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CONSTITUIR UN REINO

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El rey Jaime inició un proceso de movimiento poblacional sin precedentes. Toda la zona sur del reino desde Xàtiva experimentó una clara limpieza étnica. Colas inmensas de moriscos, que incluso despiertan en el rey la compasión y el dolor, se dirigen al puerto de Biar, donde tienen que pagar un impuesto de emigración para que se les permita dirigirse al reino de Murcia y a Granada. La Corona de Aragón no tenía una masa de población suficiente para reocupar las tierras baldías, así que la limpieza étnica no fue eficaz. Lo mejor era concentrar la población morisca bajo la vigilancia ejercida por una plaza fuerte. Pero tampoco se tenían fuerzas suficientes para diseminarlas en un territorio que, de repente, se había duplicado. Así que la frontera sur siempre fue inestable, porosa, agitada. Instalados también en los recónditos valles del interior valenciano, fortalecidos en los roquedales, los moriscos, habituados a una existencia frugal, no estaban ni en paz ni en guerra. En realidad estaban a la expectativa. Aprovecharían cualquier situación que se produjese en el sur, con sus erupciones vinculadas a los movimientos de más allá del Estrecho, para levantarse. En realidad, eran poderes oportunistas.

Hacia el inicio de la década de 1260 tuvo lugar un giro decisivo. Poco antes, los ricos hombres aragoneses habían logrado recomponer una alianza con el propio hijo de Jaime, Alfonso, habido con la princesa castellana Leonor, la primera esposa de Jaime, y heredero legítimo de la Corona aragonesa. Los pactos incluían deshacer en Valencia la obra de Jaime, y es fácil que implicaran la concesión de una franja al mar para Aragón y la aceptación de que Valencia sería territorio adscrito al fuero de Aragón. El rey no podía hacer gran cosa en este escenario, con su propio hijo liderando las viejas reivindicaciones nobiliarias. La amenaza de una fractura de la federación era intensa, pues Alfonso era procurador de Aragón, pero nadie deseaba obedecerlo en Cataluña. La muerte del infante, a los pocos días de su matrimonio, liberó todas las tensiones acumuladas. Jaime dio al infante Pedro la primogenitura y la herencia legítima, y con ello aseguró que ningún príncipe castellano reinara en Aragón. Basta ver la lápida del sepulcro de Alfonso en el monasterio de Veruela, para darse cuenta de su idea: abajo se ve el escudo de Castilla, en medio de la lápida se presentan las barras de Aragón, rodeadas por castillos pequeños. La muerte del infante Alfonso aceleró las transformaciones y permitió a Jaime ordenar de forma definitiva Valencia, aprovechando la debilidad de unos ricos hombres aragoneses sin líder. Así, convocó a todas las ciudades valencianas y otorgó por contrato y pacto a la universitas valentina una constitución que no podría alterarse sino con acuerdo de las Corts de las ciudades. Todo heredero debería jurar esas normas en los primeros tres meses de su reinado, ante los valencianos, como reino reunido al efecto.

Pero también entregó a Pedro un capital político que lo puso en el tablero internacional. Así que casó a Pedro con Constanza, la hija de Manfredo y Beatriz de Saboya, «genitrice dell’honor di Sicilia e d’Aragon», como dijo Dante. La aventura mediterránea de Cataluña, más allá de Baleares, comenzaba. Y con ella, la hostilidad contra la casa de Anjou, que había logrado someter la Provenza occitana, pero no Sicilia. Estas decisiones fueron de un calado revolucionario, pero consumaban las líneas de conducta anteriores. A su vez, determinarían la historia completa de Cataluña y de España. Se puede decir que la razón internacional de España se forja en ese mismo instante. Alfonso X, ya rey castellano, montó en cólera al ver cómo su suegro se introducía en la política imperial, que él acariciaba. Alfonso era desplazado de la dirección del partido imperial, que él reclamaba por herencia. La Santa Sede reaccionó con violencia y exigió que Luis IX se indispusiera con Jaime. Este siguió adelante con sus intenciones, aunque a costa de firmar una paz con Luis en la que abandonaba sus derechos sobre Provenza. Por Jaime la política catalana fue hispánica e italiana a la vez.

A la muerte de Jaime en 1276, una larga vida plena de éxito llegaba a su final. Tras él, las Baleares y Valencia quedaban integradas con solidez en la estructura de la Corona de Aragón. Pero además, esta proyectaba su influencia sobre el reino de Murcia y estaba en condiciones de disputar a Francia la influencia sobre Sicilia. Durante el tiempo del reinado de Alfonso X de Castilla, Jaime no solo había resistido la hegemonía del reino central hispano, sino que había neutralizado todos sus esfuerzos expansivos y toda su política internacional. Como se verá, este proceso generaba nubes espesas sobre el reinado de Pedro III de Aragón y de Sancho IV, los dos jóvenes reyes que tenían enfrente el sistema completo de poder europeo, con una alianza firme entre Roma y París, decididos ambos poderes a que los dos reinos hispánicos no tuvieran una presencia propia en el escenario de la política europea. Apenas un milagro podría bastar para que estos dos jóvenes reyes contuvieran la ofensiva europea. Y sin embargo, lo consiguieron.

Historia del poder político en España

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