Читать книгу Tocando el cielo - Gaia Tempesta - Страница 28

23

Оглавление

Necesito poner distancia entre esos ojos inquisitivos y yo. Cojo la Canon y me escondo tras la lente. Tristán baja la mirada, se concentra en la guitarra y puedo hacerle algunas fotografías que, si no fuera por la poca luz, serían un material promocional de primera. Se nota que sabe posar con naturalidad y aprovechar su fotogenia. Yo sigo fotografiándole, incluso cuando deja de tocar.

— ¿Qué ocurre? —le pregunto.

—Esto no funciona. No sé, quizás me he equivocado contigo.

Esas palabras me traen una tristeza inesperada. Siento que de alguna manera le estoy decepcionando, que no estoy cumpliendo mi parte del trato, aunque nunca le prometiera que fuera capaz de cumplirlo.

—Quizás estamos demasiado cansados. Quizás es demasiado tarde. Será mejor que te vayas a dormir Álex.

Tristán se levanta y coge algo de la litera de arriba, luego se acerca a la ventana. Afuera todo es oscuridad, solo alguna luz, quizás de una farola, pasa de vez en cuando por delante de nosotros. Lo que ha cogido es una pequeña caja de metal, la abre y saca un cigarrillo marrón y un mechero.

—¿Te importa?

Me pregunta. Niego con la cabeza. ¿Cómo va a importarme? Este es su compartimento. Si me molesta, me iré. Se enciende el cigarrillo y un aroma a caramelo lo inunda todo. Entiendo que no puedo quedarme más rato y recojo mis cosas. Debí tener en cuenta que podría tener una reacción de este tipo, las estrellas son caprichosas, ya se sabe. Cuando estoy a punto de irme me acerco a él con la intención de despedirme. Él se gira y me sonríe, pero su sonrisa ya no es como antes, ahora se parece a la de las fotos de promoción.

—Eres como un libro abierto, Tristán Lago. Se puede leer perfectamente en tu sonrisa.

—Supongo que hay cosas que no puedo controlar. Y seguramente tampoco quiero.

—Lo imaginaba. Así sois las estrellas. Caprichosas. Las fotografías que te he hecho no valen nada, pero creo que ya lo sabes.

—¿Estás enfadada, Álex?

—¿Me delata el tono de mi voz? Puede que yo también sea como un libro abierto. De todas maneras gracias, tengo suficiente material como para escribir un artículo sobre ti. Y quizás pueda salvar alguna de estas fotos, quien sabe. Cosas peores han publicado. Muchas gracias.

Me giro para irme y doy un par de pasos. Que me eche de su compartimento me ha dolido y quiero ser suficientemente clara al respecto. Pero él también tiene algo que decir.

—Me alegra que al menos uno de los dos esté satisfecho.

¿Quiere tener la última palabra? Le observo, está mirando por la ventana mientras fuma, ignorándome. Tengo que decir algo más.

—Cuando uno se crea unas expectativas que no son reales, seguramente no conseguirá cumplirlas. Y no es justo echar la culpa a los demás.

Se gira de pronto, algo sobresaltado, y vuelve a mirarme arrugando el entrecejo.

—Yo no he hecho eso de ninguna manera. ¿De qué expectativas hablas, Álex? Simplemente tenías que ser tú misma, ¿era eso pedir demasiado? Creo que las expectativas de las que hablas han sido más cosa tuya que mía.

Tiene razón. He intentado mantenerme en mi sitio, no hacer caso de lo que mi cuerpo y mi imaginación me sugerían estando a su lado. No he jugado limpio. No puedo mantener su mirada por más tiempo, agacho la cabeza y abro la puerta del compartimento.

—Espera —Tristán avanza y me retiene por el brazo— no soy quién para decirte cómo deberías ser o no. Lo siento. Me da rabia que no estés dispuesta a brillar como podrías hacerlo. Pasa continuamente, hay personas maravillosas que se niegan a sí mismas, a su naturaleza. No seas una de ellas Álex.

Trago saliva y reúno fuerzas suficientes para regalarle una sonrisa.

—Veámonos en un rato para desayunar, ¿sí? No lo dejemos así. No me gustaría que tuvieras este recuerdo de mí.

¿Ya está hablando de crear recuerdos? ¡Pues claro Álex! ¿Qué esperabas? ¿Que el trayecto a París durará una eternidad? Has tenido tus oportunidades y has jugado tus cartas. Ahora te toca hacer la elección final.

—De acuerdo —me rindo con un hilo de voz.

—De acuerdo. Buenas noches.

—Buenas noches.

Tristán me aguanta la puerta y salgo al pasillo. El segurata me saluda con un movimiento de cabeza y camina delante de mí, abriéndome las puertas de los vagones hasta clase turista. Camino hasta mi compartimento con la mirada gacha y cuando entro me tiro directamente sobre la litera. Solo quiero que pase la noche, llegar a París y perder de vista a Tristán Lago. Pero cuando cierro los ojos y me duermo solo puedo pensar en cómo deseo que llegue el día siguiente para verle una última vez.

• Ve a "15".

Tocando el cielo

Подняться наверх