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1.1. INTRODUCCIÓN

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Hace mucho tiempo que la UNESCO definió la alfabetización como la aptitud para leer y escribir comprendiendo un texto sencillo y corto relacionado con la vida diaria.

La Canadian Organization for Development through Education en su ILY: year of opportunity (1990)1) plantea las características que una persona debe satisfacer para ser considerada alfabeto; propone una escala, que mide si una persona es capaz de hacer la lectura eficiente de varios textos, tales como, las etiquetas de latas y cajas; el horario de autobuses y trenes; números telefónicos en un directorio; un contrato, un seguro de gastos médicos, un título de propiedad o una renuncia; un mapa; instrucciones médicas; el menú de un restaurante; los signos de tránsito en un camino; obtener un trabajo que exija las habilidades de leer y escribir; las advertencias en las etiquetas de pesticidas y productos venenosos; una carta de un pariente o amigo y responderla y mantener en orden sus propias cuentas; ayudar a los hijos con sus tareas.

Hoy en día se ha avanzado en el concepto de alfabetización en los países occidentales, el número de personas que no saben leer o escribir es prácticamente inexistente, lo que ha llevado a modificar los parámetros de analfabetismo o alfabetismo, distinguiéndose entre analfabetos, funcionales, digitales, etc. Actualmente, algunos sectores de la UNESCO indican que se podría considerar una persona alfabeta en los países avanzados como una persona capaz de interpretar un periódico o entender un prospecto de un medicamento.

La importancia de la medicina en la actualidad es tal que hasta se usa como medida de cultura o avance social. Vemos como la salud, sobre todo en los países occidentales, ha ido evolucionando hasta llegar a lo que podría denominase hipersalud, utilizando la medicación o productos similares más allá de la simple cura de una enfermedad o diagnóstico. Se utiliza con fines preventivos, estéticos, intentando anticiparnos a las posibles enfermedades, alergias o el más mínimo síntoma que se nos anuncia tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales.

El informe sobre la salud en el mundo en 2003 de la OMS2) afirma que, en los últimos 50 años, la esperanza media de vida al nacer se ha incrementado en términos mundiales en cerca de 20 años, pasando de 46,5 años en 1950-1955 a 65,2 años en 2002. Esto representa a nivel mundial un aumento medio de la esperanza de vida equivalente a cuatro meses por año durante dicho periodo. En países en vías de desarrollo con baja mortalidad, como China, el aumento de la esperanza media de vida ha sido el mayor, alcanzando los 26 años. En los países en desarrollo con elevados niveles de mortalidad de niños y de adultos, como la mayoría de los países africanos y los países más pobres de Asia, la Región del Mediterráneo Oriental y América Latina, ha aumentado en 17 años y en los países desarrollados tales como Australia, los países europeos, Japón, Nueva Zelandia y América del Norte en nueve años.

Los aumentos de la esperanza de vida registrados en la primera mitad del siglo XX en los países desarrollados fueron el resultado de un rápido descenso de las tasas de mortalidad, en particular de la materno-infantil y de la atribuible a enfermedades infecciosas en la infancia y en la primera etapa de la edad adulta. Esto fue debido a un mayor control epidemiológico como consecuencia del acceso a una vivienda, la mejora en los servicios de saneamiento, mayor calidad en la educación, la tendencia a formar familias más reducidas, el incremento de los ingresos y la adopción de medidas de salud pública, como la inmunización contra diversas enfermedades infecciosas.

En los últimos 50 años, la esperanza de vida ha mejorado en prácticamente todas las regiones del mundo, a excepción de África y de los países de Europa oriental antes pertenecientes a la Unión Soviética. En este último caso, la esperanza de vida al nacer, tanto de los varones como de las mujeres, disminuyó a lo largo del periodo 1990-2000, respectivamente, en 2,9 años y en 1 año. La situación socio-política de estos países impide el desarrollo de los sistemas sanitarios e implementación de una salud pública eficiente.

En los países desarrollados, las mejoras actuales en los niveles de esperanza de vida se deben principalmente a la reducción de las tasas de mortalidad entre los adultos. El desarrollo de nuevos fármacos ha contribuido a la cura de numerosas enfermedades que hace 50 años eran mortales.

El progreso y avance de la medicina está unido también a la evolución del concepto de salud: la OMS supera el concepto de «ausencia de enfermedades biológicas» para considerar que la salud, más allá de la ausencia de enfermedad, abarca el bienestar humano3).

Este avance ha ido más allá de la simple cura de una enfermedad convirtiéndose en un producto más de consumo que de primera necesidad, consumo incluso abusivo y potenciando uno de los negocios más fructíferos de los existentes actualmente. Así por ejemplo, en el informe publicado por la EFPIA4) destaca, cito literalmente, «La industria farmacéutica basada en la investigación puede jugar un papel crítico en la restauración de Europa para el crecimiento y asegurar la futura competitividad en una economía global que avanza. En 2013 se invirtieron un estimado de 30.630 millones de euros en I+D en Europa». A pesar de la coyuntura económica estos datos no han hecho más que incrementarse en los últimos años. Otras cifras que indica el documento son, por ejemplo, que el sector emplea a casi 690.000 personas y genera de tres a cuatro veces más empleo indirecto de lo que lo hace directamente. Las exportaciones en 2013 de productos farmacéuticos fueron por valor de 312.377 millones de euros, mientras que en importación el dato se sitúa en 224.811 millones, situando la balanza en 87.566 millones de euros.

Finalmente, este documento cuantifica las causas de muerte en la UE producidas por enfermedades graves. La primera causa de mortalidad se debe a enfermedades cardiovasculares, con un 39,2%. En segundo lugar, se sitúa el cáncer con un porcentaje del 25,9%, seguido muy de lejos por las enfermedades respiratorias (7,6%) y las enfermedades del sistema digestivo (4,6%) y otras enfermedades.

«Los medicamentos constituyen sólo una pequeña parte de los costos de salud con un promedio del 16,5% del gasto total en salud que Europa se gasta en productos farmacéuticos y otros bienes no duraderos médicos. En las enfermedades costosas tales como el cáncer y la artritis reumatoide, los medicamentos representan incluso menos que 10% de los costes totales de la enfermedad. Los medicamentos también pueden generar ahorros adicionales, por ejemplo, reduciendo sustancialmente los costos en otras áreas de la salud, incluyendo la estancia hospitalaria y los costos de atención a largo plazo»4.

Restringiéndonos a España según Farmaindustria5), por ejemplo, el mes de marzo de 2015 ha cerrado con un aumento de casi un 4,1 por ciento respecto al mismo mes del año pasado, lo que supone un ascenso de casi 825 millones de euros. Así mismo, también se observa un aumento en el número de recetas facturadas de un 4,43 por ciento llegando a una cifra total de 77.172.436 según los datos del SNS. Lo que conlleva a un crecimiento interanual del 1,42 por ciento en comparación con el 2014.

La transformación que ha sufrido el sector dedicado a la salud conlleva también cambios en las oficinas de farmacia, de las antiguas y románticas boticas a la actual oficina de farmacia, donde destaca la tecnología, diseño y ergonomía, pero sobretodo la gran variedad de productos que ofertan. Junto a los productos tradicionales y de última generación, nos encontramos una vasta oferta de vitaminas, minerales, melatonina, prebióticos o enzimas, plantas medicinales, cosméticos para la piel o cabello (con componentes cada vez más sofisticados (células madre, ácido hialurónico, ciclodextrinas) que se ofertan en las más variadas formas de sus principios activos y presentación como puede ser niosomas, liposomas, transfersomas, microcápsulas, catezomas, cristales líquidos, micro emulsiones.

Según el XV Informe Anual de las Oficinas de Farmacia de 20146) preparado por Aspime, el reparto de los ingresos de las oficinas de farmacia que facturan hasta 300.000€ al año es un 71% la prestación farmacéutica y un 29% de productos de venta libre, mientras que las que facturan más de 2 millones de euros al años los ingresos de los medicamentos financiados se reducen al 52,5%. La venta libre se convierte en la salvación del mercado en farmacias.

Además muchos de los productos para la salud pueden adquirirse en otros tipos de establecimientos como son las parafarmacias, herbolarios, internet, grandes almacenes o grandes superficies, o supermercados donde también podemos adquirir alimentos enriquecidos con sustancias que presentan propiedades saludables (vitaminas, minerales, omega), que se utilizan también en los medicamentos.

Todo este mercado se ve empujado por la publicidad que llega a los consumidores, en la que ofertan productos que si bien pueden ser saludables, no lo son más que cualquier otro producto, por ejemplo se nos presentan alimentos en los que se anuncia en la etiqueta que el producto ayuda a adelgazar, pero también ayuda a adelgazar simplemente el agua. Toda esta información que le llega a los consumidores hace que deban tener un mayor conocimiento y medios para poder evitar no solo fraudes o abusos, sino perjuicios para la salud.

Ha sido necesaria la creación de un sector que se dedica a lo que se conoce como productos de autocuidado de la salud sin receta7), medicamentos a base de plantas medicinales, homeopáticas, así como determinados productos sanitarios, los complementos alimenticios o productos para el cuidado personal a los que hay que sumar alimentos funcionales.

Todo esto plantea razonar que la salud en el ámbito actual, es una manifestación de una nueva forma de entender la protección pública de salud, que deja de ser meramente reactiva frente a las enfermedades, y añade una acción preventiva y de mejora de la salud asumida por los propios ciudadanos, además del gran desarrollo económico que despliega.

En definitiva, nos lleva a que se debe de superar o se ha superado la definición de lo que tradicionalmente se definía como medicamento y su distinción con otros productos para la salud como son los productos sanitarios, los cosméticos, los biocidas, los complementos alimenticios o alimentos funcionales a los que aumenta la confusión entre los distintos tipos de productos con finalidad sanitaria como es la alta tecnología en la que van apareciendo nuevas terapias, integración de productos híbridos que se aplican en nuevos ámbitos de la nanomedicina o la farmacogenética lo que aumenta más el conflicto.

Tratado de derecho farmacéutico y de los medicamentos

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