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Realidad preocupante

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Nuestro mundo está enfermo de temor. Mucha gente se levanta y se acuesta cada día con su cabeza llena de miedos. No tienen tranquilidad en su corazón. Son almas abrumadas por su falta de valor para vivir confiadamente.

Ya lo había anticipado el gran Maestro: “Los hombres desfallecerán por el temor y la ansiedad de lo que vendrá sobre la tierra” (S. Luces 21:26).1 Tal es la realidad que podemos observar hoy en las grandes ciudades, como también en las zonas menos densamente pobladas. Con acierto, el reconocido psiquiatra Ernesto Jones escribió: “No hay en el mundo mayor necesidad que la de la liberación del temor”.

Todos tenemos nuestros temores. Desde la mujer que está por dar a luz, hasta el anciano que transita su recta final; desde el hombre más decidido, hasta el niño que se aferra a su padre en busca de seguridad... Todos por igual, aunque con variada intensidad, anidamos nuestros propios miedos en la intimidad de nuestro ser. A veces, de modo manifiesto; a menudo, encubierto. Pero todos tenemos algún temor que quisiéramos derrotar...

Temor en los hogares

En todas las ciudades, ni bien se pone el sol y baja la noche, se aseguran las puertas de cada vivienda. Sus habitantes se encierran sin suficiente garantía de protección. Se colocan puertas blindadas y cerraduras adicionales. Las rejas protectoras son cada vez más altas, y se instalan alarmas domiciliarias, cercos electrificados y cámaras ocultas de seguridad. Todo esto, sin contar las cabinas de vigilancia que abundan en la ciudad, y la patrulla policial que recorre las calles de la planta urbana.

Pero a pesar de ello, la gente conserva el temor y la desconfianza. Cuando salen de su casa, miran cuidadosamente hacia todas partes, y cuando entran hacen lo mismo, temiendo la peligrosa aparición de algún delincuente. ¡Cuán insegura, complicada y costosa se nos ha vuelto la vida moderna!

Así se encuentra nuestro mundo. Impregnado de inseguridad y de temor, sin la tranquilidad necesaria para disfrutar de paz y de bienestar espiritual. En reemplazo, prevalecen el recelo y el aislamiento. El trato con el extraño virtualmente no existe, y el individualismo crece como herramienta de autodefensa.

Aun entre los niños

A menudo, el temor se fabrica dentro del propio hogar, a través de lo que ven los hijos más pequeños. Me refiero a los programas televisivos de terror y a las imágenes de violencia, guerras, muerte y destrucción que abundan en la pantalla chica del hogar. Dichas imágenes inciden sobre la mente y el comportamiento de los niños, quienes como resultado se vuelven más irritables, asustadizos y agresivos. Todo, debido a lo que parece tan entretenido, pero en realidad tan nocivo.

Y lo que decimos sobre la influencia de tales programas televisivos, es igualmente válido para toda otra pantalla electrónica, sembradora de los mismos contenidos. Es imposible que los niños no se vuelvan temerosos, cuando se alimentan con la comida descompuesta de la guerra, la violencia, el terror y la muerte. Durante años se negó esta incidencia televisiva. Pero hoy, ante esta influencia perjudicial sobradamente demostrada, ¿quién podría seguir negándola, y creer ingenuamente que lo que vemos no deja huella en la mente?

¿Sientes alguna clase de temor en tu corazón? Fíjate qué imágenes entran por tus ojos. ¿O tus hijos suelen tener diversos tipos de miedo, y esto les afecta su conducta y su rendimiento escolar? Entonces observa qué miran en el televisor o en la pantalla que tienen más a mano. Tu oportuna intervención podrá ofrecerles la mejor ayuda para su personalidad en formación.

Cómo vencer los temores y fortalecer la salud emocional

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