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Habla sin levantar la vista de la pequeña libreta en la que parece anotar algo muy importante. Aunque no puede verme asiento con la cabeza; en cuanto caigo en ello respondo que sí con voz tímida.
—Bien. No me gustaría que se filtrara que he tenido a una joven atractiva desmayada en mi litera. Podrían pensar que me he aprovechado de ella…
Sonríe, quizás pensando en lo disparatado de la idea. ¿Joven atractiva? Noto cómo me pongo colorada por momentos. Me tiemblan las piernas cuando levanta la vista y me sonríe con una sonrisa a todas luces estudiada pero altamente efectiva. No puedo evitar corresponderle con una sonrisa típica de fan derretida. ¡Por favor Álex, compórtate!, me digo a mí misma, que no se dé cuenta de que puede ejercer su atractivo sobre ti como se le antoje. Pero ya es demasiado tarde.
—Quizás deberíamos presentarnos. Me llamo Tristán, aunque seguramente ya lo sabes, ¿no?
Vaya, está muy seguro de sí mismo. Reprimo las momentáneas ganas de fingir que no sé quién es y le respondo.
—Me llamo Álex. Alexandra. Encantada.
Le extiendo la mano y él la encaja con firmeza, más de la que esperaba.
—Encantado, Alexandra. Un nombre bonito.
Vuelve un momento a su libreta y lo apunta en la esquina inferior de una de las páginas. ¿Por qué lo habrá hecho?
—¿Qué haces?
Al momento me arrepiento de la pregunta, seguro que me ha hecho parecer una fisgona. Él me mira un poco sorprendido, luego mira la libreta, mi nombre escrito en ella.
—Estoy buscando inspiración. ¿Has escuchado Amanecer en tu cuerpo, Rabia contenida o Buscándote, de mi último disco?
Me ha pillado. Yo no escucho a Tristán Lago, su música no me interesa en absoluto. Es demasiado pop para mis gustos rockeros. Me pongo roja como un tomate y me acaricio la nuca en un gesto nervioso. ¿Qué le digo? ¿Perdona pero yo soy más de Kings of Leon?
—No importa, mira. —Vuelvo a respirar—. Esas canciones las escribí hace ya unos años, cuando aún no era famoso e iba cada día en tren a trabajar. Las compuse con una facilidad casi mágica. Así que cuando me siento a componer y no sale nada, siempre vuelvo al tren.
Vaya, tomo nota de esta revelación, una manía de estrella que seguro será del agrado de mi jefa.
—Perdona si te ha molestado que escribiera tu nombre en mi libreta de inspiración.
—No me ha molestado, solo me ha parecido un poco raro. Por eso te preguntaba, yo… no quiero parecer una fisgona…
—No te preocupes, no pasa nada. No es como si fueras una periodista y me hicieras una entrevista, ¿verdad?
¡Madre mía! Ahora sí que siento que no puedo respirar. ¿Por qué ha dicho eso? ¿Acaso lo sabe? ¿Sabe que trabajo para una revista? Me empieza a correr un sudor frío por todo el cuerpo. ¿Qué hago? ¿Le explico que soy fotoperiodista o me callo?
• Se lo digo, sinceridad ante todo (ve a "12").
• No se lo digo (ve a "13").