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POINCARÉ Y EINSTEIN

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Cuando el organizador del debate mencionó al matemático, que llevaba muerto casi una década, otro tertuliano volvió a introducir en la discusión las opiniones de Poincaré. Dando su punto de vista sobre las ventajas de los métodos relativistas versus los no relativistas, concluyó: «La cuestión es cuál de las dos lenguas es más cómoda»16.

La filosofía de Poincaré se suele resumir como convencionalismo (o commodisme, en francés). Se regía por la idea de que los científicos podían elegir entre diversas formas para describir los mismos fenómenos y que su elección era más convencional que necesaria. En lugar de intentar describir cómo eran las cosas en realidad (como haría un realista), una perspectiva convencionalista sostenía que las descripciones científicas respondían a las necesidades particulares de diferentes profesiones y a los individuos que las abrazaban.

Einstein discrepaba de quienes describían su teoría como un posible «lenguaje» de los muchos que existen. Durante la sesión, luchó con uñas y dientes contra el parecer —a menudo asociado con Poincaré, pero también presente en la obra de Bergson— de que su teoría era solo una de otras opciones viables. «Uno siempre puede elegir la representación que quiera si cree que le es más cómoda para la tarea que tiene entre manos», admitió. Sin embargo, concluyó categóricamente que «eso no tiene ningún sentido objetivo». Einstein criticó la tesis filosófica que permitía describir los mismos fenómenos de varias maneras y que afirmaba que la elección entre dos teorías alternativas se debía dejar en manos de las personas involucradas. «Pero hay hechos objetivos que son independientes de las personas», se quejó esa tarde17. En otras conversaciones, suscribió la postura asociada al físico y filósofo Ernst Mach, que había sostenido que entre dos teorías rivales, había que adoptar la más «económica».

Einstein y Poincaré solo se vieron las caras una vez en 1911, en el Congreso Solvay, un prestigioso evento para científicos celebrado en Bruselas. Allí discutieron sobre el comportamiento de las moléculas en gases a temperaturas bajas18. Al acabar, Einstein describió así al viejo francés: «Simplemente negativo en general y, a pesar de toda su agudeza, demostró no entender mucho la situación»19. Aunque estaban trabajando en temas de investigación similares y Einstein seguía con atención el trabajo de Poincaré, por lo general el joven científico ignoró al mayor: «Einstein pasaba continuamente al lado del viejo científico en un silencio sepulcral», y solo le citó una vez20. Poincaré le pagó con la misma moneda («Desde París, Poincaré respondió a Einstein con redoblado silencio») y el mutismo se prolongó «durante siete años más»21.

Poincaré conocía lo suficiente la labor de Einstein para recomendar al físico para un trabajo en el Instituto Federal Suizo ese mismo año, hecho que denota claramente su código de pundonor para con su joven colega. La recomendación, sin embargo, no era ni de lejos un aval incondicional. Había pasado más de media década desde que Einstein publicara sus trascendentales artículos, pero la carta de Poincaré advertía que, en aquel momento, el alemán no podía presumir de haber publicado muchas obras originales, aunque sí apuntaba que en el futuro seguro llegarían grandes logros22.

Por entonces, Poincaré había aceptado algunas de las implicaciones más revolucionarias de la relatividad, aunque las atribuía a Lorentz, no a Einstein. Poincaré escribió un informe sobre la obra de Lorentz en 1910, repitiendo algunos de los razonamientos que había expuesto antes, cuando había nominado a Lorentz para el Premio Nobel. Poincaré explicó que, en el caso de los relojes viajeros, Lorentz había demostrado que era imposible señalar que uno era correcto y el otro iba atrasado. Refirió que era «imposible detectar nada que no fuera la velocidad relativa de unos cuerpos con respecto a otros, y que también deberíamos renunciar a conocer sus velocidades relativas con respecto al éter tanto como sus velocidades absolutas». Su conclusión fue taxativa: «Este principio se debe considerar preciso, no solo aproximado»23. Ese año, 1910, en una conferencia en Gotinga, señaló que elegir entre las interpretaciones de Einstein y Lorentz de la teoría era tan solo cuestión de gustos.

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