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«UN RESUMEN INCREÍBLEMENTE SIMPLE»

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Las objeciones de Bergson a la teoría de Einstein inquietaron a los físicos. A la vista de su crítica, muchos empezaron a dudar: tal vez la teoría de Einstein no merecía la importancia que se le daba, quizás el físico solo estaba ofreciendo una forma de interpretar la realidad, y quizás esta interpretación era solo una de las múltiples posibilidades. Tal vez no era ni siquiera revolucionaria, sino más bien conservadora. Einstein luchó contra estas interpretaciones con más vigor que nunca tras su encuentro con Bergson.

Se ha escrito mucho sobre la perspectiva filosófica de Einstein y los expertos han debatido hasta qué punto era realista, el alemán54. Las pruebas varían, dado que Einstein expuso a menudo opiniones contradictorias sobre esta materia. Su debate con Bergson, no obstante, revela que durante un periodo de tiempo limitado (empezando con los ataques contra él en la Filarmónica de Berlín y siguiendo con la confrontación de Bergson) adoptó una postura en la que solo consideraba «objetiva» su propia interpretación de la teoría de la relatividad.

La defensa aguerrida que durante esos años hizo Einstein de su teoría como la única opción científicamente viable contrasta mucho con las interpretaciones previas y posteriores de su propia obra y la de sus colegas. Einstein alabó en repetidas ocasiones la doble virtud de la simplicidad y la generalidad al evaluar teorías científicas. Primero adujo que había que adoptar su teoría porque era simple y exhaustiva, no porque fuera absoluta y definitivamente la única correcta. La describió «como una generalización y un resumen increíblemente simple de hipótesis que, hasta ese momento, habían sido independientes las unas de las otras»55. Su revolucionario artículo sobre la relatividad general (1916) solo había afirmado con modestia que su teoría era «psicológicamente natural»56. Era importante que aprovechara para advertir de un beneficio psicológico, pues marcaba una diferencia de peso con las tesis posteriores de que era necesariamente la teoría natural. En ese trabajo, al referirse al tiempo también había aclarado que hablaba de una «definición» determinada del mismo, llegando incluso a poner el término «realmente» entre comillas cuando escribió sobre las horas de reloj alteradas. Un reloj «“realmente” va más lento que el otro [reloj]», señaló57. En 1918 volvió a insinuar que era legítimo elegir o desechar su teoría: «Solo las razones utilitarias pueden determinar qué representación se tiene que elegir», explicó58. Un año más tarde, después de que las expediciones para observar el eclipse confirmaran su teoría, hizo uno de los alegatos más poderosos a favor de la idea de que las teorías científicas raramente se imponían. Por lo común, los científicos podían elegir entre opciones:

Cuando disponemos de dos teorías y ambas son compatibles con el repertorio de hechos, a la hora de elegir una antes que la otra no existe más criterio que la mirada intuitiva del investigador. De esta manera, uno puede entender por qué los científicos más sagaces, que conocen ambas cosas —teorías y hechos—, pueden ser apasionados partidarios de teorías opuestas59.

Pero después de los ataques que recibió en Berlín y París, Einstein dejó de afirmar que había otras teorías válidas.

Bergson y la mayoría de sus adeptos no negaban los resultados de la teoría de la relatividad; la mayoría se limitaba a rebatir que condujeran necesariamente a las conclusiones de Einstein. Poincaré y otros habían argumentado a menudo que, normalmente, los científicos podían escoger qué teorías se amoldaban mejor a casos particulares. A veces señalaban que las teorías pocas veces concordaban al cien por cien con la realidad, pero que las consideraban igualmente representaciones adecuadas y útiles de ella. Al principio, parecía que Einstein estaba de acuerdo con estos dictámenes, pero más tarde mantuvo una actitud contraria. Por un momento, luchó a brazo partido contra el parecer común, extendido por la crítica de Bergson, de que «los físicos no han sido capaces de decidir» si «puede darse a la “simultaneidad” un significado absoluto»60.

El físico y el filósofo

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