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23. Religión busca iglesia

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En 1954, el 72,5% de los cubanos se definía católico; el 83,5% veneraba a la virgen. De un estudio de las asociaciones católicas, resultaba que su influencia disminuía descendiendo en la escalera social. La mayor parte del clero estaba conformado por religiosos españoles: en Cuba había una vasta demanda religiosa pero no una Iglesia nacional capaz de satisfacerla. Nacionalismo y religión, puntales del antiliberalismo hispánico, aún no se habían encontrado, quizá por lo prolongada que fue la colonia. Ello creaba terreno fértil para un movimiento nacionalista de inspiración religiosa capaz de satisfacer la devoción de las clases populares. Era aquello que Fidel hacía en el plano político. Por lo tanto la Iglesia lo sostenía y por lo tanto, cuando usurpó su rol, no pudo resistirle: era extranjera y ausente fuera de los centros urbanos; los mismos, vaya casualidad, que Fidel detestaba. La vía de una nueva religión política, como lo devino el castrismo, estaba allanada: ambicionaba a unir pueblo y nación en una nueva fe, no tan distinta de aquella antigua, pero suya.

En el castrismo, por tanto, la Iglesia depositó las esperanzas de restaurar las raíces cristianas de Cuba, expuestas a los vientos seculares que soplaban desde ultramar. Smith se convenció que la jerarquía católica sostenía a Fidel: era quizá excesivo en relación a los obispos, pero no en relación a los laicos católicos y parte del clero. Fue un religioso quien estableció contactos entre la diplomacia estadounidense y el M26; en Santiago había sacerdotes convencidos de que Fidel habría redimido a la isla. ¡Qué comunista, si ellos habían bendecido sus imágenes sacras! Para los jóvenes de la Acción Católica, los rebeldes eran “mártires del ideal patriótico”. En La Habana se reunían en la parroquia del padre Boza Masvidal. Varios militantes católicos fueron muertos y la tensión creció entre los obispos y Batista. Los jesuitas denunciaban los males sociales con palabras gratas a Fidel.94

En el Vaticano lo veían de otro modo: temían que el comunismo se instalara en Cuba, se esperaba que los Estados Unidos hicieran algo. Pero en la isla se alzaban voces de signo opuesto: Fidel era un vástago de los jesuitas, decían; nunca había renegado de la fe y su programa no tenía nada de comunista. El 90% de los cubanos es católico, escribió un órgano del M26, y el 90% de los cubanos está con Fidel. Como en otras partes de América Latina, el espectro del comunismo no provenía de las estepas asiáticas sino del vientre de la cristiandad. En Roma lo sabían: Fidel era una bomba que estallaba en su seno.95

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