Читать книгу Tocando el cielo - Gaia Tempesta - Страница 18

13

Оглавление

Río nerviosamente mientras me rasco la base del cuello. No pienso ni decir esta boca es mía. Si le dijera que soy fotoperiodista seguramente saldría corriendo y desconfiaría de mí. Aunque si se enterara de que lo soy sin que yo se lo haya dicho ocurriría exactamente lo mismo. Sopesadas las posibilidades, decido que lo mejor es poner punto en boca.

—Así que buscando inspiración —acierto a decir.

—Sí. ¿Te sorprende?

Sonrío tímidamente. En realidad no lo sé. No sé si creer lo que dicen, que él es solo una voz bonita y un cuerpo que por cierto está muy, pero que muy bien.

—Me gusta mucho componer, quizás más que cantar. Estar tranquilo, con mi libreta de notas y mi guitarra, pensando en mis cosas. Sacando lo que siento. Quizás soy una persona más introspectiva de lo que la gente cree ¿Y tú Álex, buscas algo en este tren?

Me quedo de piedra, incapaz de responder, ¿por qué me ha dicho eso?

—¿Yo?

—Seamos sinceros, ¿de acuerdo? Tuvimos que buscar tu DNI cuando vino el revisor y encontramos tu acreditación de la revista Bambina.

Me pongo roja como un tomate. Así que es eso, piensa que me envía la revista ¡pero si yo no sabía que él estaba en el tren, estoy de vacaciones! ¿Cómo podría hacer que me creyera?

—Es cierto, soy una fotoperiodista de la revista Bambina, que ahora mismo está de vacaciones. No quería decírtelo para que no pensaras precisamente lo que estás pensando sobre mí. No quiero decir con esto que no me gustara hacerte una entrevista, que sí, pero no es lo que pensaba cuando me subí en este tren. Te lo prometo.

Tristán me mira con una sonrisa llena de confianza en los labios. Luego suspira y sonríe ampliamente.

—No te preocupes tanto, en realidad no pasa nada. Estoy en medio de una promoción así que trabajo, quiera o no, veinticuatro horas al día. Durante las giras todo es de vértigo, no hay ni un momento para descansar

La manía típica de las estrellas de embobarse hablando de sí mismos parece que me ha salvado la papeleta esta vez. Le dejo que hable, que centre toda la atención en sí mismo y su trabajo. Por otra parte, me encanta escucharle y mirarle. ¿Cuántos años debe tener en realidad? Aparenta treinta y pocos, y creí leer en alguna parte que estaba en los treinta y tres o treinta y cuatro. A esta distancia a mí me parece increíblemente atractivo, tenga la edad que tenga. Me fijo mejor en su pelo, castaño, ondulado, salvaje. Se nota que hoy, al levantarse, ha decidido que no se esforzaría demasiado peinándolo y le queda genial. Me quedo absolutamente ensimismada con el hoyuelo que tiene en la barbilla y que antes no había notado. Y con esos labios carnosos que sonríen con tanta facilidad. Vamos, que estoy a un pelo de coger una pancarta y corear su nombre a lo fan histérica.

—Entonces, ¿qué me dices?

Su pregunta me devuelve a la tierra, ¿decir de qué? Tengo ganas de preguntar.

—Vamos ahora si quieres.

Se levanta y me coge de la mano, ¿pero adónde? ¡Esto me pasa por estar en las nubes! Soy incapaz de no seguirle cuando cruzamos el vagón restaurante hasta Gran Clase ¡Me está llevando a su compartimento! ¿Qué hago ahora?

• Que me lleve adonde quiera, que yo le sigo (ve a "14").

• Oye Tristán, esto ¿y si vamos a cenar primero? (ve a "10").

Tocando el cielo

Подняться наверх