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222. Piazzolla, Astor Pantaleón

Bandoneonista, director, compositor y arreglador, cuya permanente inquietud en la renovación del género lo transformó en el personaje más discutido del mismo.

Hijo único de Vicente Nonino Piazzolla y Asunta Nonina Manetti, nació en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921, pero la mayor parte de su infancia y de su adolescencia transcurrió en Nueva York, ciudad a la que se trasladaron sus padres en el año 1925, donde al año siguiente inició su educación primaria en un colegio protestante.

Callejero, amante del box y del béisbol, cuando era niño la música no ocupó un lugar importante en su vida, aun cuando a los ocho años recibió como obsequio de su padre un bandoneón, cuyo aprendizaje encaró en forma despreocupada, actitud que modificó a partir de las enseñanzas que le impartió el pianista húngaro Béla Wilda, quien le inculcó un profundo gusto por la música clásica, de la que Astor comenzó a gustar más que el jazz.

Wilda no interpretaba el bandoneón pero podía elaborar arreglos para ese instrumento a fin de que su alumno los ejecutara.

Su acercamiento al tango se produjo cuando en 1934 pudo conocer a Carlos Gardel, quien había llegado a Nueva York el 28 de diciembre del año anterior. Astor se encontró en varias ocasiones con el cantor y su comitiva, e incluso a instancias del Zorzal tuvo la oportunidad de desempeñar un mínimo papel —el de un canillita— en la película El día que me quieras, protagonizada por el ídolo en enero de 1935.

Afectados por la gran depresión de los años treinta en Estados Unidos, a comienzos de 1937, los Piazzolla regresaron a Mar del Plata. Allí, su padre instaló un taller de arreglos de bicicletas —actividad que ya había desarrollado antes de su emigración— y un bar —al que llamó Nueva York—, donde Astor debutó con su bandoneón integrando un trío que completaban un pianista y un contrabajista ciegos.

A todo esto, su interés por el tango creció en gran medida cuando en mayo de 1937 escuchó por radio al sexteto de Elvino Vardaro, el legendario violinista por muchos considerado el más eximio ejecutante de ese instrumento en el tango.

Astor tomó así decidido partido por la escuela evolucionista del tango la que por entonces tenía en Julio De Caro, Ciriaco Ortiz, Aníbal Troilo, Pedro Laurenz, Alfredo Gobbi y el aludido Vardaro su máxima expresión, adquiriendo también desde entonces un profundo e injusto desdén por la escuela tradicionalista, que para él encararían, a través de los años, las orquestas de D’Arienzo y De Ángelis, entre las más populares.

Aún en Mar del Plata, se presentó durante algunos meses en lu6 Radio Atlántida de esa ciudad, integrando un trío y una orquesta pero en julio de 1939 se trasladó a Buenos Aires, donde luego de un brevísimo paso por la orquesta de Miguel Caló —quien lo había conocido en el verano de ese año cuando se presentó en Mar del Plata— y de formar un dúo con Calixto Sayago —bandoneonista de la orquesta estable de radio El Mundo, a fin de grabar música clásica— se incorporó a la orquesta Los Mendocinos que dirigía el Tano Francisco Lauro, en la que permaneció durante tres meses, período que para Astor resultara interminable dada la escasa calidad que asignaba a la agrupación que integraba.

En ese lapso, la orquesta del Tano que se presentó en radio Belgrano y en el cabaret Novelty, estaba integrada, entre otros, por Alfredo De Ángelis, como pianista, y Gabriel El Chula Clausi con Astor, en la fila de bandoneones.

Con el primero, nació una enemistad que se mantuvo durante casi toda la vida de ambos. Con Clausi, en cambio, se generó una relación de mutuo respeto, aunque sus caminos no volvieron a cruzarse ya nunca más.

La gran oportunidad se presentó para Astor en diciembre de ese mismo año, cuando por intermedio de Hugo Baralis, violinista de la orquesta de Aníbal Troilo —con el que había entablado desde hacía poco tiempo una gran amistad que se prolongó hasta el final de sus días—, pudo realizar una prueba de suficiencia ante Pichuco y sus músicos, en la que demostró para asombro de todos ellos, su capacidad para interpretar de memoria la totalidad del repertorio de la orquesta, a la que venía siguiendo desde hacía varios meses en sus actuaciones en el café Germinal.

Se incorporó así en reemplazo del bandoneonista Juan Miguel Toto Rodríguez, quien por entonces había enfermado.

De todos modos, recuperado Rodríguez, Astor siguió en la fila de bandoneones de la agrupación, la que además con la incorporación de Marcos Troilo, hermano del director, pasó a contar con cinco ejecutantes en esa fila.

Astor permaneció con Pichuco hasta abril de 1944. En el ínterin, había sido ascendido a primer bandoneón del conjunto, conductor en reemplazo del director en ocasión de alguna indisposición de éste, arreglador de algunas interpretaciones, comenzando por el candombe Azabache, tema cuya orquestación no pudo realizar Argentino Galván, quien desarrollaba esta tarea en la orquesta, a causa de encontrarse enfermo.

La interpretación del candombe, aún con novedades que asombraron a varios músicos de la orquesta, en especial a los más tradicionalistas, obtuvo el primer premio en el concurso organizado por la audición Ronda de Ases, lo que motivó a Troilo a darle la oportunidad de realizar otros trabajos, aún estando Galván ya recuperado. Así, Astor orquestó los tangos clásicos Inspiración y Chiqué en versiones muy poco bailables, que suscitaron cada vez más resquemores entre los músicos e incluso en el propio Troilo.

De todos modos cabe destacar, que los arreglos realizados tanto por Piazzolla como por Galván, nunca afectaron las partes interpretadas por el pianista Orlando Goñi, de por sí excelentes sin necesidad de ningún tipo de modificaciones.

Los trabajos cada vez más atrevidos de Astor eran en cierto modo consecuencia de su creciente formación musical, enriquecida desde 1941 por los estudios de armonía que realizaba con el maestro Alberto Ginastera, como asimismo su asistencia a los ensayos de la orquesta del teatro Colón. También en ese año 1941, había compuesto un tango, titulado Por culpa mía, en colaboración con Hugo Baralis y versos del letrista Enrique Dizeo, si bien la composición no era todavía su fuerte, volcando la mayor parte de sus energías al estudio y la realización de arreglos. En 1945, escribió su segundo tango, Noches largas, al que puso letra Carlos Bahr, tema que el 6 de noviembre de ese mismo año Osvaldo Fresedo llevó al disco con la voz de Oscar Serpa.

Desvinculado de Troilo, en septiembre de 1945, debutó al frente de la orquesta que formó para acompañar al cantor Francisco Florentino, con quien debutó el día 2 de ese mes en el Círculo Almagro, del barrio de Villa Urquiza, actuando además en radio Belgrano, en los cafés Tango Bar y Ebro, y en el salón de baile Picadilly.

El rubro Francisco Florentino con orquesta dirigida por Astor Piazzolla realizó entre mayo de 1945 y el mismo mes del año siguiente veinticuatro grabaciones para el sello Odeon, veintidós con la intervención de Fiore y dos instrumentales. Entre los temas cantados se incluyó Quién te ha traído, un tango con música de Astor y letra de Fiore. El conjunto tuvo también una resonante actuación en Montevideo durante el mes de agosto de 1945, presentándose en el café El Ateneo, en el cabaret Chantecler y en la radio El Espectador.

Los arreglos de Piazzolla, si bien en parte se contenía para no afectar los gustos de Florentino, eran de avanzada para la época y provocaban la admiración de los más entendidos. De todos modos, la sociedad entre director y cantor finalizó en junio de 1946, dado que Astor, quien por entonces había empezado a tomar clases con el pianista clásico Raúl Spivak, decidió formar su propia orquesta.

Surgió así la Orquesta típica de Astor Piazzolla, recordada como la Orquesta del 46, con la que debutó en el disco el 22 de septiembre de ese año. Entre otros músicos, la integraban algunos provenientes de la agrupación que había acompañado a Florentino: el violinista Hugo Baralis y el bandoneonista Roberto Di Filippo —otro de los amigos incondicionales de Astor—, quien al retirarse en 1948 fue reemplazado por el joven Leopoldo Federico.

También integró la orquesta el también muy joven pianista Atilio Stampone, a la sazón con 21 años de edad, en reemplazo de Carlos Figari, quien había estado en la agrupación que acompañara a Fiorentino pero en esos días se había incorporado a la orquesta de Pichuco.

Los cantores fueron Alberto Barone —quien no alcanzó a grabar—, Aldo Campoamor —quien fue el que más lo hizo—, Oscar Ferrari — arribado a la orquesta tan sólo un mes antes de su disolución—, Héctor Insúa, Fernando Reyes y Alberto Fontán Luna.

Entre 1946 y 1949, la orquesta registró un total de treinta y dos temas, los que fueron editados en dieciséis discos de 78 rpm por el sello Odeon, mientras que entre los años 1950 y 1951, grabó cuatro temas más publicados en dos discos de pasta por el sello tk.

Si bien los editados fueron temas clásicos o bien nuevos pero de características tradicionales, Astor dio rienda suelta a su imaginación en los arreglos, considerados de vanguardia para esa época. Entre ellos se incluye el registro de cinco temas pertenecientes al director: El desbande, Se armó y Villeguita —instrumentales—, y Pigmallion y Se fue sin decirme adiós, con letras, respectivamente, de Homero Expósito y Alfredo Roldán.

Desde 1945, venía componiendo con más asiduidad música clásica que tangos, siendo esas obras en su mayoría ejecutadas en audiciones radiales y en salas de conciertos. De todos modos, le quedó margen en esta etapa para componer otro tango de contenido tradicional, El cielo en las manos, con letra de Homero Cárpena, que Osvaldo Pugliese llevó al disco con su orquesta y la voz de Alberto Morán a comienzos del mes de octubre de 1951.

Desde 1952 hasta 1954, Astor estuvo alejado de la actuación, no obstante al primero de esos años corresponde uno de sus grandes tangos, Prepárense, y en 1953 ganó el premio Fabien Sevitzky por su Sinfonía de Buenos Aires, obra en tres movimientos ejecutada bajo la dirección del propio Sevitzky, quien viajó expresamente en la ocasión.

El premio incluía una beca para estudiar con Nadia Boulanger en el Conservatorio de París en el que esta célebre docente se desempeñaba. Así, en 1954 Astor comenzó a tomar estas clases, las que resultaron decisivas para modelar su futuro artístico, incierto hasta ese momento por las dudas que lo aquejaban.

Los cinco años que había estudiado con Ginastera y el año en que ahora lo hizo con Nadia, fueron destacados como los de más fructífero aprendizaje por parte de Piazzolla. Antes de regresar, en 1955 grabó un disco titulado Sinfonía de tangos con una orquesta de cuerdas, en el que incluyó varios de los temas que había compuesto mientras estudiaba con Nadia: Picasso, Sens uniqué, Bando, Chau París, Luz y sombras y Tzigane tango.

De regreso a Buenos Aires, en 1955, creó el Octeto Buenos Aires, un verdadero impacto en ese momento pero de nulo rédito económico. Participaron en él Atilio Stampone, en el piano; Hugo Baralis y Enrique Mario Francini, en violines; José Bragatto, en violoncello; Leopoldo Federico, como segundo bandoneón; Horacio Malvicino, en guitarra eléctrica, y sucesivamente, Aldo Nicolini, Hamlet Greco y Juan Vasallo, en el contrabajo. En algunas ocasiones, tocó también Elvino Vardaro. El Octeto, conjunto brillante en su concepción pero que sólo fue apreciado por «oídos muy finos», no tuvo continuidad laboral, como tampoco accedió demasiado a las salas de grabación. Sólo en 1957, pudo grabar dieciséis temas, publicados en dos discos larga duración. En ese año, Astor comenzó a actuar en radio El Mundo al frente de un conjunto de cuerdas con el que también efectuó un total de veinte grabaciones, dieciocho de ellas incluidas en dos long play para el sello Music Hall y dos más editadas en un disco simple por el sello Odeon.

En el primero de los long play mencionados, titulado Tango en Hi– Fi, grabado a fines de 1957, incluyó Tres minutos con la realidad, una de sus recientes y notables composiciones. Integraban la orquesta de cuerdas varios músicos provenientes del octeto, como Baralis, Greco y Bragato, además de Jaime Gosis, en el piano, y José Carli, Elvino Vardaro junto a un joven de 18 años, Fernando Suárez Paz, en violines. En 1958, viajó a Nueva York, donde permaneció hasta el año siguiente, experiencia que en esta oportunidad resultó frustrante, y que culminó cuando durante su estadía en esa ciudad recibió la noticia de la muerte de su padre. Este triste episodio dio lugar a que de inmediato, en su departamento neoyorkino, compusiera su bellísimo tango Adiós Nonino. De regreso en Buenos Aires, en 1960 conformó su recordado Quinteto Nuevo Tango, el primero de los dos quintetos clásicos que tuvo Piazzolla.

Su primera formación, pronto modificada por distintos motivos, se integró con Simón Bajour, como violinista, hasta 1961, cuando fue reemplazado por Elvino Vardaro, quien a su vez en 1962 se radicó en Córdoba a fin de integrar su Orquesta Sinfónica Provincial, siendo entonces reemplazado por Antonio Agri. El contrabajista fue Enrique Kicho Díaz. Es dable destacar que tanto Agri como Díaz se mantuvieron hasta la disolución del conjunto, en 1974. En el piano, Jaime Gosis quien a partir de 1962 alternó su actuación con Osvaldo Manzi; en tanto que la guitarra en primera instancia estuvo a cargo de Horacio Malvicino y luego —a partir de 1961— de Héctor López Ruiz.

Los primeros vocalistas fueron Jorge Sobral y Nelly Vázquez, siendo esta última reemplazada un año y medio más tarde por Héctor De Rosas. En esos años de intensa actividad, el quinteto grabó en 1960 dos discos de 45 revoluciones por minuto, incluyendo cuatro temas en cada uno de ellos, siguiendo en 1961 con dos discos larga duración; en 1962, nuevamente dos discos de 45 con cuatro temas en cada uno de ellos, además de un álbum discográfico.

En 1963, grabó otro long play, como asimismo registró uno más con una ampliación del quinteto, transformado en octeto, conjunto que tuvo breve duración.

Al año siguiente, produjo otro disco larga duración, aunque fue completado con algunos temas grabados por su orquesta típica del 46.

También en 1964 registró con la voz del cantor melódico Roberto Yanés, un disco doble de cuatro temas y en 1965 un long play grabado durante un concierto realizado en el Philarmonic Hall de Nueva York y otro, con la participación de Edmundo Rivero y el actor Luis Medina Castro, recitando el poema de Jorge Luis Borges El hombre de la esquina rosada, al que Astor puso música.

En 1967 encaró un ambicioso proyecto, registrando una serie de discos que se publicaron bajo el título de La Historia del Tango, el que debía completarse con cuatro discos long play, de los cuales sólo llegaron a concretarse dos, titulados Guardia vieja y La época romántica. Para las grabaciones, se constituyó una gran orquesta, encabezada por Piazzolla, en bandoneón, dirección y arreglos; Osvaldo Manzi, en piano; Antonio Agri, en violín; Oscar López Ruiz, en guitarra eléctrica; Kicho Díaz, en contrabajo, además de doce violines, cuatro violoncellos, cuatro violas, vibráfono, campaneli, xilófono y voz soprano.

1968 fue el año de la presentación de la opereta María de Buenos Aires, con letra de Horacio Ferrer, la que grabó con orquesta y las voces de Amelita Baltar y Héctor De Rosas.

Al año siguiente, presentó, también con letra de Ferrer, Balada para un loco y Chiquilín de Bachín, definitivamente consagrados en sendas grabaciones con su orquesta y la voz del Polaco Goyeneche.

1969 fue también el año de la grabación de sendos discos de cuatro temas cada uno, uno de ellos con la voz de la actriz Egle Martín y otro instrumental, siendo los ocho temas pertenecientes a Astor, como asimismo el de la grabación de un concierto del quinteto en el teatro Regina, también integrado únicamente con temas de su inspiración.

Los años setenta resultaron de intensísima actividad, enmarcada en un proyecto musical de avanzada y en nuestra opinión, ya muy alejada de la esencia del tango, salvo un par de temas —Volver y El motivo— grabados a dúo de bandoneón con Troilo en 1970.

De esta década son, por ejemplo, entre los discos más difundidos, los titulados Pulsación, con orquesta, de 1970; Concierto para quinteto, en 1971; Música popular contemporánea de Buenos Aires, en dos discos de 1972; las grabaciones con el Noneto y la cantante Mina en 1973; Libertango, disco editado también en este año; Reunión cumbre Piazzolla–Gerry Mulligan, en 1974; Suite troileana, de 1975, escrito a poco de la muerte de Pichuco; Muralla china y Balada para un loco, largas duraciones de 1976; Piazzolla 77, Armaguedon y una grabación con conjunto electrónico en el Olimpia de París en el año siguiente; en 1978, editó el disco Piazzolla 78, con temas instrumentales de su pertenencia cuyos títulos refieren al mundial de fútbol jugado en ese año en la Argentina. También es de este año el disco larga duración publicado bajo el título Las cuatro estaciones, integrado precisamente por su obras Verano porteño, Otoño porteño, Invierno porteño y Primavera porteña.

Un repaso de las grabaciones que realizó en esta década permite concluir que la mayoría de ellas correspondieron a temas de su autoría. En los años ochenta buena parte de sus grabaciones provenían de actuaciones en vivo, dado que en lo posible procuraba evitar las para él ahora tediosas interpretaciones en los estudios. De ese origen es el álbum publicado en España bajo el título de Concierto para Quinteto, grabación de un concierto realizado en el teatro Gran Rex en diciembre de 1981.

En 1982, grabó con la participación de una segunda versión del quinteto y la voz del Polaco Goyeneche un disco larga duración con temas propios y dos tangos tradicionales: Cambalache y La última curda. En ese mismo año, este quinteto grabó un disco Instrumental, titulado Volver, el que pese a su título que podría interpretarse como una referencia al célebre tango de Gardel y Le Pera, en realidad estaba integrado también con temas sólo del director.

También en 1982, grabó como solista de bandoneón un disco con Georges Moustaki, integrado con cinco temas de este último, dos de ellos compuestos en colaboración con el propio Piazzolla.

Desde 1984, hasta el final de sus días, la vida de Astor fue un eterno peregrinar por el mundo. En 1985, el quinteto bajo su dirección grabó un larga duración con la cantante italiana Milva y en 1986, la misma agrupación presentó otro recordado disco: El exilio de Gardel, editado en ocasión de filmarse la película del mismo título.

1987 fue el año de la grabación del disco Nuevo Tango por parte de la reactivada segunda versión del quinteto, junto con Gary Burton, y finalmente en 1988 dio a conocer el disco Concierto para bandoneón y orquesta, ejecutado por la orquesta St. Luke’s dirigida por Lalo Schiffrin.

Ya en 1989, formó el que sería su último conjunto. Se trataba de un sexteto integrado por dos bandoneones, los que estaban a cargo de Julio Pane y él; el violoncello de José Bragato; el contrabajo, en manos de Héctor Console, y la guitarra eléctrica, encargada a Horacio Malvicino, mientras que como pianista se incorporó Gerardo Gandini, cuyo aporte resultó fundamental para el conjunto.

La curiosidad de este sexteto es que no incluía violín, exclusión de la que Astor pronto manifestó su arrepentimiento.

La presentación del nuevo conjunto se realizó a mediados del mes de abril de ese año en el club Italiano y de inmediato iniciaron una intensa gira por los Estados Unidos, presentándose en alrededor de veinte ciudades entre el 21 de abril y el 25 de mayo.

Luego realizó una presentación en Chile, en el teatro Oriente el día 6 de junio, ocasión en la que contó con Danel Binelli, como segundo bandoneón, en reemplazo de Julio Pane. Tres días más tarde actuó en el teatro Ópera de Buenos Aires y posteriormente, el 17 de junio, en el teatro Solís de Montevideo.

Luego de este último concierto, dio comienzo a una agotadora gira por Europa que se extendió por siete semanas. De regreso a Buenos Aires, el sexteto encaró una gira a Brasil, que abarcó desde el 20 de agosto hasta el 8 de septiembre y al regreso de ella, ya sin Console y Bragato, reemplazados por Ángel Ridolfi (luego en los años noventa contrabajista hasta su fallecimiento del octeto de Carlos Rondó) y Carlos Nozzi, respectivamente, emprendió una nueva gira por Europa, debutando el 18 de septiembre de ese año.

La última presentación del sexteto se produjo en el Salón Victoria de la ciudad de Ginebra, y en él Astor anunció al público su decisión de disolver el conjunto.

Piazzolla viajó a Nueva York, donde tocó el 25 de noviembre en el Lincoln Center con el Kronos Quartet y finalizó ese año de excepcional actividad presentándose el 11 de diciembre nuevamente en Suiza, en este caso en la ciudad de Lugano, sumándose a la Orchestra Della Svizzera Italiana, oportunidad en la que interpretó su Concierto para bandoneón.

En mayo de 1990, se presentó en Milán, Bologna, Peruggia y Udine junto con los cuatro músicos integrantes del Cuarteto de Cámara de Mantua y a mitad de junio viajó con ese grupo a Finlandia, a fin de actuar en el Festival de Ikaalinen.

El 3 de julio, en Atenas, brindó el que sería su último concierto. Ese día, junto con una orquesta de la capital griega dirigida por Manos Hadjidhakis, interpretó Tres tangos para bandoneón y orquesta, el Concierto para bandoneón y Adiós Nonino.

De ahí se trasladó con su esposa Laura Escalada a París, ciudad en la que en la mañana del 5 de agosto de 1990, cuando se disponía a asistir a una misa en la iglesia de Notre Dame, sufrió un derrame cerebral del que no se recuperó más.

Postrado ya definitivamente e incapacitado para hablar, no perdió sin embargo nunca el conocimiento ni la noción de lo que le acontecía. Trasladado a Buenos Aires, sobrevivió en esas penosas condiciones casi dos años más. Su calvario finalizó con su muerte el 4 de julio de 1992. El 11 de marzo anterior había cumplido 71 años.

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