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ОглавлениеDecido que no tengo tiempo para cambiarme y que eso es lo de menos. Cojo mis cosas y salgo corriendo al encuentro de Juan, que me recibe con una mueca de extrañeza en el rostro.
—Si necesita más tiempo puedo esperarla, no tenemos prisa…
—No hace falta, estoy segura de que no me dejo nada. Estoy lista para irnos cuando quieras, Juan.
—¿Está segura?
—Sí.
Me hace dudar por un momento. ¿Qué es lo que me estoy dejando? No acabo de entenderlo. Juan me mira en silencio, como esperando a que adivine en qué está pensando. ¿No se da cuenta de que es imposible que lo haga?
—¿Crees que me dejo algo?
—Verá, señorita. Le Bristol es un hotel de categoría, y no sé si sería buena idea entrar en él con esas zapatillas. ¿No preferiría cambiárselas?
Miro mis All Star. Sí, están muy viejas, agrietadas, e incluso sucias, pero son las zapatillas más cómodas del mundo y se me hace raro que alguien hable de ellas con tan poco cariño.
—¿Crees que hace falta?
—Bueno, personalmente creo que debería usted cambiar su vestuario entero, pero con las zapatillas sería suficiente.
Mis zapatillas expresan tanto de mi propia personalidad, que estos comentarios me calan más profundo de lo que debieran. Siento ganas de rebelarme, de decirle cuatro cosas a Juan, pero por otra parte reconozco que tiene parte de razón. ¿Podría ser que perdiera la oportunidad de entrevistar a Tristán por un detalle tan idiota?
• No lo creo, Juan exagera. Mis All Star se quedan dónde están (ve a "45").
• Tiene razón, mis All Star se quedan en el hotel (ve a "34").