Читать книгу Trilogía completa "Un gin-tonic, por favor" - Estrella Correa - Страница 17
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QUIERO QUE VUELVAS A MÍ
Tras varios días, Sara y yo hemos vuelto a la normalidad y todo está mucho más tranquilo. Fernando me ha estado llamando dos veces al día, pero no le he cogido el teléfono. No tengo ganas de que me grite y me hable de Alejandro. A él no le importa con quién salgo, y si le importa ya puede dejar de preocuparse. He terminado con él. Bueno, él ha terminado conmigo. Ese pensamiento me deprime.
Por la tarde voy a mi clase de yoga y me siento mucho más tranquila. No he podido olvidar al cabrón enchaquetado, pero estoy haciendo grandes progresos. Anoche sólo soñé tres veces con él. Bastantes menos que el resto de la semana. Ignoro a Jose que no ha dejado de mirarme durante el tiempo de gimnasio, pero no se ha acercado a mí. Un gran paso si tenemos en cuenta que el martes quiso que habláramos en los vestuarios de señoras. Afortunadamente, una mujer bastante mayor se escandalizó al ver a aquel hombre dentro del santuario femenino y, chillando cual grillo enjaulado, lo echó de allí a patadas. Gracias señora de pelo blanco convertida en bicho escandaloso y gritón.
Salgo de yoga y decido correr en la cinta. Soltar adrenalina me vendrá bien para poder dormir esta noche. Paro después de ocho kilómetros, me ducho, me visto y, aún con el pelo mojado, salgo del local con la moral bastante más alta. Me siento bien. La alegría me dura poco. En la puerta me encuentro con Jose. Me está esperando, lo sé. No tengo escapatoria.
—Dani, espera. Tengo que hablar contigo —me corta el paso y se pone frente a mí.
Suspiro. Me resigno. Mejor termino con esto de una vez y vengo a las clases de yoga a relajarme, no a salir más alterada de como entré. Me cruzo de brazos.
—Perdóname, la cagué... —mucho, pero ya no importa, me digo.
Se acerca demasiado a mí. Otro. ¿Tengo un imán para los hombre que no me convienen? Me coge por los hombros con las manos.
—Lo siento…
Acerca sus labios peligrosamente a los míos y yo sólo puedo preguntarme si tengo un cartel en la frente donde pone "besos gratis". Levanto la mirada. Pero sólo puedo ver al hombre que está detrás de él y que se acerca a grandes zancadas hacia nosotros encolerizado y embravecido. No reacciono. A continuación este coge a Jose de los hombros, tira bruscamente de él y lo aparta a un lado.
—No vuelvas a acercarte a ella —ladra Alejandro.
No salgo de mi asombro. De dónde ha salido y qué coño hace aquí. Por qué se porta de esta manera tan irracional y por qué está tan enfadado.
—¿Pero quién cojones eres? —le reta Jose con la mirada.
—¡No vuelvas a tocarla! ¿Me has entendido?
El monitor de gimnasio hormonado se envalentona y se abalanza sobre él. Alex lo esquiva, se vuelve, le da un puñetazo en la cara y lo tira al suelo. Yo aún no me he movido de mi sitio. Esto no puede estar pasando. La sangre se detiene en mis venas. Jose se toca la nariz y está sangrando. El color rojizo me hace reaccionar y me asusto.
—¡Estás loco! —le grito al agresor indignada.
Me agacho para ayudar a mi amigo, saco una toalla de mi bolsa de deporte y le limpio la cara. El ogro que tengo delante, y al que desconozco totalmente, sigue de pie a nuestro lado respirando con dificultad.
—Tranquila, Dani. Estoy bien —vuelvo mi atención al golpeado.
Nos levantamos. Los dos se retan con la mirada y Jose me pregunta si quiero que me acompañe a casa. Está seguro de que dejarme sola con este hombre de las cavernas no es buena idea. Se lo agradezco, pero no hace falta.
—Estoy bien. No te preocupes.
Se resigna. No tiene intención de suplicarme. Su orgullo ya está lo bastante dolido por hoy. Vuelve a mirar a Alejandro.
—Ya nos veremos —le advierte—. Esto no ha terminado aquí.
—Puedes estar seguro.
*******
Seis años antes.
Estoy profundamente dormida, pero mi estado de alerta nota cómo la cama se hunde y unos brazos me rodean la cintura. Siento su calor y su respiración en mi cuello. No me asusto. Sé perfectamente de quién se trata. Me muevo un poco.
—Estoy aquí, nena —me abraza más fuerte—. No puedo separarme de ti.
No estoy segura de si es real o un sueño maravilloso, pero dejo que la ilusión se salga con la suya y suspiro de emoción. Vuelvo a estar donde quiero. Vuelvo a estar donde necesito. En los brazos de la persona más importante de mi vida.
Abro un poco los ojos y siento como sus brazos me rodean. Su cuerpo me da calor y el latido de su corazón me tranquiliza. La oscuridad de la noche nos envuelve, pero puedo ver que está completamente dormido. Me giro un poco y lo observo. ¿Dónde has estado durante todo este tiempo...? Me encanta verlo tan relajado. Tiene cara de cansado, pero su respiración es acompasada y proporcionada. No debe haber dormido mucho durante los últimos días.
No puedo dejar de suspirar pensando lo guapo que es. Su pelo oscuro alborotado. Sus mejillas sonrosadas, sus carnosos labios... Acerco mi mano derecha y acaricio su labio inferior, es suave y esponjoso. Son muy apetitosos. Y los he echado mucho de menos. Tanto que ahora tengo que pellizcarme para comprobar que no estoy en medio de uno de los sueños que me han acompañado las últimas madrugadas, y que es cierto que lo tengo junto a mí. Le acaricio el brazo, el cuello, el pecho, el abdomen... Necesito tocarlo y asegurarme de que es real, que está conmigo y no me va a volver a abandonar. Me arrullo contra su cuerpo y vuelvo a caer en un profundo sueño.
Despierto con la luz del día. El sol entra por la ventana llevándose la oscuridad de la noche. La alegría que he sentido durante la madrugada me dura el tiempo de darme cuenta de que estoy sola en la cama. Parpadeo un par de veces, alargo el brazo y mis peores pesadillas se hacen realidad. Lo de anoche fue un sueño y sólo en él dormí rodeada por los brazos de Álvaro.
Escucho un ruido en el baño y me asusto. Me tapo con la sábana, pero me doy cuenta de que lo más probable es que no sea anti balas ni anti ladrones violadores de Danis. Saco la cabeza y veo la puerta del baño un poco abierta y la luz encendida. Me levanto, temblando y de puntillas me dirijo al aseo para ver qué es lo que ocurre. Tal vez lo de anoche no fue un sueño. «Aún hay esperanzas».
Y no, no lo fue. Pero prefiero mil veces a un asesino violador de Danis dispuesto a matarme con un cuchillo en la mano, a lo que están viendo mis ojos. Desde luego la hoja de un cuchillo desgarrándome el corazón dolería muchísimo menos.
Álvaro tirita sentado sobre las frías baldosas del baño, tiritando sobre las frías baldosas, arrinconado en una esquina, totalmente encogido, agarrándose las piernas con fuerza y la cabeza entre ellas. Su llanto y sollozo me descolocan. Entran por mis oídos y explotan en mi estómago como si un rayo me cruzara entera. No me siento las manos, ni las piernas. Sólo puedo sentir los latidos de mi corazón rebotando en mi cabeza. Nunca, jamás, he tenido tanto miedo.
Me acerco a él. Literalmente corro hasta agarrarlo y lo abrazo todo lo fuerte que puedo. No lloro. No me sale. Mi estado de shock no me deja reaccionar de otra manera. El abrazo dura horas mientras él llora y se desahoga sin decir ni una sola palabra.
Pasan varios días desde que viera al amor de mi vida destrozado sobre el suelo del baño de su ático sufriendo de esa manera. He intentado hablar con él varias veces, pero cambia de tema y se enfada. Está muy irascible. No le puedo decir nada. Todo le molesta y le sienta mal. Hay días que no nos vemos. Y hay otros que, aunque estemos físicamente juntos, percibo que está muy lejos de mí. No encuentro la forma de que se abra y me deje ayudarle. No sé absolutamente nada de lo que ha ocurrido. Por qué se fue. Por qué ha vuelto siendo otra persona. Por qué no quiere contarme nada y, la pregunta que más miedo me da, por qué se está alejando de mí.
Las últimas semanas han sido duras. Álvaro quiere distanciarme de él, pero no lo va a conseguir. Estoy decidida a seguir luchando por lo nuestro. Le avergüenza que lo vea tan destrozado. Lo sé. Pero no voy a irme a ninguna parte. Sólo espero que entre en razón y me deje ayudarlo, antes de que sea demasiado tarde. Anoche, después de que me hiciera el amor de manera lenta y apasionada, y cuando creía que lo tenía un poco más cerca de mí, se me ocurrió hacer la sugerencia de que tal vez necesite un profesional para ayudarle a superar estos momentos. La cagué. Mucho. Muchísimo. Se puso como un loco, como una fiera. Aún estábamos desnudos cuando empezó a chillarme, descontrolado, endemoniado. Me asusté tanto que empecé a llorar y me acurruqué encogida entre las sábanas. Estábamos en su casa, si hubiéramos estado en la mía, hubiera salido corriendo a pedir ayuda a mi compañera de piso.
Necesitaba un nuevo refugio. El antiguo, él, había desaparecido en algún lugar del universo infinito, ¿dónde estás Álvaro? Quiero que vuelvas a mí.