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6. Yankee no
ОглавлениеEl odio de Fidel hacia los Estados Unidos viene de lejos. ¿Será que en ellos, tan potentes, veía al padre que arrancaba a la débil madre Cuba y la tomaba para sí? Hay quien lo sostiene: humillarlos se tornó el medio para vengarse de los sufrimientos de la infancia. Quién sabe. Ciertamente hay otras razones. Alguien lo recordó celebrar en los sitios donde el ejército español había frenado la ofensiva estadounidense en 1898. ¿Quería vengar a su padre, que allí militó? Más tangible es el fastidio hacia los raros yanquis que poblaron su juventud: los empleados de la United Fruit, figuras del mundo burgués que lo excluía. Muchos años después los acusaba de haber quemado los bosques de maderas valiosas que habían servido para construir el Escorial: oponía así el templo de la monarquía católica hispánica a la avidez estadounidense, todo un símbolo. Pero el odio estaba mezclado con algo más: competencia, como siempre, y ansia de consideración. Así se explica la curiosa carta que envió al presidente Roosevelt cuando tenía apenas doce años.17
Pero a las raíces del odio hay que buscarlas más hondo. Todo, en su mundo, era extraño y hostil al ethos liberal estadounidense: la ética campesina del padre, la religiosidad de la madre, la furia antiliberal de los jesuitas. En la campiña oriental en la que creció había pocos vestigios de la brillante modernidad de los Estados Unidos que fascinaba a los habaneros. En esto, la historia de Fidel es típica del nacionalismo latino que en aquellos años creció impetuoso evocando las raíces hispánicas. Tal era el esquema que absorbió de los jesuitas: el protestantismo anglosajón era egoísta, materialista, individualista; el catolicismo hispánico altruista, espiritualista, solidario. ¿Era más pobre? Sí, pero moralmente superior. En tal clave comenzó a interpretar también al padre de la patria, José Martí. Tales eran las ideas del Convivio creado por el jesuita De Castro, en el cual participó: la América hispánica debía unirse contra los anglosajones, la misma idea que en breve inspiró al coronel Perón. El Diario de la Marina, antiguo periódico conservador, lo citó: en el colegio de Belén el joven Castro había alabado al fascismo; años después llevó consigo a la Sierra la obra de José Antonio, padre del falangismo español. Los comunistas cubanos estaban lejos: su editorial publicaba Superman y cómics estadounidenses, ídolos de los niños cubanos.18