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Evolución de las ideas en el Perú

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«En el contexto hispanoamericano, el Virreinato de Lima representa la defensa de una postura fidelista. La actitud beligerante de Abascal, y la de Pezuela más tarde, procuran la afirmación del poder real en Quito, en el Alto Perú, en Buenos Aires, en Chile»21.

Tanto Abascal como Pezuela comprenden que el movimiento revolucionario emancipador está en aumento, que los indios, los cholos y los criollos, como ellos los llaman, desertan continuamente de las tropas realistas, y vuelven a sus tareas agrícolas o buscan emplearse en otros trabajos, cuando no, en el momento dado, se incorporan a los ejércitos de los libertadores. Así lo dicen uno y otro virrey en sus respectivas “Memorias”, al final de sus mandatos.

Las élites son pensantes y actuantes, mientras que el pueblo, tantas veces, se lanza al ruedo intuitivamente, como ocurrió en el proceso independentista. Así, «la montonera representaba un intento democrático de expresión de sectores sociales provincianos, pequeños y medianos propietarios y trabajadores desposeídos»22. Así, también, «la participación del pueblo en las guerrillas es evidente. En la sierra y en la costa compusieron las partidas campesinos pobres, mineros, arrieros, pequeños comerciantes y pequeños propietarios, esclavos cimarrones. En lo fundamental, pobladores de origen étnico indígena y cuyas reivindicaciones sociales y económicas eran más o menos claras»23.

Opina el historiador Francisco Quirós Chueca que «gracias a la acción de las guerrillas, las provincias serranas y costeñas permanecieron independientes a lo largo de la prolongada contienda. Fue tan real esta independencia que los realistas temieron ingresar por las quebradas –aunque lo intentaron en numerosas ocasiones–, y en más de una oportunidad manifestaron su respeto a los aguerridos guerrilleros»24.

Hay peruanos fieles a la Corona española; otros que son partidarios de un cambio paulatino; otros que quieren reformas más radicales y prontas; otros que, desde el principio, piensan que lo mejor es el separatismo y la independencia. Es comprensible que así sea puesto que cada persona depende de alguna manera de la actitud de sus padres, de la posición que ocupa en el Virreinato o, inclusive, en el Reino de España; de sus intereses ideológicos, profesionales, sociales y económicos; de su visión de futuro, entre otras cosas. Todos amaban al Perú y eran patriotas, defensores de la tierra y de la gente, con propuestas que entonces eran comprensibles y permitían un debate académico que enriquecía a unos y a otros.

Pero en ese clima de contraste entre autoritarismo e incertidumbre, donde los ejércitos no se enfrentaban bélicamente como en las guerras de la época, sino que dejaban que los civiles buscaran soluciones conversadas, se produjeron asaltos y robos, deserciones y cambios de bando; dejaban los ejércitos para atender sus labores agrícolas, todo lo cual desordenó la vida de la sociedad peruana.

Entre los peruanos fieles a la Corona destaca «el arequipeño José Manuel de Goyeneche, Teniente General de los ejércitos del rey, que venció en Guaqui25 a las fuerzas “porteñas” de Castelli. Para nuestra vivencia nacional y para nuestra mentalidad republicana no aparece clara, muchas veces, la actitud de Goyeneche. Sin embargo, comprenderla no es difícil si nos incorporamos a la mentalidad de la época. La duda frente a las opciones políticas y sociales, la búsqueda de lo más conveniente para el Perú de ese entonces, son reflexiones que viven las gentes de esos años en los distintos niveles de la sociedad. No todos los peruanos ven la independencia conveniente o necesaria: no todos se unen a la causa separatista al mismo tiempo; hay quienes mantienen, sin renunciar a su condición de peruanos, su fidelidad al rey. Como dice Riva Agüero, son víctimas de una “lealtad equivocada”»26.

Como ya hemos visto en la rebelión del Cuzco, un caso singular fue la resistencia realista indígena en la sierra andina de Huanta, que el último virrey del Perú, José de la Serna, reconoció otorgándole un escudo con la divisa “jamás desfalleció”. El libertador Simón Bolívar, en cambio, castigó a Huanta imponiéndole un impuesto de 50 000 pesos por su militancia realista.

«Existía un ejército iquichano, con rifles, lanzas y hondas, que estaba muy bien organizado, en guerrillas y columnas de honderos, todos uniformados y con una oficialidad bien disciplinada», narra Fernán Altuve27. Nunca se rindieron. Las guerrillas iquichanas terminaron en 1839, bien entrada la República, con el Convenio de Yanallay, firmado por el prefecto de Ayacucho, el coronel Lopera, y el jefe iquichano, Tadeo Chocce.

1 José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 134.

2 El 1 de agosto de 1776.

3 José de la Riva Agüero y Osma, José Baquíjano y Carrillo, Patronato del Libro Peruano, con el título genérico de «Precursores de la Emancipación», Lima, segundo festival del libro (omite fecha), p. 21.

4 Citado por José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 134.

5 Cfr. Cayo Córdova, Percy. Enciclopedia temática del Perú. Tomo III: La República, Lima, pp. 8-12.

6 Cayo Córdova, Percy. Enciclopedia temática del Perú. Tomo III: La República, Lima, p. 14.

7 Los académicos eran 30 (21 de Lima y el resto de otras ciudades). Se ingresaba mediante un discurso aprobado por mayoría y, a continuación, dictando una lección magistral. La publicación tenía un censor. Su escudo de armas decía: Patria et inmortalitate. Pertenecieron al Mercurio Peruano: José Baquíjano y Carrillo (Cephalio), presidente; José Rossi Rubí (Hesperióphilo), vicepresidente; Tomás Méndez Lachica (Teagnes), censor; Gabriel Moreno, censor; Hipólito Unanue (Aristio), secretario; José María Egaña (Hermágoras), tesorero; Jacinto Calero (Chrisypo), editor; Francisco Gómez Laguna (Thimeo), Francisco Romero (Hiparco), Jerónimo Calatayud (Meligario), Ambrosio Cerdán y Pontero (Nerdacio), Joseph Coquette y Fajardo, José de Arriz, Cayetano Belón, Toribio Rodríguez de Mendoza, Vicente Morales Duárez, José Francisco Arrese y Jose Reymundo Alvarez Levano. Cfr. Estatuto.

8 Jorge Basadre, La promesa de vida peruana, Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1958, p. 95.

9 José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 156.

10 Cfr. José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 180.

11 José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 180.

12 Ver los nombres de todos los diputados peruanos, las fechas de incorporación de cada uno a las Cortes y los temas tratados en José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, pp. 178-202.

13 Breve biografía de Vicente Morales Duárez, en Alberto Tauro, Enciclopedia Ilustrada del Perú, Peisa, tomo 4, Lima, 1987, p. 1376.

14 Francisco Quirós Chueca, Historia del Perú, Lexus, Barcelona, 2007, p. 727.

15 José Luis Roca, Ni con Lima ni con Buenos Aires: la formación de un estado nacional en Charcas. V. 248, p. 343. Volumen 248, En Travaux de l’Institutfrançaisd’étudesandines: Plural Editores, 2007.

16 El poeta arequipeño Mariano Melgar se enroló entre los voluntarios de Chuquibamba para participar en la aventura de Pumacahua, porque mientras estudió leyes en Lima se había identificado con los movimientos revolucionarios. Nombrado auditor de guerra, peleó en Huamachiri, en la actual provincia de Melgar, Puno. Hecho prisionero, fue pasado por las armas al día siguiente, 12 de marzo de 1815. Mariano Lorenzo Melgar Valdivieso es uno de los iniciadores del romanticismo en el Perú, con un sentimiento andino y mestizo. Escribió sus odas A la Libertad y Al conde de Vista Florida, Baquíjano y Carrillo. En contacto con los campesinos, escribió sus famosos yaravíes, con los que la lírica peruana inicia un nuevo rumbo, con raíces en la tradición indígena.

17 Víctor Andrés Belaunde, Hispanoamérica, Universidad Católica San Pablo, Arequipa, 2010, pp. 176-180. El autor se explaya en el detalle de cada factor externo.

18 Henry Clay fue el más consecuente representante de la idea de unidad continental en los Estados Unidos.

19 Robert James Mackintosh; (1806-1864), aristócrata británico, fue gobernador de Antigua y Barbuda entre 1850 y 1855, designado por S. M. Victoria I del Reino Unido.

20 José A. de la Puente Candamo, Notas sobre la causa de la Independencia del Perú, 3° edición, Lima, 1971, p. 43 y s.

21 José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 59.

22 Francisco Quirós Chueca, Historia del Perú, Lexus, Barcelona, 2007, p. 742.

23 Francisco Quirós Chueca, Historia del Perú, Lexus, Barcelona, 2007, p. 743.

24 Francisco Quirós Chueca, Historia del Perú, Lexus, Barcelona, 2007, p. 746.

25 Batalla de Guaqui (o Huanqui), conocida también como batalla de Yuraicoragua o del Desaguadero, el 20 de junio de 1811, entre las tropas realistas del Virreinato del Perú y las tropas del gobierno revolucionario de la Primera Junta de Buenos Aires, mandadas por Juan José Castelli y por Antonio González Balcarce, durante la primera expedición auxiliadora al Alto Perú, en el límite de la actual Bolivia, y el Virreinato del Perú.

26 José Agustín de la Puente Candamo, La Independencia, Historia General del Perú, tomo VI, Ed. Brasa S.A., Lima, 1994, p. 243 y ss.

27 Véase la historia completa de este caso en Fernán Altuve-Febres Lores, Los últimos soldados del rey, en Sobre el Perú, homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, tomo I, F. de Letras y Ciencias Humanas, Fondo Editorial de la PUCP, Lima, 2002, p. 135 y ss.

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