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—Toma.

—Gracias —dice, y vuelve a guardársela en el bolsillo trasero—. No sé qué haría si la perdiera.

¡Después de esa frase suya aún me muero más de curiosidad por saber qué hay en esa libreta! No puedo apartar la vista de ella. Se ha encendido mi olfato periodístico y va a ser difícil apagarlo. Se hace un silencio entre los dos. Noto la mirada de Tristán sobre mí.

—¿Crees en las casualidades?

Me dice de pronto. Le observo, además de atractivo, guapo, seductor, famoso, con talento y dinero, se ha mostrado conmigo desde el principio como una persona amigable, cercana, como si me conociera de toda la vida. ¿Por qué?

—No. Creo que no.

—Yo tampoco. Por eso creo que tú tienes mucho que ver con el contenido de la libreta que tanto miras. Porque no me estás mirando solo el culo ¿verdad?

Me pilló. Él sonríe triunfal y le da un trago a su cerveza. Me pongo roja como un tomate. ¿Yo tengo algo que ver con él? ¿Cómo?

Me giro y bebo de mi cerveza. Está amarga y tiene un punto final que recuerda al regaliz. Deliciosa.

—Toma. —Tristán me pasa la libreta—. Mírala.

Me muero por hacerlo y la impaciencia me puede, ¡casi se me cae de las manos! Dios mío, esto podría ser un material buenísimo para complementar una posible entrevista si pudiera hacerle una entrevista…

En la libreta, con una letra desordenada, hay escritos cientos de versos. También hay dibujos, fotografías grapadas, tickets de tren, de metro, entradas anotaciones horarias un batiburrillo de cosas.

—Es como mi diario, pero sobre todo es mi libreta de inspiración. Estoy en pleno proceso de composición de mi nuevo disco y creí que este viaje en tren me ayudaría. Pero estaba totalmente estancado hasta que irrumpiste de manera tan original. Hace un rato he escrito algunos versos, ¿quieres leerlos?

—¿De verdad? ¿Así que soy algo así como tu musa del tren?

Sonríe y pasa las páginas, me muestra una llena de garabatos incomprensibles.

—Algo así.

¡Vaya! Acaba de darme un subidón de autoestima. Sonrío y meto la nariz entre las hojas de la libreta. Hago ver que entiendo lo que pone. Para ser músico tiene letra de médico.

—He estado pensando también una melodía. ¿Te gustaría escucharla ahora?

—¡Claro!

—Aunque —Tristán mira por la ventana, parece que acaba de darse cuenta de que ya es noche cerrada—. ¿No es ya la hora de cenar? ¿No tienes hambre?

Antes de que me dé tiempo a responder se levanta y se dirige a la puerta del vagón restaurante. Oh, no, con esto no contaba. Yo quería un simple bocadillo, no tengo dinero para más. ¿Y el camarero? ¿Dónde diablos está cuando se le necesita?

—¿Vienes?

—Yo…

—No te preocupes. Yo invito.

¿Qué él invita? ¿Y yo quiero que me invite?

• ¡Por supuesto! Cenar con un hombre como él no pasa todos los días (ve a "10").

• No sé, pero algo me dice que no debería (ve a "11").

Tocando el cielo

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