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—¿Siempre eres así de impulsivo? —río nerviosa y me hago un nudo con las manos. Estoy agotada y no creo que aguante mucho más en pie. Los ojos ya han empezado a dolerme y tengo la piel de gallina. Ahora sí, mi cuerpo me pide una almohada y una manta.

—Siempre —contesta lleno de confianza en sí mismo.

Me froto los ojos y reprimo un bostezo. Lucho contra mi propio cuerpo, ahora no es momento para esto.

—¿Qué me dices? —insiste.

—Pues no sé…

Pestañeo, pero mis párpados se detienen un par de segundos, los justos para que Tristán se dé cuenta de lo que me ocurre.

—Parece que realmente has tenido un día duro.

Nos quedamos en silencio. La propuesta de Tristán es la mejor oportunidad que voy a tener para llevarle algo a mi jefa, pero hay un límite que no voy a traspasar y es el de mi propia salud.

—No te preocupes, no eres la primera que me dice que no a alguna de mis locuras.

¿Y ese tono de decepción que noto en su voz? ¿Por qué me entristece escuchárselo? Como si le estuviera defraudando y realmente me disgustara hacerlo. Por otra parte, es un hombre atractivo y con éxito que seguramente está acostumbrado a que todo el mundo haga lo que él quiere que le digan que no por una vez tampoco le va mal.

Será mejor que me vaya. Voy hacia la puerta y cuando estoy frente a él Tristán me coge del brazo deteniéndome. Al contacto con su piel noto como si mi corazón también fuera a hacerlo.

—¿Quieres desayunar mañana conmigo?

—De acuerdo.

Consigo decir, pero aún no estoy segura ni yo misma. ¿Debería seguirle el juego hasta el último momento, o retirarme antes de que no pueda quitármelo de la cabeza en, como mínimo, los próximos seis meses?

Tristán suelta ligeramente mi brazo y deja resbalar su mano hasta mi muñeca. Apoya con delicadeza sus dedos en torno a ella y se la lleva a los labios. Me besa en la parte interior, mirándome directamente a los ojos.

—Entonces buenas noches, Álex. Hasta mañana.

Sonrío, es lo único que puedo hacer en ese momento. Mi cuerpo pertenece al cansancio y mis pensamientos me guste o no estarán con él toda la noche. Así de poderoso es este hombre.

Cuando estoy en el siguiente vagón, en un gesto casi mecánico saco mi iPhone, me pongo los cascos y le doy al play a la lista de reproducción que había estado escuchando esta mañana: Romantic. Amy Winehouse me advierte, love is a losing game… y yo le doy la razón completamente.

• Ve a "29".

Tocando el cielo

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