Читать книгу Tocando el cielo - Gaia Tempesta - Страница 29
24
ОглавлениеEntro en la penumbra del vagón restaurante y observo que está casi vacío. De hecho, ahora que lo pienso, no he visto a muchos pasajeros en el tren. Es casi como si Tristán y yo fuéramos los únicos, además, claro está, de su servicio de seguridad y del plasta del revisor. Y supongo, por mi propio bien, que del maquinista.
Veo a Tristán en una de las mesas del fondo, sentado con alguien. Desde mi posición adivino que es uno de sus seguratas, y no sé de qué estarán hablando pero se ríen a carcajada limpia. Constato que Tristán es una de esas personas que cuando ríe lo hace con ganas y además contagia. Un dato más para mi posible artículo.
Viéndoles tan a gusto tengo un momento de duda, ¿estaría bien que fuera a interrumpirles? Cuando decido que lo mejor es irme a mi compartimento tan silenciosamente como he venido, una camarera frustra mi plan.
—¡Buenas noches! ¿Para uno? —dice con entusiasmo, tanto que se gira la poca gente del vagón a mirarnos, incluidos los dos comensales de la mesa del fondo.
—No se preocupe, ya me marchaba —intento salir del paso.
—La señorita está con nosotros. Si necesitamos algo más la llamaremos. Gracias —el segurata se ha acercado y me hace un gesto con la mano para que pase al fondo del vagón. La camarera parece satisfecha con la explicación, sonríe y se marcha. Yo le acompaño hasta la mesa de Tristán, que me recibe con una sonrisa.
—¿Qué tal tu cena? ¿Alguna queja? —pregunta divertido. Está de buen humor, se le nota.
—Pues ahora que lo dices vengo a por el café.
El segurata me cede su sitio frente a él, le dice algo al oído a Tristán y sale del vagón hacia Gran Clase. Tristán llama a la camarera y le pide dos cafés.
—No sabía si volvería a verte. Pensaba que quizás mañana, pero ya había perdido la esperanza de que fuera esta noche.
—Quería darte las gracias por la cena.
—No tienes por qué, pero gracias.
La camarera nos trae los cafés y un pequeño plato con galletas. Tristán le sonríe y le da las gracias.
—Este viaje en tren está resultando divertido y sorprendente —dice al tiempo que vierte medio sobre de azúcar en el café y lo remueve— era justo lo que necesitaba. Dejar el estrés y las preocupaciones para cuando llegue a París.
Sonrío y doy un sorbo a mi café sin azúcar. Pese a la mala fama que tienen los cafés de tren este me resulta buenísimo.
—Unas horas de vacaciones —apunto. Él abre más los ojos y asiente con la cabeza.
—Sí, algo así. Aunque no del todo. Cuando alguien como yo se dedica a lo que le gusta nunca deja del todo de trabajar.
—¿Y no te agota?
—Sí, claro. Pero pasar noches en vela componiendo, por ejemplo, es para mí un placer agotador. Soy un animal nocturno.
—Yo también estoy de vacaciones, pero las mías son de las de verdad, de las de olvidarse un poco de todo. Aunque mi trabajo también me guste.
—Claro, tu trabajo como fotoperiodista —aquella sonrisa amplia de hace unos momentos vuelve a iluminar su cara— y yo acosándote y contándote mi vida como si tal cosa. ¿En el número de agosto de qué revista iba a salir todo esto?
—En la edición española de la revista Bambina.
—Bien, le diré a Juan, mi guardaespaldas, que la compre y la leeremos con mucho interés.
—Me decepcionaría lo contrario.
Me relajo y me permito reír abiertamente, tal y como él hace. Me siento cohibida ante él, no voy a negarlo. Este hombre en sí mismo impone, ya no es solo el hecho de que sea uno de los artistas con más tirón del país, es su presencia, su manera de hablar, de moverse, su seguridad en sí mismo. Atractivo hasta decir basta.
Se acaba el café de un trago y aparta a un lado la taza.
—Tendré que darte entonces material para el futuro artículo. Quiero asegurarme de que solo escribes cosas buenas.
—¿Me concedes la entrevista ahora?
—Si la quieres y alguna fotografía. Me has pillado de buen humor ¿Qué me dices?
—¿Hay condiciones?
—Por supuesto. Como te he dicho antes yo nunca dejo de trabajar, y ahora mismo estoy componiendo mi próximo disco. Cuando acabes tu café tendré que volver a mi compartimento a ponerme con ello. Y si te interesa mi proposición, tendrías que venir conmigo…
Ese conmigo ha sonado tan juguetón que intento no atragantarme con el último sorbo de café. Madre mía, Tristán Lago sí que está de buen humor, pero yo, después de un día tan largo y cansado, ¿lo estoy?
• Quiero ir a su compartimento ahora (ve a "14").
• Antes de ir a su compartimento voy primero a por mis cámaras (ve a "19").
• Estoy cansada, no quiero ir a su compartimento (ve a "16").