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22. Guerra santa
Оглавление¿La religión? Táctica, disimulo, repitió varias veces Fidel. Negaba la evidencia: su marxismo estaba tan imbricado de elementos cristianos que no se sostenía sin ellos. No sólo Celia, pero gran parte de los militantes y guerrilleros eran creyentes y practicantes. Para quien arriesgaba la vida en la ciudad, donde murieron quince hombres por cada caído en la Sierra, era importante. No por casualidad Fidel quiso un capellán para sus hombres y así llegó el padre Guillermo Sardiñas: bautizó infinidad de niños de los que Fidel fue el padrino y Celia la madrina. Los campesinos aceptaron así la presencia de los rebeldes. Pronto llegaron otros dos: el obispo de Santiago les concedió el permiso. Sardiñas era simpático, recordó Fidel, que le confirió el grado de comandante, el más alto. ¿Por qué asombrarse? Fidel combatía una guerra santa para devolver a Cuba a sus raíces, cortadas por la élite atraída por una potencia protestante.82
Era una convocatoria potente. Cómo habría sido la Cuba redimida, no lo aclaró. Alguna duda tuvo Echeverría: al regreso de una visita en la Sierra, había dicho que urgía liberar a Cuba antes que lo hiciera Fidel. ¿Por eso arriesgó todo y murió en el intento? A la tropa, Fidel parecía divino. Tenía poder de vida y muerte: los soldados lo adoraban, observó Matthews; en el campamento se respiraba aire monacal, refirió Chibás. El futuro general Cintra recordó la emoción frente a él; circulaban leyendas, se decía que era adivino. Castigaba espías, impartía ejemplos, inspiraba temor; sus estallidos de ira eran tremendos: humillaba a los subordinados; hizo fusilar a un campesino menor de edad y analfabeto por haber robado leche condensada; a otro por haber vendido billetes de la lotería; dijo que había que eliminar a un recluta al que se le había escapado un tiro: lograron aplacarlo. Castigó desertores, derrotistas, insubordinados; simuló fusilamientos. Confió los tribunales a Humberto Sorí Marín, un ex auténtico: debía volverse cómplice, extorsionable; no sólo elegía a la víctima sino también al carnicero. Fidel era la ira de Dios. Años después admitió que algunos rebeldes habían robado casas: debí fusilar a una decena, dijo, haciéndose un descuento. La prensa publicó la foto de hombre atado a un árbol en la Sierra: muerto con un tiro de gracia. Pero todos llevaban medallas de la Virgen; Fidel era como nosotros, recuerdan los soldados.83