Читать книгу Introducción a la historia económica mundial (2ª ed.) - Carles Sudrià Triay - Страница 65
6. Las consecuencias sociales de la Revolución Industrial: el debate sobre los niveles de vida
ОглавлениеLa Revolución Industrial supone el inicio de una transformación en la producción, pero también de cambios radicales en las formas de vida de una parte creciente de la población. En primer lugar, la Revolución Industrial ofrece grandes posibilidades de crecimiento, de enriquecimiento y de ascenso social y, por esa misma razón, genera fuertes desigualdades. Los países, grupos o personas que tienen acceso a las nuevas técnicas, que arriesgan su capital y su trabajo para aplicarlas y tienen éxito, se pueden apropiar de la mayor parte de las ganancias que genera el aumento de la productividad y pueden incrementarlas aún más reinvirtiendo parte de los beneficios obtenidos, de forma que los desequilibrios son cada vez mayores. La Revolución Industrial y su organización político-social –el capitalismo– conllevan grandes posibilidades de crecimiento y de ascenso social, pero también desigualdades y conflictos.
La principal consecuencia social de la Revolución Industrial es la aparición de la clase obrera y, dentro de ella, como segmento más numeroso, del proletariado. Con anterioridad, los trabajadores estaban muy segmentados según el oficio y el grado de especialización, lo que daba lugar a una especie de jerarquía laboral. En cambio, la clase obrera industrial se enfrenta a la sumisión a la disciplina de la fábrica y al desplazamiento hacia zonas suburbiales en pésimas condiciones de espacio y de higiene, un terreno propicio para las enfermedades pulmonares y gastrointestinales, así como al desarraigo con respecto a los grupos familiares o de relación y a las solidaridades de pueblo. Aparece así la conciencia de clase a raíz de la constatación de pertenecer a una comunidad numerosa, que solo dispone para subsistir de su capacidad de trabajo vendida a cambio de un salario, y también de su pobreza, más penetrante ante el rápido enriquecimiento empresarial.
La cuestión de los niveles de vida de la clase obrera, en su doble vertiente de renta y condiciones de vida, ha sido y es todavía muy discutida. Resumiendo podemos decir, en primer lugar, que hoy nadie defiende que las clases bajas de la población británica habrían estado mejor si no se hubiera producido la Revolución Industrial (Mokyr, 1985). Por otro lado, hay que tener en cuenta que los sectores afectados por la Revolución Industrial no generan la mayor parte del valor añadido de la economía británica hasta después de 1850. Por lo tanto, su impacto sobre los salarios y las condiciones de vida solo podía ser también relativo. Además, los años de la Revolución Industrial fueron años de guerras y de fuerte crecimiento de la población, factores que en principio hay que considerar como depresores del nivel de vida.
Los cálculos sobre la evolución de la renta son muy variados, pero para la época de la Revolución Industrial (1760-1830) la mayoría coinciden en señalar que la renta real de los trabajadores bajó o, como mucho, más o menos se mantuvo. Tras el restablecimiento de la paz (1815), los salarios reales crecieron, pero no pueden dejarse de lado los datos que indican que hasta 1850 existía un fuerte malestar social. En cambio, en la segunda mitad del siglo el crecimiento del salario real es poco discutido y se ve reforzado por otros indicadores, como el fuerte aumento del consumo de azúcar.
La evolución de las condiciones de vida es un tema todavía mucho más complejo que el del salario real. Las opiniones pesimistas se basan sobre todo en el crecimiento de la mortalidad, que en parte podía ser sencillamente efecto de la mayor urbanización de Gran Bretaña; tradicionalmente, la mortalidad era más elevada en las ciudades que en el campo. También se han usado como indicadores del bienestar medidas antropométricas, especialmente la altura de la población, pero las diferentes muestras utilizadas dan resultados diferentes, si bien es cierto que en este caso la mejoría en la segunda mitad del siglo es evidente.
La Revolución Industrial dio oportunidades de trabajo y de especialización a muchos obreros, aunque los niveles de vida eran todavía extremadamente bajos en 1850, a pesar de ser superiores a los del resto de la Europa de la época y también a los de la Gran Bretaña de mediados del siglo XVIII. Todavía a finales del siglo XIX, una tercera parte de las familias obreras inglesas rozaba los niveles mínimos de vida y la mitad de sus miembros morían en el asilo.
Como resumen, creemos que puede afirmarse que hasta la segunda mitad del siglo XIX la Revolución Industrial no tuvo potencia suficiente para ser determinante en la evolución del nivel de vida británico. Por lo tanto, el proceso de industrialización no puede ser considerado el principal responsable de los cambios en los niveles de vida. También debe tenerse en cuenta que la Revolución Industrial favorecía más las mejoras del salario real que de la calidad de vida, y que la diferenciación social entre patrones y obreros fue acompañada también de una diferenciación en el seno de la clase obrera. De hecho, la desigualdad social fue ascendente entre 1820 y 1860, para decrecer a continuación (Engerman, 1994).
En definitiva, no se puede culpar a la Revolución Industrial de haber empeorado los niveles de vida de la clase obrera, aunque en los primeros momentos quizás sí su calidad de vida, si bien es cierto que habría que repartir la culpa entre las nuevas condiciones de vida y trabajo y el crecimiento de la población. Otra cosa es que la distribución de los beneficios podría haber sido menos desigual sin comprometer el crecimiento económico y que disposiciones legales o inversiones relativamente pequeñas (en sanidad, por ejemplo) hubieran podido tener efectos altamente beneficiosos. Pero el bienestar de la clase obrera no formaba parte de las preocupaciones de los empresarios ni de los gobiernos.