de la Revolución Industrial es la disponibilidad y, por lo tanto, el buen precio de los alimentos. Aunque no hay una relación directa entre revolución agrícola y Revolución Industrial, esta solo es posible si la productividad de los trabajadores agrarios es bastante elevada para generar un excedente que permita alimentar a una creciente masa de población no productora directa de alimentos. A finales del siglo XVIII, Gran Bretaña era el único país que podía mantener a la mitad de la mano de obra fuera del sector agrario, lo cual permitía liberar población y aportar capitales a la ciudad y la industria, al tiempo que alejaba el techo maltusiano.
Igualmente importante es la tradición manufacturera: un sector industrial difícilmente surge de la nada. Gran Bretaña fue un país precozmente industrializado gracias a la difusión de la industria rural. De hecho, los primeros estadios de la industrialización no son más que la culminación del proceso de protoindustrialización, la aplicación de máquinas a algunos procesos de la industria textil: máquinas que no hacían otra cosa que imitar las acciones humanas, mecanizándolas y haciéndolas, por lo tanto, más rápidas, más regulares y exentas de cansancio.
La existencia de un mercado previo, ampliable a medida que los productos pueden ser ofrecidos más baratos, es otro condicionante importante para la consolidación de la Revolución Industrial y de los procesos de imitación posteriores. El fuerte grado de urbanización de la población británica y la importancia de la población asalariada, incluso en el campo, hacían que la sociedad británica fuera mucho más al mercado que las sociedades continentales.
El comercio exterior y el dominio de importantes espacios coloniales representan una ampliación del comercio interior, y son importantes como fuente de materias primas (especialmente algodón) y también como mercado manufacturero, pero carecen para el proceso de industrialización británico del papel relevante que le habían otorgado autores como Deane y Cole (1969), y más recientemente Pomeranz (2000).
De hecho, el comercio es importante como elemento previo a la industrialización, pero una vez puesta en marcha esta, la relación de causa-efecto va de la industria al comercio (Mokyr, 1977). Este hecho enlaza con la discusión sobre si en el origen de la Revolución Industrial pesa más el empuje de la oferta o el estímulo de la demanda. Desde el punto de vista de la ciencia económica, la respuesta es clara: la demanda no es un factor independiente que dé lugar al crecimiento de la renta. Por lo tanto, la demanda solo puede cambiar, pero no crecer: el aumento de la demanda de un producto exige disminuir la demanda de otro u otros productos. Pese a ello, desde el punto de vista tecnológico, la demanda de un producto estimula la investigación de innovaciones que permitan aumentar la producción. El objetivo de las primeras máquinas era producir más, no producir más barato, pero el resultado fue que producían más y más barato. En consecuencia, el estímulo de la demanda pone en marcha el proceso de producción, pero su continuidad y ampliación hay que buscarlas en la oferta, en la capacidad de las máquinas de ampliar el mercado mediante el descenso de los precios. De hecho, el inestable equilibrio oferta-demanda (siempre más cantidad a menor precio) es el que permite la expansión del mercado y la continuidad en el proceso de crecimiento, es decir, el desarrollo económico.
El último condicionante de la aparición de la Revolución Industrial es el estado. Según cuál sea la organización estatal y su política económica, puede constituir una ayuda o un obstáculo al proceso de industrialización. Según North (1984), el crecimiento económico solo es posible en una sociedad en la que productores, consumidores y autoridades interactúen y colaboren por medio de leyes promulgadas y hechas cumplir por el estado, leyes que aseguren los derechos de propiedad y el cumplimiento de los contratos y, a la vez, mediante reglas informales de comportamiento social y económico que regulen la interacción. En el caso de Gran Bretaña, tras la Revolución Gloriosa (1688) la organización del estado era distinta y más moderna que la de los países competidores: disponía sobre todo de una mejor especificación de los derechos de propiedad y había eliminado (legalmente o en la práctica) las regulaciones de la actividad económica. Todo ello hacía que el mercado británico fuera lo más parecido al libre mercado propugnado por Adam Smith. Al mismo tiempo, los impuestos, aprobados y controlados por el Parlamento, eran más bajos, menos mal distribuidos y mejor gastados que en otros países. Por último, la política del Gobierno estaba atenta a la seguridad del reino y al crecimiento de la economía: en todas las guerras del siglo XVIII en las que participó, Gran Bretaña obtuvo beneficios comerciales o coloniales.
Gerschenkron (1968) defendía que el estado puede suplir las deficiencias del mercado y sustituir la inversión de los particulares por inversión pública con la finalidad de provocar el inicio de un proceso de industrialización. Sin embargo, las industrializaciones impulsadas por el estado solo tienen posibilidad de éxito si la diferencia entre el mercado existente y el necesario para el arraigo del proceso de industrialización no es demasiado grande. La razón es que, a medio plazo, la ayuda estatal, tanto si se financia a través de impuestos como si lo hace a través de deuda pública, deprime la demanda y causa graves disfunciones económicas.