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2. Oriente

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Santiago de Cuba está a La Habana como la provincia a la metrópolis. El Oriente fue el primer filtro entre él y el mundo y forjó su universo moral. ¿Qué vio en ello? Siguiendo a Fidel, era pobre pero igualitario: los niños haitianos que correteaban semidesnudos por la finca del padre no lo llamaban “judío” ni él se daba aires por ser hijo del dueño. Tanta pureza era sin embargo amenazada por el vicio: los trabajadores se jugaban el salario apostando en riñas de gallos. Y por los poderosos: los dirigentes de la United Fruit Company vivían en lujosas residencias. ¿Por qué no deducir que pecado y modernidad coincidían?7

Movido por ansia moral más que por espíritu analítico, Fidel lo dedujo: en Oriente, como en todas partes, el mal asediaba al bien. Siempre vio al mundo a través de tal sistema maniqueo, una visión ético-religiosa. El Oriente era su cuna ideal: allí reinaba la cubanía, vago sentimiento cuyo trazo clave era el “todo o nada”, el “patria o muerte” que Fidel erigirá en karma. Sus recuerdos evocan escenarios apocalípticos: el “mar de pobreza”, hombres sin techo ni instrucción que mendigaban un trabajo al padre. Un tercio de los niños moría de enfermedades varias, dijo. Incluso los hijos de los burgueses sufrían el hambre. ¿Era así? En parte sí, en parte no. Pero Fidel empleó el termómetro de su infancia en la más atrasada campaña cubana para medir la entera realidad de la isla. Describir el apocalipsis sirvió para justificar la redención, que durante toda la vida llamó Revolución.8

Fidel Castro

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