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7. Politiquería
ОглавлениеEn el léxico de Fidel es recurrente una palabra: politiquería. Cuando yo era niño se compraban los votos, mi padre lo hacía. La politiquería era política inmoral. Que así fuera en el Oriente rural es indudable: paternalismo y clientelismo eran la norma. No tan así en La Habana, en especial tras la aprobación de la Constitución de 1940: a las viejas prácticas se añadieron otras modernas y democráticas. No para Fidel: politiquería era y politiquería permanecía. Negociados, compromisos, alianzas, los rituales de la política parlamentaria y de partido eran para él inmorales; de la política tenía una idea abstracta, inmaculada.19
Durante toda su vida, Fidel describió la vida política cubana antes de su llegada con una sola tinta: todo era corrupción, en todas partes primaba el sargento político al servicio de los lugareños notables, los partidos estaban “dominados por oligarquías”. Más que un severo crítico de la política, Fidel era su censor moral, un antipolítico. Su esquema maniqueo expresaba la misma hostilidad hacia la política que las corrientes antiparlamentarias agitaban en otras partes. Si toda la clase política es corrupta, venal y vendida, no bastaba con enmendar. Había que expiar; nada de reformas: revolución. Moralizar fue su misión desde la juventud; para moralizar la política, acabará por eliminarla. Era obvio, como él mismo lo admitió, que no tuviera un mentor político: su escuela política fue la religión.20