Читать книгу Cómo vencer los temores y fortalecer la salud emocional - Enrique Chaij - Страница 13
Dolor y temor
ОглавлениеMientras el antiguo patriarca Job sufría “de una llaga maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de su cabeza,... y tomaba una teja para rascarse con ella”, pronunció las sentidas palabras que describen el dolor de su cuerpo y de su alma. Dijo él: “El temor que me espantaba me ha venido, me sucedió lo que temía. No tengo paz, ni quietud, ni descanso; solo turbación” (Job 2:7,8; 3:25,26).
El sufrimiento histórico de Job descubre la realidad humana de todos los tiempos: la existencia universal de la adversidad. Y cuando el dolor es profundo, produce mayor tensión y desconcierto. Entonces nos preguntamos confundidos: “¿Por qué me tuvo que pasar esto? ¿Qué hice de malo para merecer esta prueba o esta enfermedad? ¿Por qué Dios la ha permitido?” Y con frecuencia la respuesta no aparece... Y en medio de la confusión mental y el sufrimiento físico, puede aumentar la angustia; como también pueden nacer la esperanza y la confianza en Dios. Tal fue la profunda experiencia de dolor, de temor y de fe que le tocó vivir al patriarca Job.
Job no tuvo a menos reconocer que le “sucedió lo que temía”. Quizá en un momento de su vida habrá presentido que alguna vez podría sufrir un golpe así. Y aunque esto pudo haber preparado su espíritu, igualmente cuando le llegó el infortunio, confesó con franqueza: “No tengo paz, mi quietud, ni descanso”. Durante un buen tiempo fue incomprendido por sus amigos y su propia esposa. Un hondo temor se apoderó de su alma, al pensar que su dolor no tendría fin.
Nació la esperanza
Pero mientras Job seguía sufriendo y temiendo, despojado de todos sus hijos y sus bienes, la esperanza fortaleció su corazón. Y confiadamente declaró: “El Señor dio, y él quitó. ¡Bendito sea su nombre!” (Job 1:21). Y más tarde, como expresión de absoluta confianza en Dios, él dijo: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre la tierra. Y después, revestido de mi piel, estando en mi cuerpo, veré a Dios. ¡Yo mismo lo veré! ¡Mis propios ojos, y no otro!” (19:25-27).
La certeza y la seguridad en Dios prevalecieron en el ánimo de Job. Tuvo temor y gran dolor, pero también tuvo una indeclinable confianza en Dios. Y superada su desgracia, hizo esta notable confesión: “Yo hablé de lo que no entendía, cosas tan maravillosas que no las puedo entender... De oídas te había conocido. Pero ahora mis ojos te ven” (42:3,5).
Después de su enfermedad y sus íntimos temores, el buen patriarca llegó a tener una comprensión más profunda del amor y del cuidado de Dios. Antes había conocido al Señor “de oídas”, pero luego tuvo una visión más esclarecida de lo que Dios significaba para su vida. Si antes Job había sido un hombre de fe, ahora pasó a ser un gigante ejemplar de espiritualidad y de amistad con Dios.
¿Te encuentras por acaso padeciendo algún dolor, y el miedo no te deja vivir en paz? De ser así, recuerda la experiencia de Job. Pero sobre todo, recuerda al Dios de Job, que también es tu Dios, tu Padre amante que quiere colmarte de bendición. Él desea que seas feliz y que tengas paz en tu corazón. Para ello, te invita a depender de él mediante la fe sincera. Entonces, tus penas y tus temores se desvanecerán, y podrás terminar mucho mejor de lo que eras antes de tu adversidad... Como le pasó a Job, a quien “el Señor quitó su aflicción y duplicó lo que Job había poseído” (42:10).
Cuando alguna contrariedad estremezca tu alma, ahuyenta tus temores por medio de la esperanza cristiana. ¡Y el sol de un nuevo día brillará en tu ser!