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Los ataques de pánico

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Por último, citemos esta extraña y compleja cara del temor. Se trata de un miedo agudo, de un espanto repentino en el cual la víctima se siente morir. Aunque afecta más a menudo a la mujer, el hombre no está libre de padecerlo.

Este mal, cada vez más frecuente, puede afligir a personas del mundo artístico, empresarial y deportivo, o de otra extracción laboral. Puede aparecer en el hogar, en el lugar de trabajo, o en el sitio y el momento menos pensados. Quizá la persona se encuentra en medio de su rutina diaria, y de repente comienza a sentir una sensación de miedo agudo, con falta de aire y dolor en el pecho. Tal vez se desvanezca y caiga al suelo. Nunca antes le había ocurrido algo semejante. Por lo tanto se asusta de veras, y comienza a pensar que puede tratarse de un ataque cardíaco, de un derrame cerebral, o de algún otro problema serio de salud.

Una vez atendida, la persona comprende qué le pasó realmente, y poco a poco se va tranquilizando, aunque se pregunte por qué le vino esa angustiosa crisis de pánico, y si no le volverá en lo futuro.

¿A qué se deben estos ataques?

Suelen deberse a factores externos, tales como un colapso social y económico del país, el fallecimiento de un ser querido, una exagerada sobrecarga laboral, una convivencia traumática en el trabajo, una amenaza peligrosa de parte de un enemigo… Son numerosas las causas externas que pueden provocar en un alma agobiada esta temible crisis de pánico.

Y estos factores pueden incidir tan profundamente sobre la persona predispuesta, que terminen por producirle diversos sentimientos de temor, inseguridad, desaliento y una vaga sensación de debilidad interior. A partir de entonces, el ataque de pánico puede aparecer inesperadamente.

El tratamiento adecuado y el apoyo afectivo constituyen una buena terapia para este mal, típico de estos tiempos posmodernos, cuando el estrés y la ansiedad habitan en tantos corazones. Pero, considerando que toda forma de temor es un problema básicamente emocional –cuando no también espiritual–, se impone el remedio de la fe y la confianza en Dios.

El creyente sincero, que convive con Dios y se apoya constantemente en él, reduce sus temores, ordena su vida y acrecienta su fortaleza emocional. Los factores arriba mencionados pierden su fuerza negativa, y en su lugar aparece el poder divino como la mejor terapia del alma. Así dijo el antiguo profeta: “El Señor es bueno, es fortaleza en el día de la angustia, y conoce a los que confían en él” (Nahum 1:7).

Cómo vencer los temores y fortalecer la salud emocional

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