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11. Comunistas y ortodoxos
ОглавлениеPor origen y evolución, el joven Fidel no estaba en sintonía con los comunistas. Cuando todavía estudiaba en Belén, había atacado una propuesta de ley de ellos, que castigaba a las escuelas privadas. La prensa del partido lo llamó “pichoncito de los jesuitas”. Sobre una cosa, sin embargo, estaban más cerca de lo que imaginaban: Fidel odiaba burguesía y capitalismo como los jesuitas entre los que había crecido, el terreno estaba abonado. ¿Pero cuándo se volvió comunista? Los caminos se cruzaron en la universidad. No estaba descontado: Fidel era un privilegiado crecido entre curas franquistas y los pistoleros que frecuentaba eran rabiosos anticomunistas. Pero algún comunista quedó hechizado: carisma, radicalismo revolucionario, moralismo integral eran su tarjeta de visita. Le sucedió a Alfredo Guerra y un pequeño círculo: lo introdujeron a los clásicos del marxismo.32
Fueron una revelación, antecámara de la conversión. Pero era lógico que los filtrara a través de los valores y las ideas católicas adquiridas. Por como era y por la revancha que cobijaba, sintió por ellos un interés más práctico que intelectual. De todos modos no se aproximó al PSP, el partido comunista cubano: la disciplina de un partido no se conjugaba con su vehemencia milenarista, y para los del PSP, seguía siendo un gánster poco confiable. Sin embargo, nuevos temas de carácter social comenzaron a aparearse a su caballo de batalla: la corrupción. ¿No confirmaban la decadencia moral de la élite? Con el PSP al que adhirió Raúl, Fidel fue desconfiado. Admiraba la fe y la organización; abundan leyendas sobre el encuentro con Fabio Grobart, un polaco enviado a Cuba por el Comintern en los años 20. Pero él se imaginaba jefe de una Iglesia, no devoto de una Iglesia ajena. Como lo confió: sería comunista si pudiera ser Stalin. Sobre todo, como joven crecido en un ambiente católico y rural, comprendía que decirse comunista desafiaba el sentido común, exponía a la impopularidad. No por casualidad los comunistas latinoamericanos eran todas partes huérfanos de pueblo. Mejor quedarse lejos.33
En cambio, Fidel adhirió de inmediato al Partido Ortodoxo, fundado en mayo de 1947: ambicionaba a moralizar a Cuba combatiendo fechorías y politiquería, música para él. La adhesión a un partido no expresaba en todo caso confianza en el sistema democrático: era la ganzúa para socavarlo. Adoraba al líder, Eddy Chibás, vehemente orador, conocido censor radiofónico de la corrupción política: honor contra dinero, decía. Pero no era un amor correspondido: a Chibás, anticomunista hostil a la violencia, no le gustaba ese joven pendenciero y ambicioso. Ello no inhibió a Fidel: intentó llevar a la juventud del partido hacia la insurrección; como él, esos jóvenes venían de los colegios católicos y de la UIR.34