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Realmente pienso que me he obsesionado demasiado con Tristán y decido no moverme de mi sitio. Necesito un momento de serenidad, de poner la mente en blanco y pensar en otras cosas.

Doy un mordisco a mi sándwich de pollo a la plancha con salsa de mostaza y un ruidito de satisfacción se me escapa al instante: ¡riquísimo! Como no me gusta perder el tiempo saco el teléfono y busco el correo electrónico de confirmación del seminario de retratos al que voy a asistir al día siguiente. Se impartirá en el estudio de un fotógrafo parisiense, en la rue Marbeuf, cerca de la avenida Champs-Élysées. Busco la dirección en Google Maps y pienso en acercarme después de la entrevista, ya que queda relativamente cerca del hotel de Tristán. Si hay algo que me pone nerviosa es ir con el tiempo justo y tener que buscar direcciones y no quiero llegar tarde el primer día de seminario. Veo también que la FNAC donde Tristán va a tocar por la tarde queda casi a la misma altura. Pienso en que el día me saldría redondo si pudiera ir también al concierto de promoción y cuadro mentalmente mi agenda: a la una entrevista a Tristán en Le Bristol, después preparar y enviarle el material a mi jefa a la hora de comer, buscar la dirección del estudio y por la tarde, a las cinco, ir a la presentación del disco en FNAC. No puedo evitar resoplar al pensar en lo apretado de mi agenda ¡menos mal que estoy de vacaciones!

Miro la hora en mi iPhone, ¡ya casi son las doce! Me acabo el sándwich y el zumo y vuelvo al hotel. Al entrar, el recepcionista me pasa una nota. Un hombre vestido de negro me la ha dejado hace un rato. La leo:

Señorita Álex:

Le escribe esta nota Juan, jefe de seguridad del señor Tristán Lago.

He pasado a buscarla por orden suya para asegurar su presencia en la cita que tiene con él en el Hotel Le Bristol, a la una de la tarde. Esperaré hasta las doce y cuarto, aparcado en la acera de enfrente. Reconocerá el coche porque es un Mercedes de color negro con los cristales tintados. Si al llegar esa hora no ha aparecido entenderé que ya salió hacia la entrevista y no la esperaré más.

Juan.

Pero ¿cómo me ha encontrado? Me asomo por la puerta del hotel y veo, efectivamente, el Mercedes aparcado en la acera de enfrente. ¿Por qué me ha enviado un chófer? ¿Acaso no cree que pueda llegar yo sola?

Con la nota aún en la mano subo a mi habitación y se me cae el cielo al ver sobre la cama todo el material que pretendo llevar. ¡Pero qué bien me iría que simplemente alguien me llevara hasta allí! Además, podría ponerme algo un poco más arreglado, ya que no tendría que estar correteando por los metros de París…

Bueno, ¿qué hago?

• Soy mayorcita, me voy yo por mi cuenta (ve a "50").

• Acepto el chófer (ve a "34").

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