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La ansiedad

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Esta es una de las caras o facetas más comunes del temor. A veces se trata simplemente de un excesivo sentido de responsabilidad, que llega a la obsesión por terminar una tarea con prontitud y excelencia. Esto provoca que el ansioso se sienta molesto cuando las personas que tiene a su lado no actúan de igual manera. Y así nacen las diferencias y las discrepancias de criterio en el ámbito laboral, o aun en el propio círculo familiar.

Como resultado, esas diferencias determinan incomodidades sociales. Se hace difícil la convivencia armoniosa entre el ansioso y el que no lo es. ¡Cuántos esposos y amigos ven resentida su relación cotidiana por causa de la ansiedad de uno de ellos! Y en el caso de que ambos pecaran de ansiedad, se desgastarían en detalles y desencuentros propios de su particular modo de ser.

Otra cualidad del ansioso es que se adelanta excesivamente a los hechos. Es clásico el caso de aquella madre que sufría y temía por el futuro de su hija. “¿Qué carrera seguirá, y con quién se casará?” se preguntaba con ansiedad. Y su hija era apenas una pequeña niña de ¡cuatro años de edad! ¿Te parece que esa madre estaba en lo correcto con semejante actitud tan anticipada? Pero ella creía que era una virtud el preocuparse con tanta antelación por el porvenir de su hijita.

Otro ejemplo típico de ansiedad lo encarna la persona que está todo el tiempo hablando por su teléfono móvil o celular. Jamás se separa de este aparato, y siempre está haciendo alguna llamada a alguien, a menudo sin importancia ni necesidad. Pero la persona está ansiosa por hablar o comunicarse con alguien, quizá para combatir cierta soledad, o bien por una compulsión que no consigue controlar. En el fondo, se trata mayormente de un temor inconsciente a quedarse aislado, por no estar en constante comunicación con los demás, ya sea un familiar, un amigo, o cualquier otro de sus allegados.

En busca de paz

Además, la persona ansiosa no tiene seguridad interior. Quisiera ser dueña de su futuro, y dominar los años venideros. Pero como esto es imposible, aparece entonces la inseguridad, como un componente más del temor del corazón. A lo cual se le suma la insatisfacción, la intranquilidad, la impaciencia y el no saber esperar. Al respecto, cuán sabias son las palabras de San Pedro: “Echad toda vuestra ansiedad sobre él [Dios], porque él cuida de vosotros” (1 S. Pedro 5:7).

A la luz de esta declaración bíblica, al escritor citado en el comienzo del capítulo, podríamos decirle: “¡Duerma tranquilo! ¡Deje de pensar ansiosamente en qué momento ha de cantar el gallo! Su ansiedad lo está destruyendo. Usted necesita descansar bien durante la noche, para vivir mejor durante el día”. Quien desee ayudar con éxito a una persona ansiosa, debería utilizar mucha comprensión y empatía, a fin de que su palabra sea escuchada con respeto y atención.

Este apoyo psicológico acertado despertará la iniciativa del ansioso, quien, con disposición favorable, intentará controlar sus sentimientos y modificar su conducta. Por el contrario, un trato incomprensivo y reprochador no logrará ningún beneficio, sino más bien expondrá la debilidad del ansioso, y aumentará su temor de fracasar si intentara cambiar.

¿Sufres de algún grado de ansiedad? ¡Cambia tu nerviosismo y agitación por tu confianza en Dios! Acércate a él, pídele su ayuda, y obtendrás la victoria.

Cómo vencer los temores y fortalecer la salud emocional

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