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EDAD MEDIA

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Hemos de abandonar ya el mundo clásico, pagano, y adentrarnos en el cristiano. La convivencia de los dogmas de la nueva religión con la cultura pagana no fue fácil, pero la indiscutible primacía de esta permitió su supervivencia, aunque fuera deformada, adaptada o incluso cristianizada, a través, principalmente, de autores latinos. Por esa vía, llega a la Edad Media un Ulises que encubre todo tipo de conceptos morales y religiosos, por medio de la interpretación alegórica. A modo de ejemplo, tanto Orígenes (181-254 d. C.) como Hipólito (170-236 d. C.) vieron en la imagen de Ulises atado al mástil una analogía de Cristo clavado en la cruz69. Pero, al mismo tiempo, el Ulises medieval era también el poco apreciable personaje que presenta Virgilio, en medio de un desconocimiento general de los poemas homéricos.

Aunque la llamada «materia troyana» goza de gran popularidad en la Edad Media, no proviene directamente de la Ilíada y la Odisea, sino de «Dictis Cretense» y «Dares Frigio», nombres por los que se conoce a los autores de dos obras latinas tardías (siglos IV y VI d. C.) que afirman ser traducciones de sendas novelizaciones griegas de época alejandrina (siglo II a. C.) en las que se narraba la historia de la guerra troyana, la primera desde la perspectiva de un combatiente griego y la segunda de uno troyano. Asimismo, se conocía una Ilias Latina, un breve resumen de la Ilíada en hexámetros, quizá del siglo I d. C. El tema principal es la guerra de Troya, y los viajes de Ulises son solo un epílogo, el castigo por el asesinato de Palamedes y Áyax. Aparecen, distorsionados y completamente humanizados, personajes y motivos de la Odisea, como el relato que el propio Ulises hace de sus aventuras y la matanza de los pretendientes (Dictis Cretense VI 5-6), pero también su muerte a manos del hijo que había tenido con Circe, Telégono (Dictis Cretense, VI 15). Ulises sigue siendo un personaje moralmente muy discutible. Los libros de Dictis y Dares fueron utilizados por Benoît de Sainte-Maure en Roman de Troie (1160), donde se plantea que los verdaderos responsables de la guerra fueron los griegos y que los troyanos hubieran sido los vencedores de no haber sido por la traición de Antenor, el príncipe troyano. La «Odisea» de Benoît se compone de dos partes: el relato de los Apólogos (28.549-29.078), y el final de Ulises muerto a manos del hijo habido con Circe, Telégono (29.815-30.300)70. El regreso de Ulises recibe una notable atención y parte de la presentación de Ulises con esa ambigüedad de carácter que es su rasgo más distintivo, el tramposo sabio y encantador:

Según Dares, Ulises les ganaba a todos en belleza. No era muy alto ni muy pequeño. Estaba dotado de mucho sentido común. Era un maravilloso y gran orador, pero de entre diez mil caballeros no había nadie más embaucador. Nunca jamás se vería uno igual. Salían de su boca bromas, pero siempre llenas de prudencia y cortesía.

(Roman de Troie, 5201-5010; trad. R. López Gregoris) 71

Destaca un aspecto de este Ulises, su sabiduría, que se extiende incluso a las artes mágicas, con las que vence a Calipso y Circe, dos brujas que simbolizan la atracción pecaminosa del deseo sexual y que viven juntas en una isla.

La obra de Benoît tuvo mucha difusión, en especial a través de una de las imitaciones, la de Guido de Columnis, Historia de la destrucción de Troya (Historia destructionis Troiae, 1287), traducida a todas las lenguas vernáculas72.

Pero sin duda, la obra fundamental en la tradición de la Odisea se debe a un autor que no la leyó jamás: Dante73. En el canto XXVI del «Infierno» de la Divina Comedia aparece el que en opinión de Stanford (2013: 222) es el Ulises más influyente después del de Homero en la concepción del héroe errante. Ulises y Diomedes están convertidos en dos llamas ardientes, en el círculo de los consejeros falsos. Allí Ulises volverá a ejercer de narrador de su propia historia y relatará a Virgilio y a Dante su final, distinto al que Tiresias profetiza en la Odisea. Ulises, después de todas sus aventuras y de haber conseguido dejar a Circe, no pudo aplacar sus ansias de aventuras y de descubrimientos y renunció a volver junto a su esposa y su hijo. Con la última nave y los pocos compañeros que habían sobrevivido, se lanzó a mar abierto, hacia poniente. Tras cinco meses de navegación constante, y cuando les pareció por fin avistar una montaña, un gran remolino hizo girar tres veces su nave, hasta que finalmente la hundió.

La presencia de Ulises en la Divina Comedia plantea dos problemas. El primero, ¿por qué está en ese círculo? Quizá porque todos murieron por su mal consejo, causado por su insaciable curiosidad intelectual. Por otro lado, ¿por qué Dante nos ofrece ese final, no atestiguado en ningún texto previo 74? Las hipótesis han sido muchas, relacionadas con sus posibles fuentes75. Apuntamos aquí la ofrecida por López Cortezo (2012): Dante imagina lo sucedido a Ulises si no hubiera seguido las indicaciones de Tiresias para volver a casa o, al menos, plantea una alternativa al regreso más conocido. Lo importante, desde nuestra perspectiva, es que este final se incorpora como motivo nuevo a la larga cadena de los componentes del tema.

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