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6.4. Discriminación múltiple

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La discriminación múltiple hace referencia a aquellas situaciones en donde interactúan, de forma simultánea, diferentes factores de discriminación, que acaban produciendo tipos específicos de exclusión social. Dicho en otros términos, son aquellas situaciones donde la suma de varias entidades (edad, sexo, orientación sexual y origen étnico, religión o discapacidad) acaban produciendo más de una discriminación.

Los organismos internacionales recomiendan promover los derechos humanos y las libertades fundamentales de todas sus víctimas, y aplicar una perspectiva de género que reconozca las múltiples formas de discriminación que pueden afectar a las mujeres, ya que el disfrute de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales es indispensable para el desarrollo de las sociedades en todo el mundo, donde las mujeres solicitantes de asilo son las que más propensas están de sufrir esta discriminación.

EJEMPLO 9. Discriminación múltiple

En las mujeres solicitantes de asilo el cruce de la variable género con otros factores de discriminación tales como la raza, etnia o color, lengua, religión, creencias, edad, orientación sexual o discapacidad, puede hacerlas especialmente vulnerables a la discriminación de género agravada por la discriminación racial, la xenofobia y otras formas relacionadas de intolerancia y marginación.

Otro ejemplo, entre tantos, es el caso de una mujer de una minoría étnica, que puede ser objeto de discriminación por razón de sexo y, a su vez, por su origen racial o por una combinación de ambas.

La discriminación múltiple se encuentra patente, a su vez, en mujeres con discapacidad y mujeres en situación de vulnerabilidad, tales como mujeres reclusas y exreclusas, mujeres prostituidas y víctimas de trata, mujeres dependientes del consumo de sustancias tóxicas, mujeres mayores y familias monoparentales.

Una doble carga: la de ser mujer y además migrante

Los empleos que ocupan las migrantes se concentran en los sectores menos reglamentados (por ejemplo, la agricultura, la industria del sexo o el trabajo doméstico), razón por la cual estas son más vulnerables que los hombres migrantes a la explotación y al trato desigual. Además, las migrantes son las que suelen ocuparse del servicio doméstico no solo en los países de Europa Oriental, sino también en los Estados del Golfo y los países asiáticos con ingresos medios y altos. En los países que forman parte del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG), las migrantes, que proceden sobre todo de países del Asia Meridional y Sudoriental, representan entre un 20 y un 40 % aproximadamente de la mano de obra migrante. Hay muchas mujeres de esas zonas trabajando también en el Líbano y Jordania (en 2000, 35.000 mujeres procedentes de Sri Lanka y 7.000 de Filipinas trabajaban en el servicio doméstico de Jordania).

Aunque sus condiciones de trabajo varían mucho, estas trabajadoras son especialmente vulnerables a la discriminación, la explotación y los abusos de todo tipo, incluidos el acoso, la violencia de los empleadores y la coacción de las agencias de empleo, el trabajo forzoso, salarios bajos y una cobertura social insuficiente. La discriminación salarial por motivo de nacionalidad también es corriente en muchos países de Asia y de Oriente Medio (mientras las trabajadoras de Filipinas ganan salarios relativamente altos, la mayoría de las mujeres de Indonesia y Sri Lanka no cobran el salario mínimo).

La discriminación también afecta a las migrantes con calificaciones, especialmente a las que pertenecen a minorías raciales o étnicas. En el Canadá, por ejemplo, varios estudios muestran que las migrantes universitarias y pertenecientes a minorías visibles reciben ofertas de empleo y salarios inferiores a sus pares hombres o a las mujeres no minoritarias con el mismo historial académico.

Ello obedece a una serie de obstáculos institucionales que dificultan el reconocimiento de los títulos y las licenciaturas extranjeras, y a unas prácticas de contratación sesgadas en el lugar de trabajo.

Fuente: ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS, La mujer en el mundo, 2005. Progreso en las estadísticas, Nueva York: ONU, 2006.

A pesar de todas estas definiciones, la ausencia de discriminación no es suficiente para abordar la igualdad entre mujeres y hombres, dado que se sigue arrastrando la traba de muchos años de desigualdades. No cabe duda que los obstáculos que las mujeres se encontraban hace algunos años atrás han desaparecido, en parte; sin embargo, existen situaciones que no demuestran la igualdad. Ejemplo de ello es la dificultad o la prohibición que tiene el colectivo femenino para acceder a una formación académica o, simplemente, a un puesto de trabajo.

La carrera desigual

«Imaginemos una carrera en la que a algunos corredores se les ha asignado una pesada carga porque pertenecen a un determinado grupo. A causa de este hándicap el corredor medio con carga quedará rezagado del corredor medio sin carga, aunque algunos corredores con carga adelantarán a algunos corredores sin carga. Ahora supongamos que alguien agita una varita mágica y que las cargas desaparecen de las espaldas de todos los corredores. Si los dos grupos de corredores son iguales en capacidad, la principal diferencia entre los grupos con carga y sin carga deja de aumentar, pero aquellos que sufrían por la discriminación previa nunca se equipararán. Si se pudiera pasar el relevo a sus hijos, no habría igualación de la carrera ni siquiera a través de generaciones. La carrera solo podría volverse limpia si cada uno fuera obligado a parar y comenzar de nuevo en la misma línea de salida, si todos los que no llevaban carga fueran obligados a cargar peso hasta que las diferencias en el promedio de ejecución de grupos desaparecieran o si quienes habían sufrido desventajas en el pasado recibieran privilegios especiales hasta que se equiparasen».

Fuente: Thurow, L., «A theory of groups and economics redistribution», Philosophy and Public Affairs, vol. 9, núm. 1, 1979, pág. 35.

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