Читать книгу De la economía digital a la sociedad del e-work decente: condiciones sociolaborales para una Industria 4.0 justa e inclusiva - Cristóbal Molina Navarrete - Страница 15

1. LA NUEVA ECONOMÍA

Оглавление

Ilustraré aquellos años a través de una historia personal que me ha acompañado de forma recurrente al abordar estos temas en conferencias. En 1999, tras dos cursos de Filología Hispánica en la Universidad de Granada, tomé la decisión de cambiar de carrera a Administración y Dirección de Empresas, una licenciatura que consideraba me podía abrir más puertas, no solo en el mundo laboral sino también proporcionarme más instrumentos para comprender un mundo que ya comenzaba a acelerarse con el cambio de siglo. Lo digital no nos era ajeno por aquel entonces pero su uso corriente aún era limitado. El paso del año 1999 al 2000 venía acompañado, como botón de muestra, del temido efecto 2000, aquel terror cuasi-primitivo a que los sistemas digitales se quedaran colgados por el cambio de dígito del milenio. Un cambio del 1 al 2 que algunos temían que podría llevarnos atrás un siglo colapsando nuestra civilización. No ocurrió nada, sin embargo. El verano de 2000, en mi primer año de estudios de empresa, tuve la oportunidad de asistir a un seminario que, con el título “La nueva economía”, se organizó, en la programación de Cursos de Verano de la Universidad Complutense en El Escorial, durante los días 17 a 21 de julio. En una de las sesiones, directivos de grandes empresas españolas, bien trajeados, de acuerdo con los usos corporativos, compartían una mesa redonda sobre la economía digital. En un momento dado, uno de ellos se puso en pie y con un resuelto ademán de imperturbable confianza se quitó la corbata anunciando que ya estábamos en la nueva economía, un nuevo tiempo, en el que los códigos habían cambiado. Sus acompañantes lo emularon, tomando como referencia improbable pocos años atrás a esos descamisados “hackers” que desde Silicon Valley y otros lugares de Estados Unidos habían comenzado a transformar el mundo.

¿Pero qué era aquello de la nueva economía? En diciembre de aquel año, cuando el valor de las empresas de Internet se seguía multiplicando en bolsa, la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE), que era una de las entidades organizadoras del curso, tuvo la gentileza de enviarnos a los asistentes un libro con los textos de las intervenciones de los ponentes. Siempre lo he guardado como una caja del tiempo que abrir años después para observar cómo habríamos cambiado. Han pasado 20 años y nos va a servir para desvelar qué preocupaba por aquel entonces a los directivos, qué se anunciaba.

De alguna manera, la nueva economía traía la promesa de un nuevo modelo económico en el que los ciclos habrían acabado, ya que Internet solo podría brindarnos incrementos en la productividad y en los niveles de bienestar. De pronto, desde startups hasta los gigantes de todas las industrias se encontraron con que podían convertir sus negocios en establecimientos abiertos 24 horas con unos costes reducidos, en modelos escalables y de alcance global. De este modo, el comercio electrónico se convertía en una de las grandes transformaciones, un comercio que se centraba más en la idea del Business to Business (B2B) que en el Business to Consumer (B2C). El comercio entre empresas a través de plataformas integradas que conformaban grandes marketplaces era una de las líneas más fructíferas, frente a la venta directa a los consumidores, la cual, si bien jugaba un papel importante, aún se enfrentaba a serios problemas de penetración de Internet, con nivel comparativamente muy bajos de conexión en relación con los que vivimos ahora. Además existía un fuerte choque cultural derivado de la visualización de productos en línea, frente a la experiencia en tienda, y de su pago telemático, que obligaba a compartir los datos de tarjeta de crédito, con la consiguiente vulnerabilidad y sensación de inseguridad.

En relación al comercio resultan reveladoras las palabras de Pablo Isla (2000), actual Consejero Delegado de Inditex y en aquel momento, cuando intervino en el seminario, Secretario General del Banco Popular Español. Afirmaba refiriéndose al comercio electrónico: “…lo que es cierto es que lo que es el consumo entre particulares, en la medida en que gran parte de ese consumo es superfluo, porque no es necesario para satisfacer las necesidades vitales, dicho consumo tiene un componente de placer que a lo mejor es muy difícil de sustituir. El placer que da el ir de compras en un momento determinado, con el hacer esas compras, a través de la red, porque no es que alguien se quiera comprar unos pantalones porque los necesite, sino que se los compra porque le apetece por algo, o de la marca tal, o le gusta ir a una tienda y ver qué pantalones le quedan bien”. (Isla, 2000.88-89).

Los modelos de negocio cambian, siendo la publicidad una de las principales vías de ingresos, un hecho que con todas las transformaciones que se han producido hasta nuestros días, sigue siendo fundamental a partir de una gestión de los datos, generando sin lugar a dudas problemas éticos y políticos relevantes (Veliz, 2021).

Se argumentaba también una reducción de los márgenes de las empresas dada la posibilidad de comparar oferta prácticamente en tiempo real, con los consiguientes beneficios para los clientes. Los proveedores de bienes y servicios por otra parte, podrían disponer de stocks mucho más saneados, acercando la producción a la realidad del mercado.

Uno de los grandes temas del momento era la construcción de infraestructuras, las compañías que proveían servicios de comunicaciones empezaban a instalar fibra óptica de forma masiva, levantando, como parte del recuerdo colectivo de aquel tiempo, un sinfín de calles para cablear las ciudades. La provisión de conectividad era un negocio central, de tal modo que las grandes operadoras como Telefónica crearon empresas como Terra para ofertar servicios de Internet. Se crearon también grandes conglomerados de empresas de telecomunicaciones que se fusionaban con proveedores de contenidos para ofrecer grandes portales de entrada a Internet. Se empiezan también a dar los primeros pasos para el acceso a Internet a través de la telefonía móvil, algo que a la postre supondrá uno de los principales cambios sociales y económicos de nuestro tiempo.

Desde el punto de vista político, estábamos a punto de cambiar las pesetas por euros en nuestros bolsillos, así como se acababa de celebrar el Consejo Europeo de Lisboa donde se planteaba situar a la Unión Europea en la vanguardia de la sociedad del conocimiento, conciliando innovación con creación de empleo. En relación con la gestión pública se comienza a hablar de “teleadministración”, probablemente uno de los pocos campos en los que España 20 años después se sitúa en posición de liderazgo en Europa.

El cambio de cultura organizacional era un factor ampliamente subrayado como indica Cercós (2000: 19) al afirmar que “hay que tener en cuenta que Internet no es un cambio tecnológico, es mucho más, es un cambio absolutamente estratégico y absolutamente conceptual”. Esta idea ha sido un elemento central al pensamiento que guía la transformación digital a lo largo del tiempo.

Finalmente cerramos este recorrido con el papel del empleo en esta nueva economía. María Benjumea (2000) de infoempleo.com hacía referencia al concepto de e-Empleabilidad vinculado a una necesidad de formación continua, a un constante reciclaje y adaptación a las nuevas tecnologías. Las cifras de creación de nuevos empleos estimaban que los trabajos relacionados con la tecnología, unidos a los de consultoría y otros vinculados a las nuevas tecnologías, representaban un tercio del nuevo empleo cualificado en España en el año 2000. Al igual que ocurre hoy en día, se subrayaba el déficit de personas cualificadas en este ámbito, al tiempo que realizaba una predicción sobre otros perfiles que serían necesarios para la economía más allá de los puramente técnicos (2000: 165): “Así, pasaremos de la necesidad que en este momento existe de tecnólogos a una creciente demanda de profesionales derivados de las áreas de humanidades, ciencias sociales e inclusive científicas. Y luego, posteriormente, de todos los especializados en la gestión, carreras de administración de empresas y también de postgrado empresarial”.

Todo ello se enmarcaba también en los conceptos más amplios de “Sociedad de la Información” y/o “Sociedad del Conocimiento” (Capurro y Hjørland, 2003). De acuerdo con Webster (1995), el concepto de sociedad de la información se puede analizar de acuerdo con cinco criterios:

1. Tecnológico, vinculado a la mera aplicación de tecnologías de la información en la sociedad;

2. Económico (Machlup, 1962; Boulding, 1966; Porat, 1977; Arrow, 1979);

3. Profesional (Bell, 1973; Porat, 1977);

4. Espacial, vinculado a la aparición de redes de información (Castells, 1989); y

5. Cultural, referido a la presencia de los medios en la sociedad.

Manuel Castells (2001: 1) comenzaba su libro The Internet Galaxy, con las siguientes palabras:

“The Internet is the fabric of our lives. If information technology is the present-day equivalent of electricity in the industrial era, in our age the Internet could be likened to both the electrical grid and the electrical engine because of its ability to distribute the power of information throughout the entire realm of human activity. Furthermore, as new technologies of energy generation and distribution made possible the factory and the large corporation as the organizational foundations of industrial society, the Internet is the technological basis for the organizational form of the Information Age: the network”.

Este es el contexto de la “nueva economía”. Cambios que no cayeron en saco roto pero que la especulación bursátil opacó silenciando de alguna manera la transformación constante e imparable de nuestro mundo digital.

De la economía digital a la sociedad del e-work decente: condiciones sociolaborales para una Industria 4.0 justa e inclusiva

Подняться наверх