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La angustia

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La angustia es la impotencia y la desesperación frente a una situación problemática que no se sabe cómo resolver. Es el temor que espanta ante un grave peligro o una amenaza de muerte. Es el dolor profundo del alma que busca un poco de paz espiritual. O es también la orfandad interior, que sobreviene por la pérdida de un ser amado.

¿Te ha tocado alguna vez sufrir estas formas de angustia? En tal caso, ¿cómo superaste tu dolor? ¿Seguiste algún consejo o alguna terapia en particular? Si ahora mismo estuvieras padeciendo algún grado de esta zozobra en tu ánimo, te ofrezco este ejemplo alentador:

B. Whitelock, embajador inglés en La Haya, debía realizar una delicada tarea diplomática, en la que estaba en juego el prestigio de su país. Un desacierto en la argumentación, o una falta de prudencia en su comportamiento, podría comprometer seriamente a su gobierno. Así que la noche anterior a su importante entrevista le fue muy difícil conciliar el sueño.

Y mientras el diplomático se movía nerviosamente en su cama, su asistente entró en la habitación para preguntarle cómo se sentía. Y el angustiado embajador le comentó cuán difícil se presentaba el horizonte. Entonces el asistente le dijo:

–Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?

–¡Claro que sí!

–¿No gobernaba Dios en el mundo antes de que usted naciera?

–¡Indudablemente! –respondió el embajador.

–¿Y no gobernará Dios bien el mundo cuando usted parta de él? –volvió a preguntar el asistente.

–Así lo espero –fue la respuesta.

–Entonces –terminó diciendo el asistente–, ¿no puede usted confiar en que Dios gobernará bien el mundo mientras usted viva en él?

Tras estas palabras, el diplomático se dio vuelta en su cama, y en seguida se quedó dormido. Desapareció así la angustia que lo desvelaba. El asistente le hizo ver que no había razón para perder el sueño, y que por encima de los problemas humanos siempre hay un Dios que rige sobre los acontecimientos de la vida, y de cuya providencia podemos depender cada día.

Sí, hay momentos cuando es imposible evitar la angustia. Pero cuando la angustia nos duele y nos atemoriza, es sabio recordar que podemos acudir a Dios en busca de ayuda. Así lo reconoció el rey David, cuando le dijo a Dios: “Tú eres mi refugio, me guardarás de angustia, con cantos de liberación me rodearás” (Salmo 32:7). Y más tarde escribió: “Este pobre clamó, y el Señor lo oyó, y lo libró de todas sus angustias” (34:6).

Nuestro Padre celestial es el vencedor sobre todas nuestras angustias y aflicciones. Ante los peligros y los miedos de la vida, él nos da paz y protección. Así que nunca desesperemos, pensando que nos puede ocurrir lo peor. Más bien, digámosle a Dios con fe: “Tú eres mi refugio y mi fortaleza, mi Dios en quien confío” (91:2). ¡Él es nuestra salida para todas nuestras angustias!

Cómo vencer los temores y fortalecer la salud emocional

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