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José Baquíjano y Carrillo: amante del país
Оглавление«En pleno rigor del coloniaje, afirma Manuel Mujica Gallo, surge, admirablemente erguido, un limeño hoy en la penumbra, y en su tiempo alabado por el consenso de sus contemporáneos como el supremo adalid del liberalismo, de la entereza y del desinterés cívicos: José Baquíjano y Carrillo, Conde de Vista Florida»32.Y José de la Riva Agüero sostiene, a su vez, que Baquíjano, «autor del Elogio de Jáuregui, campeón de la renovación de los estudios, presidente de la Sociedad de Amantes del País y redactor principal del Mercurio, jefe del partido liberal, protector de la prensa libre y propagador del enciclopedismo […] es acreedor al recuerdo y al respeto de los peruanos»33.
Baquíjano y Carrillo había nacido en Lima el 13 de marzo de 1751. Se doctoró en leyes, ejerciendo su profesión a través de diversos cargos públicos y judiciales, y la docencia en la Universidad de San Marcos. Como protector general de los naturales ante la Audiencia de Lima, realizó «una discreta pero brillante defensa de los caciques Bernardo Tambohuacso (1780), acusado por conspiración en el Cuzco, y Pedro Cimbrón (1781), acusado por fomentar el no pagar los tributos»34.
Ese mismo año, la Universidad de San Marcos lo eligió para que pronunciara el discurso de elogio del nuevo virrey, que era Agustín de Jáuregui y Aldecoa, militar y político español, nacido en el Reino de Navarra, que venía de ser gobernador en Chile. Era este discurso normalmente una oración panegírica, llena de pueriles adulaciones y desaforadas hipérboles gongorinas, como comenta Riva Agüero35, quien añade:
«Duraba todavía la impresión de terror producida por el suplicio de Túpac Amaru y su familia, y permanecían en armas muchos de los sublevados, cuando un catedrático de San Marcos se atrevía en un acto oficial y solemne a hablar de tiranía, sangrienta política y humillación, y a convertir la aparatosa ceremonia del elogio en un medio de aludir a todas las cuestiones del día y a expresar, casi sin embozo, las quejas de los criollos contra el régimen colonial. Si se considera el tiempo en que se pronunció, el Elogio de Jáuregui adquiere gran importancia: es el remoto anuncio de la Independencia».
Leamos algunas líneas del panegírico: «El bien mismo deja de serlo si se establece y funda contra el voto y la opinión del público… Mejorar al pueblo contra su voluntad ha sido siempre el especioso pretexto de la tiranía… Un pueblo es un resorte que, forzado más de lo que sufre su elasticidad, revienta destrozando la mano imprudente que lo oprime y sujeta».
Comenta Riva Agüero que «mucho arriesgó Baquíjano con este acto de valor moral» porque el Gobierno español, por desconfianza, «por más de quince años no le concedió ningún ascenso en su carrera judicial»36. La restauración absolutista del rey Fernando VII lo encuentra en Madrid donde, con algunos diputados, acude al besamanos para aprovechar la ocasión de defender a los insurrectos americanos, pero se encuentra con un desaire generalizado que termina con alejarlo de la Corte y, desterrado en Sevilla, muere «fiel a la monarquía»37 el 24 de enero de 1817, unos años antes de la independencia peruana.