Читать книгу Tocando el cielo - Gaia Tempesta - Страница 41
36
Оглавление—Parece que ya nos movemos, señorita Álex. ¿Finalmente se baja?
—No, llegaré contigo al hotel.
—Muy bien.
Efectivamente, solo tenemos que avanzar unos pocos metros y llegamos a la entrada del hotel. Juan pasa de largo y rodea la manzana, cambia de sentido y vuelve a subir. Vamos a una entrada posterior, seguramente la misma que utiliza Tristán por lo cual siempre hay algún compañero de la prensa rondando por allí. Cuando paramos el coche y bajamos dos periodistas franceses, se me acercan haciéndome todo tipo de preguntas y grabándome con una cámara. ¡Esto era lo que me temía, lo que quería evitar!, quizás hubiera llamado menos la atención bajándome en la misma puerta del hotel. Los periodistas han reconocido el coche y seguramente al chófer. ¿Cómo he podido ser tan confiada? Juan se me acerca y me coge del brazo, llevándome casi en volandas hasta el interior del hotel.
—No creo que esto vaya a hacerle ninguna gracia al señor Lago.
Le digo. Él me mira y se limita a sonreírme, como si lo que hubiera dicho no tuviera ni pies ni cabeza.
Hemos entrado por una puerta de servicio y subimos unas escaleras hasta el hall. Una vez allí cogemos un ascensor y subimos hasta la suite de Tristán, donde está acabando las entrevistas con unos compañeros de la prensa francesa.
La suite es enorme y tiene bien diferenciados los espacios del salón y la zona privada del dormitorio. El suelo del salón está lleno de cables y tengo que ir con cuidado para no tropezar. Focos, cámaras, micrófonos parece que estemos realmente en un plató de televisión. En cuanto entramos viene a saludarnos una mujer, que se presenta como Anabel, la jefa de prensa de Tristán, y que me pide que me siente en uno de los sofás que hay en el centro de la sala. Yo lo hago y mientras espero mi turno observo la entrevista de mi compañero. Detrás de Tristán hay un plafón publicitario con la portada de su disco, esa en la que se ve tan solo su cara, mirando fijamente a la cámara, como si quisiera comérsela. Él está sentado en una silla antigua, propia de la decoración señorial de la suite. Sonríe y responde al periodista en un excelente francés. No tengo que esperar mucho rato. Un par de preguntas después el periodista se despide con un apretón de manos y él y otro compañero, empiezan a recoger todo el equipo desplegado. Tristán se levanta, se estira, como para desperezarse y viene hacia donde estoy. Me levanto y le sonrío mientras le alargo la mano a modo de saludo.
—Álex…
Él coge mi mano y tira ligeramente de mí hasta rodear mi cintura, luego me da dos besos en las mejillas. Me pongo colorada al instante…¿por qué?
—Aquí tienen que terminar de recoger ¿vamos a un sitio más tranquilo?
—Está bien.
Tristán me empuja ligeramente hacia la puerta que da al dormitorio, quiere que pase delante de él, y se avanza un paso para abrirla. ¿Está loco? ¿Quiere que vayamos a su dormitorio? ¿Qué se propone? Me quedo parada, no estoy muy segura de querer traspasar tan pronto esa puerta.
—Pasa.
—Pero esta es la zona de tu dormitorio…
—Sí. Hay una terraza preciosa, con una panorámica privilegiada desde la que se puede ver la torre Eiffel. He pensado que podríamos hacer ahí la entrevista. Mientras desalojan este espacio.
No sé si me acaba de convencer su explicación me asomo para ver la habitación y solo puedo ver la cama, enorme y más alta de lo normal.
—¿De qué tienes miedo?
—¿Miedo yo?
Tristán sonríe y aprieta un poco más la mano que sostiene mi cintura. Se acerca a mi oído y me susurra.
—Es una cama, Álex, nada más. Solo tienes que pasar por delante de ella, caminar hasta la terraza. No tienes por qué meterte aún bajo las sábanas a menos que quieras, claro…
Su seguridad me desarma. Sí, no voy a negarlo, no soy tan inmadura. La cama de Tristán Lago es una tentación para muchas mujeres, entre las que me incluyo. Está bien, me armo de valor y doy un paso al frente, luego otro, y llego a los pies de la cama. Tristán está detrás de mí, no ha cerrado la puerta por lo que los que están recogiendo en la otra parte de la suite pueden vernos perfectamente. No voy a hacer nada que les dé de qué hablar. Tristán se acerca un poco más a mí y mira la cama por encima de mi hombro, luego me susurra:
—Qué, Álex, ¿te atreves?
Me encantaría tener la confianza suficiente como para decirle que sí, que cierre la puerta, que le voy a dar un revolcón que se le va a quitar la chulería de encima. Pero no puedo engañarme a mí misma, aún no la tengo. ¿Que si me atrevo a tener sexo con Tristán Lago? Quizás ese sea el problema ¿para mí también sería solo sexo?
Pese a todo, intento salir de la situación lo mejor que puedo. Recuperando un poco de mi entereza toco el colchón con el dedo índice y arrugo la nariz, como si no me gustara el tacto. Luego paso la mano por encima de la colcha y resoplo. Muevo la cabeza negando.
—Demasiado cinco estrellas para mi gusto.
Entro en la terraza y Tristán me sigue.
—Pues que sepas…—me dice— que todo lo que hay en esta suite, incluido yo, es cinco estrellas. ¿De verdad no te gusta nada de lo que hay aquí?
Le sonrío y dejo mi cámara sobre una silla. ¿Hace falta que conteste a esa pregunta? Nos sentamos a la mesa de la terraza, bajo un parasol blanco, y de una mirada admito que realmente hay unas vistas impresionantes. Corre algo de aire y la sensación es muy agradable.
Mientras coloco la cámara en el trípode noto como Tristán me observa.
—Hay algo diferente en ti a la luz del día.
Me dice de pronto.
—¿Ah, sí? ¿Y qué es?
—Aún no lo sé bien. Pero sea lo que sea, me encanta.
Vuelvo a ponerme colorada y escondo la cara tras la cámara hasta que se me pasa. Al levantarla no puedo evitar volver a mirar la cama. Tengo un escalofrío. ¿Voy a poder concentrarme en lo que me tengo que concentrar en esta situación? Para ayudarme a ello me siento frente a Tristán, saco mi iPhone e intento adoptar una pose profesional. Tristán no me ayuda mirándome de una manera tan cómplice. Aun así, sigo adelante.
—Bueno, señor Lago, ¿empezamos?
—Cuando usted quiera, señorita Álex.
Perfecto ¿y por dónde lo hacemos?
• Por hacerle las preguntas de mi jefa (ve a "38").
• ¿Cómo has sabido en qué hotel me alojaba? (Ve a "39").