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¿Y si quien está llamando a mi puerta es Tristán? De hecho parece la opción más lógica ya que no he hablado con nadie más en este tren. ¿Quién más podría ser? Por si acaso no voy a abrirle sobre todo por si es él. Aunque no deje de maravillarme que piense que él pueda estar al otro lado y que yo no vaya a abrirle. Esto por supuesto no puedo explicárselo a mi jefa:

—Sí, verás, Tristán Lago me hizo una proposición indecente pero mi entereza como mujer me impidió aceptarla. Espero que lo entiendas y me apoyes como fémina que eres, en vez de pensar como una editora depredadora que ha perdido una entrevista en exclusiva de las que cuestan un pastizal.

¿Y no será que tienes miedo de no estar a la altura? Me pregunto a mí misma por sorpresa. Sí, quizás eso también. En lo que a sexo se refiere estoy más cerca de la línea de salida que la de llegada y una carrera de fondo como la que supondría Tristán Lago me provoca una inseguridad enorme. Me estiro en la litera y espero. Pasan los minutos. Quiero estar segura de que sea quien sea se ha ido porque necesito salir del compartimento para ir al baño y comprar un bocadillo. Cuando pasa un cuarto de hora me siento con la confianza suficiente como para abrir la puerta. Y en cuanto voy a dar a poner el pie en el pasillo me detengo: hay una bandeja del restaurante del tren en el suelo. Me agacho y veo que también hay una nota:

«Parece que esta noche no he tenido suerte, ¿quizás mañana quieras desayunar conmigo? Hay algo que quiero preguntarte, me tienes muerto de curiosidad. Tristán».

¡Dios!, por supuesto que desayunaré con él, al menos como agradecimiento por esta cena. Cojo la bandeja y la meto en mi compartimento. Ensalada, agua, pan, carne con guarnición y crema catalana, solo de ver el menú empiezo a salivar. Pruebo la ensalada y me sabe a gloria. ¿Estará Tristán comiendo solo en el vagón restaurante una ensalada igual a esta? ¿Estará mirando por la ventana igual que yo? ¿Estará pensando en mí?

¡Menuda tontería!, ¿cómo va a estar pensando en mí? Estará pensando en sus cosas y yo debería hacer lo mismo. Muerdo un trozo de pan y me imagino sentada en la mesa del vagón restaurante frente a Tristán, hablando como si nada mientras uno de mis pies se cuela entre sus piernas.

¡Álex, en qué estás pensando! ¿No querrás presentarte ahora en el vagón restaurante, verdad?

• Pues sí, allá voy (ve a "24").

• No, mejor me acabo aquí la cena y le veo mañana (ve a "15").

Tocando el cielo

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