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1. El hijo
Оглавление“Tuve la suerte de ser hijo y no nieto de un terrateniente”, confesó Fidel. Así evitó crecer “entre niños ricos de un barrio elegante”; si lo hubiera hecho nunca se habría hecho comunista, dijo. El campo es entonces el cofre de valores que proyectó a Fidel hacia el comunismo, la ciudad el lugar donde esos valores se corrompen. De allí el odio que nutrió por ella y por la burguesía. Marx aborrecía la “idiotez de la vida rural” pero Fidel la amaba como trinchera de antiguas virtudes cristianas.2
El campo era el fondo sobre el cual se recortaba la figura del padre, Ángel, de edad ya avanzada cuando nació. ¿Quién sabe cómo era? Fidel lo describió primero como un rico propietario que explotaba a los trabajadores y evadía los impuestos; ya anciano ajustó el tiro: era un “inmigrante de origen gallego y familia de campesinos pobres, casi analfabeto”, que “hablaba con cualquiera que le preguntara algo”. Cerró así el círculo: entre sí y el padre, el Oriente cubano y la Galicia de los ancestros, el comunismo y la pobreza de los orígenes. En las humildes raíces del padre estaban los anticuerpos contra la fuerza corruptora del dinero y le debía gratitud.3
La impronta hispánica del padre le quedó calcada encima: rudeza, austeridad, autoritarismo. La Cuba afroamericana, en cambio, le era extraña: música, danza, sensualidad no eran cosa suya. Fidel era el más gallego de los cubanos. Su visita al pueblo del padre en 1992 se transmutó así en viaje del corazón. Castro es ejemplo de hispanidad, sentenció Manuel Fraga Iribarne, el exministro de Franco.4
También Lina Ruz, la madre de Fidel, era del campo, pobre y analfabeta. Además de tener un fuerte temple y capacidad de gestión, se distinguía por su religiosidad: rezaba y hacía rezar a los hijos cada día. Era ella quien cuidaba la vida religiosa de la finca. Por otra parte, precisó Fidel, “vengo de una nación religiosa” donde católico es el fundamento de la moral social y católico el sistema de valores que se absorbe en la escuela y la familia.5
Dados el ambiente y la época, no asombra que el matrimonio tardío de los padres, cuando ya tenían siete hijos, expusiera a Fidel a situaciones embarazosas y tensiones. Ni que en torno a su bautismo, que sucedió a los nueve años, reine el misterio; el retraso debió quemarle, si recordó siempre que los compañeros de escuela se burlaban llamándolo “judío”. La explicación más plausible es que Fidel no podía ser bautizado hasta que el padre estuviera casado con su primera esposa. Ello lo transformaba en un hijo ilegítimo, un estatus doloroso en aquel mundo. Curioso: como Eva Perón, con quien Fidel comparte el potente deseo de redención. Queda el hecho que fue víctima de un principio clave de la cristiandad hispánica: la pureza de raza, la fusión entre fe y nación. Se vengará blandiéndola a su manera.6