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MISIÓN POPULAR: URBANA Y RURAL

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Los obispos percibieron con claridad el precario estado de las congregaciones antiguas, como se deduce de los informes diocesanos de visitas ad limina: conventos sin religiosos y un elevado número de regulares secularizados. Incluso expresaron su molestia con el estado de vida de muchos sacerdotes secularizados, pues no tenían responsabilidades pastorales y ejercían libremente el ministerio.

En el primer informe de visita ad limina del arzobispo Valdivieso, de 1859, después de analizar el estado espiritual de las parroquias, que exhibían territorios extensos, falta se clero secular y escasos recursos materiales y económicos, dio cuenta de las medidas que había estimado conveniente aplicar:

Para remediar en algo la falta de auxilios espirituales en las parroquias hago que anualmente den misiones en ellas por partidas de misioneros formadas cada una de dos o tres sacerdotes, los cuales recorren todos los lugares que alcanzan durante la estación oportuna. Estas expediciones misioneras dependen del Ordinario diocesano; como las corporaciones religiosas que hay en Chile no son de esta condición, por esto he dicho que es necesario introducir una nueva que se preste al objeto indicado.

Más adelante sugirió una posibilidad de mejoramiento pastoral, y expuso el método misional del caso:

Mientras que no varían las circunstancias y se hace posible la subdivisión de parroquias, me ha parecido que se proveería las necesidades de los fieles estableciendo una congregación que tuviera por único objeto proporcionar misioneros para las parroquias rurales.[…] seis meses en casa preparándose, seis meses recorriendo todas las parroquias, el párroco debiera coordinar todo; las labores son catequesis, administrar sacramentos, preparar para confesión y primera comunión, asistir enfermos, asistir matrimonios.

Sobre esta idea el arzobispo solicitó la aprobación de la Santa Sede966.

Desde las primeras relaciones diocesanas, a partir de 1859, se advierte el propósito de los obispos de solucionar esos problemas y de encontrar en Europa congregaciones que desearan instalarse en sus diócesis.

En esta perspectiva cabe subrayar la importante labor cumplida por dos congregaciones, los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, conocidos popularmente como claretianos, y los Misioneros del Santísimo Redentor, o redentoristas, que llegaron al país en el decenio de 1870. La importancia de estas dos congregaciones (otras, como los salesianos, el Verbo Divino o los lazaristas, estuvieron orientadas a obras pastorales diferentes), radicó en su vinculación con el aspecto misionero. Estas comunidades religiosas se instalaron en las diócesis y pusieron en marcha un plan misionero popular, ciñéndose al mismo espíritu europeo. El modelo era muy simple: los párrocos, junto a los misioneros, planificaban anualmente la misión anual, y las diócesis eran recorridas en todos sus rincones por estos religiosos, quienes se instalaban durante 10 a 15 días en las parroquias urbanas o rurales. La misión se orientaba principalmente a reformar las costumbres religiosas, a administrar los sacramentos, a celebrar con solemnidad el culto divino, a catequizar a los niños y a celebrar primeras comuniones.

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