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ILUSTRACIÓN Y ROMANTICISMO

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Tras el Renacimiento y el Barroco, hay un importante vacío en la tradición de la Odisea. Como señala Standford (2013: 204), en esta época aparece, con pocas excepciones, un Ulises más plano y tópico, preferentemente en dramas que desarrollaban el tipo de hombre político procedente de la Ilíada antes que de la Odisea. Es, por el contrario, Telémaco el que goza de mejor salud gracias a la novela Les aventures de Télémaque de Fénelon (1699), donde se prolongan los viajes de Telémaco de los cantos I-IV. La obra es una gran novela pedagógica y utópica, y gozó de mucha popularidad dentro y fuera de Francia.

El cambio se produce en Europa en el Romanticismo, que rehabilita la poesía de Homero despojada de toda interpretación filosófica, como expresión primigenia del genio del hombre. Ulises se convertirá en un símbolo de algunas de las aspiraciones románticas. Ninguna obra lo refleja con tanta pureza como el poema «Ulysses» de Tennyson, de 1833. Su Ulises reconoce, ya viejo, en Ítaca:

No encuentro descanso al no viajar; quiero beber

la vida hasta las heces.

(Tennyson, «Ulysses», vv. 6-7; trad. R. D. Pope) 82

Representa, pues, en palabras del propio autor, «la necesidad de ir adelante y arrostrar la lucha de la vida» (citado en Standford 2015: 246), lo que con tanta belleza sintetizan sus famosos últimos versos:

Debilitados por el tiempo y el destino, pero con una voluntad decidida

a combatir, buscar, encontrar y no ceder.

(vv. 68-70) 83

Este Ulises está retratado en ese final más dantesco que homérico. Liberado por fin del castigo a su incansable curiosidad, recupera la dignidad oculta en su permanente búsqueda de sentido, y se convierte en el símbolo de la libertad romántica:

Este espíritu ya viejo, pero que arde en el deseo

de seguir aprendiendo, como se sigue a una estrella que cae,

más allá del límite más extremo del pensamiento humano.

(vv. 30-32) 84

En la estela de Tennyson, recorriendo ese último trayecto, se encuentran los poemas «Odysseus» de Paul von Heyse (1872), «L’Ulisse» de Giovanni Pascoli (Ultimo viaggio, 1904) y Gabriele D’Annunzio (Laus vitae, 1903).

Otro personaje de gran relevancia a finales del siglo XIX es Circe, ya generalmente asimilada a la femme fatale. Son los poetas decadentistas franceses los que más van a explotar esta imagen que Baudelaire sintetiza en «La Circe tiránica de los peligrosos perfumes»85.

Frente a esta fecundidad creativa, en España, durante esos siglos, la influencia de la Odisea (y, en general, de toda la literatura clásica) queda reducida a un puñado de referencias dispersas, como en Rubén Darío: ...] Quisiera ser ahora como el Ulises griego

que domaba los arcos, y los barcos y los

destinos. Quiero ahora deciros ¡hasta luego!

¡Porque no me resuelvo a deciros adiós! 86

Odisea

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