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El tráfico humano
ОглавлениеSecretos peligrosos (The Whistleblower)
Alemania-Canadá, 2010
De Larysa Kondracki
Con Rachel Weisz, Roxana Condurache, Nikolaj Lie Kaas
En Secretos peligrosos, salvajón debut (y acaso despedida) de la ucraniano-canadiense Larysa Kondracki (tras su corto sobre el mismo tema Viko, 2009), con guion suyo y de Eilis Krwan basados en hechos verídicos, la desconfiable madre divorciada sin custodia de hijos pero idealista policía nebraskiana Kathryn Bolkovac (Rachel Weisz, pequeña pero durísima) se enrola en las fuerzas de paz de la recién liberada Bosnia, se involucra sentimentalmente con el incondicional colega holandés Jan (Nikolaj Lie Kaas) y, gracias a su eficacia en la defensa de una mujer islámica golpeada, asciende rápidamente a cierta jefatura sectorial en Sarajevo, donde deberá enfrentar a la condición de las trabajadoras sexuales esclavizadas en los bares para soldados estadunidenses, cascos azules y oficiales / funcionarios internacionales, al interior de una red policial que devuelve a sus centros de esclavitud a las chicas apenas supuestamente manumitidas e involucra entre sus explotadores a policías sádicos de todo género y miembros de alta jerarquía en la ONU con inmunidad diplomática para hacer cruzar fronteras a las chavas, por lo que la temeraria Kathryn pronto se verá rebasada, causará el sacrificio criminal de la quinceañera esclava ucraniana Raia (Roxana Condurache) y será despedida de su neurálgico puesto (por presiones de una criminal organización civil llamada Democra coludida con los hampones incrustados de la misión) y convertida en ladrona (por fractura) de sus propios documentos confidenciales (cancelados), con ayuda del zorro agente doble de los suprapoliciacos asuntos internos Peter Ward (David Strauthairn) y de la protectora anciana comisionada en derechos humanos Madeleine Rees (Vanessa Redgrave), para proceder vía BBC al TVescándalo estremecedor y desmitificante. El tráfico humano se hace eco de una denuncia verídica que estalló en los medios desarrollados, rumbo al impacto de Wikileaks o así, algunos años atrás, para hacer aparecer ahora fílmica y valerosamente a una ONU tan corrupta como la policía estadunidense de Lang (Los sobornados, 1953) o como la CIA de Alan J. Pakula (Asesinos, S.A., 1974) y Sydney Pollack (Los tres días del cóndor, 1975) o como la banca transnacional de Tom Tykwer (Agente internacional, 2009), por ejemplo, atreviéndose a exponer la parte podrida, solapadora y verdugo de las víctimas que supondría defender, de una respetabilísima institución frágil e intocable, en adelante vista al nivel de cualquier agrupación cómplice de viles mafias proxenetas esclavistas o Zetas exterminadores, con jugosas ganancias personales y jerárquicas desde la perspectiva de una ruda versión femenina del impoluto incorruptible Serpico (Sidney Lumet, 1973), en las antípodas de nuestra Ana de la Reguera en el abyectito Backyard-el traspatio (Carlos Carrera, 2008), capaz de arrostrar lo que sea. El tráfico humano parecería, desde el coincidencial nombre mismo de su protagonista un ferviente homenaje al vigoroso cine trepidante tan poco femenino entre comillas de Kathryn Bigelow (de Acero azul, 1990, a Zona de miedo, 2008) y, por extensión, a todo el thriller hecho por mujeres fuertes desde fines del siglo pasado a la fecha, o sea, a fuer de energía y reciedumbre inesperadas, destellando sin falla ni temblor de mano a la hora de expresar la brutalidad vivida por las chicas (esas fotos ostentosas de cruentas vejaciones, ese inmostrable castigo-empalamiento con fierros leído menos en la mostración directa que en las reacciones dolorosas de la torturada y los rostros aullantes de las chicas obligadas a presenciarlo), el asalto de paranoia absoluta de la heroína (esos espectros sospechosos que se cruzan por los pasillos del edificio-búnker de cristal), el atroz pánico paralizante de las inermes chavas endeudadas eternas sin pasaporte ni esperanza (al estilo Las Poquianchis de Felipe Cazals, 1976, a dimensión mundial), la sensación de pérdida de inmunidad / impunidad o el acoso con solidario derrumbe solitario. Y el tráfico humano sólo pretendía dar lugar a una brutal cinta sumaria y útil que, pese a sus golpes de sorpresa finales, sirviera de algo ante la constatación de 2.5 millones de víctimas actuales de la ancestral trata de blancas (y sus familias y amigos cómplices).