Читать книгу Cómo vencer los temores y fortalecer la salud emocional - Enrique Chaij - Страница 22
Los sustos
ОглавлениеAquí estamos en presencia de otra cara del temor. Los sustos son inevitables, y dependen mayormente de factores externos a nosotros mismos. Un susto es una impresión repentina y pasajera de miedo. O dicho más claramente, es un temor repentino, imprevisto, intenso y fugaz.
1) Es repentino porque se manifiesta súbitamente. No se elabora ni se gesta con el tiempo. Aparece en el momento menos pensado, y por los motivos más extraños: desde una laucha en el dormitorio o una gran araña sobre la cama, hasta un choque vehicular que sucede a nuestro lado.
2) Es imprevisto, porque no se lo puede anticipar. Nadie puede imaginar que a cierta hora del día o de la noche padecerá de algún susto. Y aunque alguien afirme: “No gano para sustos”, con eso no podrá decir que necesariamente sabe que hoy sufrirá algún susto perturbador. Y esa imprevisibilidad es una ventaja, porque nos libra de cualquier morboso presentimiento o premonición.
3) El susto también es intenso, por lo menos casi siempre. Algunos hasta se han muerto debido a la intensidad de un susto. Por eso, quien piense que es una “gracia” o “una broma ingeniosa” asustar a un compañero, piense más bien que se trata de una broma de mal gusto, o de una burla sin sentido. A menudo, un susto corta el aliento y hasta oprime el corazón. ¿Por qué entonces provocar intencionalmente estos efectos en perjuicio del prójimo?
4) Por fin, todo susto es fugaz o pasajero. No suele durar más que un instante de variada extensión. No obstante, es como la breve descarga eléctrica, capaz de dañar y de matar. Por cierto, la persona asustadiza retiene por más tiempo el efecto del susto; y además es proclive a padecerlo con mayor frecuencia y por una causa más leve.
¿Cuáles son los motivos más comunes que te llevan a asustarte? ¿Es algún ruido de la noche? ¿Es la posibilidad de algún accidente de tránsito, parecido al que tuviste el año pasado? ¿Es que te asalten en plena vía pública, y eso te hace salir muy poco de tu casa? ¿O será que temes recibir alguna mala noticia sobre tu hijo ausente, o acerca de tu trabajo? En tal caso, es oportuno recordar las palabras del salmista bíblico, quien dice que el justo “no temerá las malas noticias, su corazón está firme, confiado en el Señor” (Salmo 112:7).
En realidad, no importa cuál pudiera ser el motivo de nuestros sustos, la confianza en Dios y el encomendarse siempre a su cuidado paternal, es un modo eficaz de atenuar los efectos de un susto, y un modo también de ganar en fortaleza y valor. Así que, si alguna vez dijiste: “Casi me muero de susto”, ahora, pensando en la compañía protectora de Dios, podrás decir con gratitud: “¡Él me libró de un terrible susto!”
Cuando alguna circunstancia negativa te asuste, eleva con fe tu pensamiento a Dios, y conservarás la tranquilidad del buen creyente. Y con tu fortaleza espiritual, podrás asistir y alentar al alma asustadiza que se encuentre a tu lado.