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3. Escuela y Dolores

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Los primeros pasos de Fidel en la escuela fueron traumáticos. Era pequeño y fue duro dejar la casa y los padres para marchar a Santiago. La pareja que lo hospedó era poco afectuosa y venal, explicó. Se sentía a disgusto, era un campesino en la ciudad: lo describió como un via crucis de hambre y soledad. Algo lo turbó, visto que las hermanas mayores no se lamentaron. Es el primer indicio de un arma que Fidel usó en abundancia: el victimismo, actuar como víctima para obtener reparaciones, usar la vulnerabilidad como fuerza. “Desde que era muy pequeño sufrí injusticias y prejuicios”, recordaba ochenta años después.9

Con los vástagos de la burguesía oriental, a los que se cruzó en el Colegio La Salle, fue odio a primera vista: a las burlas reaccionó con violencia. Maduró un espíritu de competencia fuera de lo común: Fidel sólo quiere vencer, dirá Gabriel García Márquez; la derrota era un golpe moral insostenible. Y sed de venganza: vengativo fue toda la vida. Se rebelaba al sufrimiento causado por un mundo extraño que lo rechazaba. En los años del La Salle se templó su carácter, su sensibilidad se exasperó; transmutó la exclusión en desafío, revancha, choque. A aquel mundo comenzó a oponer, idealizado, el de los niños pobres entre los que había crecido. Inició entonces la transformación del sufrimiento individual en misión social, le gustó pensar como adulto. Hasta que el padre pensó en poner fin a sus riñas con compañeros y maestros llevándolo de nuevo a casa. Fidel explotó: ¡era la víctima, no el culpable! Amenazó con incendiar la casa paterna y ganó: volvió a Santiago, esta vez al prestigioso colegio jesuita de Dolores. Era 1938.10

Con los jesuitas entró al colegio y ellos se volvieron su familia; a Birán iba sólo en verano. Pero atención: como Norberto Fuentes hace decir a su Fidel imaginario, “mis biógrafos pretenden descubrir las razones de la revolución en mi infancia”. Por ahora tenemos sólo un niño despierto, emotivo, inestable, que durante doce años creció con historia sacra, catequismo, misa cotidiana, ejercicios espirituales.11

Fidel Castro

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