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La bitácora globalizada

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Contagio (Contagion)

Estados Unidos, 2011

De Steven Soderbergh

Con Gwyneth Paltrow, Matt Damon, Kate Winslet

En Contagio, vigésimo primer largometraje del gran director más desigual del mundo de apenas 48 años Steven Soderbergh (Sexo, mentiras y video, 1989; Vengar la sangre, 1999), con calibrado guion de Scott Z. Burns (Bourne: el ultimátum de Greengrass, 2007; El informante ya de Soderbergh, 2009), la adúltera chicaguense en viaje promiscuo por el antes lejano oriente Beth Emholf (Gwyneth Paltrow) importa de Hong Kong una peste porcina aún no identificada que va a contagiar en pocas horas a su marido buenaonda Mitch (Matt Damon), quien sin embargo quedará inmune al padecimiento que provocará, en monstruoso contraste, entre fiebres, súbitas convulsiones y espuma por la boca, el pronto deceso de la infeliz esposa, así como el de su pequeño hijo y el de numerosas otras personas de las más diversas nacionalidades con las que tuvo contacto en la populosa ciudad china y en el avión del retorno a casa, para extenderse prácticamente como una infección mortal por todo el planeta en unos cuantos días, pese a las precauciones de las autoridades sanitarias, la feroz cuarentena in situ de la sacrificada investigadora viajera Dra. Mears (Kate Winslet), las airadas denuncias antivoracidad farmacéutica a través de internet del bloguero alarmista aprehendido por la policía Alan Krumwiede (Jude Law) y los discretos esfuerzos al cabo exitosos de una doctora casi anónima (Marion Cotillard) por aislar la cepa del nuevo virus MEV-1 que algunos pavorosos meses después redundará en la elaboración de una vacuna para distribuirse por sorteo de fechas de nacimiento, aunque no habrá podido evitar pánicos masivos, estallidos y una mortandad de millones. La bitácora globalizada narra la rigurosa crónica día a día de una pandemia verdadera a nivel mundial, en contraposición a la manipulada falsa alarma internacional de la A / H1N1 pero muy semejante a ella (al grado de que mucho de lo narrado en el film ya nos parece conocido / vivido / asimilado / esquemático / subliminal), aplicando con una maestría ya absoluta, opacamente brillante y antienfática, el método de alternaciones y simultaneidades al infinito que su realizador ha venido perfeccionando de Tráfico (2000) a su díptico épico / antiépico sobre Che, el argentino (2008), mediante una miríada de microanécdotas con personajes reveladores, más que representativos, de toda la escala humana (y del firmamento multiestelar poshollywoodense), desde el ínfimo intendente alterado (John Hawkes) hasta el alto directivo afroamericano de salud pública (Laurence Fishburne), ambos simétricamente capaces de hundir al mundo entero con tal de salvar a uno de sus familiares, trátese del hijo tempranamente infectado o de la galana llamada a cruzar la Unión Americana de manera riesgosamente clandestina. La bitácora globalizada se sitúa con doloso gozo medio masoquista medio sádico y a tambor batiente, entre la magna sinfonía coral, una especie de todoabarcador mural puntillista y el hiperhíbrido genérico, a la vez thriller diseminado de suspenso bola de nieve, catastrofista ciencia-ficción preapocalíptica y película de horror con zombies potenciales, balanceando en igualdad intimistas escenas-indicio y motines con cristalazo a farmacias o repartos de comida preparada. Y la bitácora globalizada va saltando acezante del Día 2 al Día 131, dejando para el final la explicación matriz del Día 1 como un as bajo la manga, tan irónico e implacable como el drama planetario de la colectiva ficción hipotética que consagrará el triunfo de la más sensata racionalidad científica sobre la paranoia y el miedo al contacto.

El cine actual, confines temáticos

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