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IV
PERVIVENCIA DE LA ODISEA 58

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En las líneas previas hemos intentado dar cuenta, aun someramente, de la multiplicidad de la Odisea: sus temas, sus personajes, sus recursos estilísticos y narrativos, un auténtico universo que se abre para el lector curioso, como se abrió el Mediterráneo para su protagonista. Quizá no sea exagerado afirmar que ningún libro ha planteado nunca tantas preguntas y recibido tantas respuestas, ni tampoco ha sido la semilla de tantas grandes obras posteriores. Ninguno en el mundo clásico, sin duda. Su eco se deja oír con fuerza tanto en la literatura griega como en el poema de una joven poeta que se comunica a través de su blog, en la literatura latina como en el último videojuego. Se podría hacer una historia de la literatura —y casi del arte—59 a través de Ulises y todos los personajes a los que la Odisea convirtió en temas literarios: Penélope, Telémaco, Polifemo, Nausícaa, Circe, las sirenas, las doce criadas60.

Intentaremos ahora transitar por esta inagotable pervivencia en sus más significativas estaciones, en las que fue definiéndose y, al mismo tiempo, abriendo nuevos caminos. Ello se debe a la complejidad narrativa de la Odisea y a la peculiar esencia de Ulises, que desde sus inicios es «un signo» que «cada cultura interpreta dentro de su propio sistema de signos, atribuyéndole un valor que se basa, por una parte, en las características míticas del personaje y, por la otra, en los ideales, preguntas y horizontes de esa civilización» (Boitani 2001: 15).

De entre todas las facetas de este múltiple personaje, aquí nos centraremos en las que proceden directamente de la Odisea. No son las únicas, ya que sus apariciones posteriores también proceden de la Ilíada, en una faceta «política» del personaje —el de la embajada ante Aquiles, por ejemplo61.

Odisea

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