Читать книгу Fidel Castro - Loris Zanatta - Страница 47

19. Drôle de guerre

Оглавление

Para tomar el mando de la guerra contra Batista, Fidel debía imponer la primacía de la Sierra sobre la capital. Aquella devino la prioridad. Por lo tanto comenzó a atacar pequeños puestos militares: no tenían relevancia, pero demostraban la presencia de los rebeldes y desmentían a Batista, que los daba por liquidados. Fiel al principio de que el factor moral era decisivo, impuso una regla: respetar a los prisioneros; habría ganado así prestigio. Sabiendo que no debían temer la tortura, los enemigos no habrían luchado a muerte: la victoria militar pasaba por la superioridad moral. Lo mismo con los campesinos: había que retribuirles la comida que consumían. Eran evangelizadores, no una manada de brutos. Algunos testimonios refieren episodios cruentos en contraste con ese cuadrito. Pero Fidel se enorgulleció de ello toda la vida.73

Al inicio, los campesinos no mostraron entusiasmo por esos barbudos: su presencia los exponía a las represalias del ejército. La guerra estaba lejana, en las ciudades: allí se arriesgaba la vida, no en las cumbres desde las cuales Fidel lanzaba proclamas. Urgía restablecer las jerarquías: por lo tanto reunió al M26 en la Sierra y pretendió más hombres para su guerrilla. País no estaba convencido, pero Fidel ganó la partida: fue la primera victoria de la Sierra sobre la ciudad, de Fidel contra quien osara desafiarlo. Cuando llegaron, los reclutas quedaron petrificados: esperaban un ejército, se encontraron con cuatro gatos. Ahora comienza la guerra, anunció Fidel. Su optimismo era contagioso.74

En la capital, entre tanto, Echeverría y el DR intentaron el gran golpe: el 13 de marzo de 1957 asaltaron el palacio presidencial; murieron cuarenta y cinco personas, pero no Batista. Fidel lo juzgó “un inútil baño de sangre”; sabía de lo que hablaba. Pero para su estrategia fue otro regalo: el frente urbano perdió prestigio y Echeverría, un jefe carismático, fue abatido. Fidel invitó a los sobrevivientes a unirse a él: los militantes del DR no lo amaban, pero habían quedado huérfanos. La guerra oscurecía a la política. Era lo que deseaba: el M26 mató a ocho policías; Batista hizo una carnicería. Los castristas son peligrosos comunistas, gritó. ¿Cómo creerle? ¡Estaba tan desacreditado! Incluso los más moderados lo desmintieron: Fidel no es comunista.75

Fidel Castro

Подняться наверх