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LANGEVIN VUELVE DE BOLONIA, 1911

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Después de enterarse del éxito de Langevin, los filósofos de París convocaron al científico tan pronto como regresó. Querían escrutar sus palabras en terreno propicio, la Société française de philosophie, el mismo foro que acogería a Einstein y Bergson una década más tarde.

En aquellos años, en Francia el artículo de Einstein de 1905 no quitaba el sueño a nadie, pero la presentación que acababa de dar Langevin en Italia provocó un buen revuelo. Mucha gente del público y del exterior empezó a especular cómo afectaría la teoría del físico a la filosofía de Bergson.

Langevin fue uno de los primeros científicos de Francia en abrazar la teoría de Einstein. Después de leer sobre ella, enseguida se transformó en «el apóstol del nuevo evangelio»13. Su dedicación a la teoría fue tan exhaustiva que, cuando murió, Einstein llegó a afirmar que su amigo casi seguro que la habría descubierto si no lo hubieran hecho otros (incluido el propio Einstein): «Me parece incuestionable que habría desarrollado la teoría de la relatividad especial si no lo hubiera hecho otra persona, pues había identificado claramente los puntos esenciales», explicó14. A lo largo de su vida, Langevin defendió a Einstein con «escrupuloso celo», según la descripción de los críticos15.

Langevin y Einstein hicieron buenas migas y compartieron afinidades políticas. Durante un viaje inolvidable a París en 1913, Einstein intimó con otros amigos del círculo de Langevin, sobre todo con Jean Perrin y Marie Curie. Einstein fue invitado a París en 1922 gracias a Langevin y, un año más tarde, para compensar la aceptación de Einstein, Langevin fue a Berlín para participar en una manifestación pacifista, posando para los fotógrafos en un lugar destacado junto a Einstein.

Langevin y Bergson trabajaron en el prestigioso Collège de France, donde el primero estuvo siempre a la sombra del sobresaliente filósofo. Langevin ingresó en la institución en 1902 como sustituto y se ganó una plaza fija en 1909. Un estudiante que estuvo en el Collège de France durante los años que Langevin dio clases se refirió al centro como «la casa de Bergson», pero comentó que ni siquiera los que estudiaban «ciencia conocían el nombre de Langevin»16. Las diferencias entre Langevin y Bergson acabaron siendo tan notorias como las que había entre Einstein y Bergson. El conflicto entre los primeros agrandó el otro.

Junto con Einstein, Langevin se convirtió en miembro del CIC dirigido por Bergson. Parece que tuvo una aventura con Marie Curie después de que esta enviudara y, juntos, formaron parte de un selecto grupo de científicos franceses con inquietudes políticas cada vez más atraídos hacia la izquierda17. Langevin fue íntimo amigo de Georges Politzer, que escribió un libro muy agresivo contra Bergson, La fin d’une parade philosophique : Le Bergsonisme (1929), usando como pseudónimo el nombre real de Voltaire, François Arouet. Uno de los grandes fines del libro de Politzer era demostrar la incompatibilidad entre la filosofía de Bergson y la ciencia: «Se podría acarar la ciencia con el bergsonismo, que pretende estar basado en resultados científicos, y demostrar cuán lejos están los fundamentos científicos del bergsonismo»18. Langevin y Politzer fundaron la revista La Pensée, en la que propugnaban un supuesto racionalismo moderno para curar los excesos de Bergson y de otras doctrinas filosóficas. Ambos hombres sufrieron lo indecible durante la ocupación alemana de Francia y con el Gobierno de Vichy. Politzer fue fusilado en 1942. Su esposa y la hija de Langevin, Hélène Solomon-Langevin, fueron enviadas al campo de concentración de Auschwitz en el famoso «convoi de 23 janvier». Pero nada consiguió acallar a Langevin, que en 1944 se afilió al Partido Comunista.

En Bolonia, Langevin habló de las consecuencias de la teoría de la relatividad para el «tripulante de una nave espacial». Su relato se suele considerar la primera formulación del experimento mental conocido inicialmente como «paradoja de Langevin» y bautizada luego como la «paradoja de los gemelos». La presentación habitual de la paradoja se puede resumir así: si se cumple la teoría de la relatividad, dos gemelos (uno que haya viajado por el espacio exterior a velocidades próximas a la de la luz y otro que se haya quedado en la Tierra) se reencontrarán en el planeta y descubrirán que, para el gemelo que ha viajado, el tiempo se ha ralentizado. El gemelo que se hubiera quedado habría envejecido más rápido; el que hubiera viajado sería más joven. Sus relojes y calendarios mostrarían fechas y horas diferentes. Aunque se formuló como un experimento mental, muchos científicos empezaron a plantearse si los efectos descritos y previstos por la teoría de Einstein implicaban que la paradoja se cumpliría de verdad.

La publicación original de Langevin no iba sobre gemelos ni usaba los nombres comunes que luego les dio Bergson: Peter y Paul. Simplemente describía a un «tripulante» que zarpaba de la Tierra en un cohete hipotético e imaginaba lo que pasaría al volver. Al principio, la teoría de la relatividad «especial» de Einstein solo exponía una situación en que un «tripulante» se iba, sin explicar del todo su regreso. La paradoja de los gemelos necesitó tiempo para adquirir esta forma tradicional y corriente.

¿Qué pasaría si el viajante acabara regresando a la Tierra? Pasaron años hasta que se resolvió esta pregunta. Al principio, incluso a Einstein se le escapaban sus implicaciones plenas. Después de la intervención de Langevin, Einstein empezó a preguntarse cada vez más si la demora en la hora marcada por un reloj también afectaría a los procesos biológicos (y no solo físicos). En un manuscrito inédito escrito después de que Langevin formulara la paradoja, Einstein comenzó a tomárselo más en serio19. Se puso a valorar si estos retrasos afectaban a más cosas aparte de los relojes, afirmando que la teoría de la relatividad describía «el curso temporal de cualquier proceso, sin importar cuál»20.

El físico y el filósofo

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