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ACELERACIÓN

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En uno de sus encuentros con Einstein en el Collège de France, Painlevé le preguntó qué pasaría si el tren iba «marcha atrás». Bergson estaba en el público escuchando atentamente. Entre una mar de asistentes «cuyos nombres no logro recordar», narró el astrónomo Charles Nordmann, «y que se perdían modestamente en esta asamblea de la élite intelectual francesa», destacaba el «perfil regio de monsieur Bergson»27.

«¿Qué hora marcará el reloj del tren cuando vuelva a la estación de donde ha salido?», preguntó Painlevé. Era una pregunta trampa. Einstein, apoyado por Langevin, que le «susurraba las respuestas» a su espalda, contestó que «iría con retraso»28. Según un testigo, Painlevé opinó diferente: «Debería marcar la misma hora»29.

Painlevé aceptaba la teoría de la relatividad especial en su totalidad. Reconocía que su coherencia interna era a prueba de balas, pero no estaba tan seguro de que hubiera que aceptar todas las premisas de la teoría general. «Sin duda, es imposible hallar una contradicción lógica en la teoría de la relatividad especial, pero aparecen graves dificultades cuando uno pasa de un sistema inercial a otro», le dijo a Einstein30.

Los comentarios de Painlevé ponían el acento en estas dificultades, que todavía no estaban totalmente resueltas. Incluso Langevin coincidía en los problemas de aceleración y regreso, señalando que había reparado en ellos primero. Pero para Painlevé, estas dificultades también implicaban que había que considerar la teoría especial de manera diferente. Demostraban que un observador fijo y uno que volvía después de moverse no tenían por qué estar hablando de lo mismo. Es decir, que no había una «correspondencia unívoca» necesaria entre los dos. Para él, esta falta de correspondencia creaba una «disimetría fundamental» entre los dos observadores que invalidaba todo debate sobre «reciprocidad».

Langevin replicó de inmediato a los comentarios de Painlevé, agenciándose el mérito. Se dirigió al público diciendo: «Debo insistir en que ya expuse esta falta de simetría en 1911 en el congreso de filosofía de Bolonia, así como en mi curso en el Collège de France»31. Pero aunque Langevin y Painlevé coincidían sobre la naturaleza de las dificultades, discrepaban acerca de su importancia. Cuando dos observadores comparaban sus relojes y los veían discrepar, era porque estaban comparando peras con manzanas, recalcaba Painlevé. Simplemente no estaban comparando lo mismo: el tiempo. Langevin admitía que había una «falta de simetría» entre ellos, pero seguía considerando que ambos marcaban el tiempo.

La cuestión del reloj que iba y volvía continuó siendo un pilar de la crítica de Bergson. En su opinión, la razón por la que la aceleración —y su papel a la hora de crear las diferencias temporales— se excluía de la mayoría de las presentaciones de la teoría de la relatividad respondía a un problema más hondo. Era una especie de truco ideado para «disimular la diferencia entre lo real y lo virtual» en la obra de Einstein. Su reintegración a las discusiones de la relatividad —que sembraría dudas sobre la relación de la teoría especial con la general— era «superflua para el físico, pero capital para el filósofo»32.

En las décadas siguientes, la teoría general de Einstein fue cosechando más y más apoyos. Un grupo de científicos que trabajaban en nuevos observatorios norteamericanos a gran escala se convirtieron en el «jurado de Einstein» y fallaron en favor del físico33. Esta generación de investigadores, que interpretaba el tiempo según las ecuaciones de la relatividad general, no necesitaba conceptos extraídos de largos debates para aclarar la relación entre la teoría especial y la general. La «correspondencia unívoca» de Painlevé y la «vivencia» de Bergson, en cambio, estaban diseñadas para demostrar que las diferencias en las condiciones de viaje creaban divergencias temporales. Esta nueva generación de investigadores usaba conceptos propios; y los intentos por entender las diferencias temporales de los relojes de un modo que no estuviera directamente ligado a ellos fueron perdiendo cada vez más fuelle34. Pero la victoria de Einstein no fue pan comido: algunos de los científicos más destacados que estudiaron la relatividad siguieron apoyando a Bergson.

El físico y el filósofo

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